Sara se detuvo súbitamente en el
centro de la sala 57.
–¿Y
bien? –inquirí.
–Es
que ahora me apetece más ver pintura italiana.
–Vaya…un
antojo. ¿No estarás embarazada? Alegaré impotencia, y negaré tener nada que ver
con ello.
–¡Serás memo!
–Perdón, Capitán
Memo.
–¡Qué tormento! –exclamó–.
El chiste es muy malo.
–Aunque prefiero
“sandio” a memo. Es más culto.
–Memo y pedante.
–Prefiero
marisabidillo a pedante.
–Para, o te
sacudo. –Sara levanto el puño presta a propinarme un nuevo leñazo en el hombro.
–Me rindo –dije
levantando las manos–. Caray, pensé que te pasaba algo. Si ese es el gran
problema que te nubla el sentido, el de la pintura italiana… Seguro que lo que
decidas a mí me gustará. Estoy disfrutando como un gorrino en un charco.
–Vaya
comparación.
–Ya
ves. No te gusta el escritor pedante, pero tampoco el hombre de habla coloquial.
–El
charco es el museo y tú el gorrino, imagino.
–Algo
así, aunque te suene mal.
–Pues
procura no hozar mucho, ni manchar nada, o nos echaran. –Sara rio.
–Hozar,
palabra muy bonita, y muy porcina.
–Vamos
a dejarlo aquí que la conversación lleva mal camino –añadió resignada–. En fin, que como te había
dado a elegir entre los dos Juanes…
–Pues
busca un Luis, un Pedro, un Antonio… –ambos sonreímos.
–Pues
decidido. Pintura Italiana. En esta sala y la siguiente está representado el incipiente
renacimiento español. En ésta, hay obras de Juan de Flandes, uno de los
pintores preferidos de Isabel la Católica, y de Paolo de San Leocadio.
–Juan
de Flandes murió en Palencia –añadí.
–Sí,
en tu tierra. Trabajaba para la catedral. Esa crucifixión la pintó para el
altar mayor. Y la siguiente sala está dedicada a Pedro Berruguete.
–Palentino de
Paredes de Nava –apunté.
–Sí. Un artista que
recoge las últimas influencias tardo-góticas y flamencas, para introducirse en
el renacimiento. Y ahora entremos en la sala 56b, que es la de pintura italiana.
–Vaya
colorido.. y con la flamante Anunciación de Fra Angélico.
Sara
se detuvo para que tuviera una vista panorámica de aquella amplia estancia, y me
fue señalando las obras.
–Fra Angélico,
Botticelli, Luini(el mejor discípulo de Leonardo), Mantegna, Antonello da
Messina…
–Y
la Gioconda, o una prima suya, porque el original imagino que siga en el Louvre.
–Aquel cuadro colgaba a la entrada de la sala.
–No
llama mucho la atención. Al entrar, cualquiera se queda absorto ante la
Anunciación de Fra Angélico, y más, después de su extraordinaria restauración.
Luce en todo su esplendor.
–Eso
es verdad.
–Aunque
el estado actual de nuestra Mona Lisa tiene mucho de detectivesco. Es fruto de
una extraordinaria y reciente investigación. Si quieres te cuento.
–Adelante
–confirmé interesado.
–Resulta
que, en con motivo de la restauración de su cuadro de Leonardo, “Santa Ana, la
Virgen y el niño”, el Museo del Louvre organizó una exposición temporal en 2012,
y solicitó el préstamo de este cuadro al Museo del Prado, como copia de la
Gioconda realizada entre 1503 y 1519. Como siempre que se acepta este tipo de
peticiones, el museo acometió una serie de estudios para que el cuadro estuviera
en las mejores condiciones para ser expuesto en París. Entre 2011 y 2012, el
gabinete de estudios técnicos y el servicio de restauración realizaron un arduo
trabajo que desveló muchas cosas. A la necesaria limpieza de barnices oxidados
que se suele practicar, se le sumaron una serie de pruebas como son las
reflectografías infrarrojas y las radiografías para, así, poder compararla con
la obra original de Leonardo. Y aquí es donde comenzaron las sorpresas.
–Me
parece muy interesante, investigación pura y dura.
–Correcto.
El gabinete de estudios técnicos, estudiando la capa pictórica, descubrió que
el fondo negro era un repinte hecho al menos 250 años después de que se pintara
la tabla, que debajo había un paisaje, y que entre ambas capas pictóricas había
un barniz que permitía eliminar, con garantías, el repinte sin causar daños al fondo.
También descubrieron sus similitudes con la vista original, aunque, en nuestra
Mona lisa, está inacabado.
–Ya
veo.
–Y
eso no es todo. El estudio del dibujo subyacente de original y copia, el que
hay bajo la pintura, propio del proceso creativo de muchos pintores, reveló que
ambas pinturas presentan los mismos cambios, los mismos arrepentimientos, pero realizados
por diferente mano. Y concluyeron que el autor de nuestra Mona Lisa, estaba
haciendo la copia a la vez que Leonardo su original, y que reprodujo incluso
las modificaciones del maestro. Y sobre el paisaje, llegaron a la conclusión de
que quizá Leonardo detuvo su proceso creativo, seguido por su discípulo, y que luego
Leonardo lo retomo y el copista no, dejándolo inacabado.
–Lo
que te decía, ni Sherlock Holmes.
–Eso
no es todo. El análisis del soporte y de los pigmentos indican que nuestra
copia tuvo que ser un encargo de alguien importante por la calidad de los
materiales, los mismos que los del original. Por ejemplo, se creía que la
autoría podría ser flamenca porque se pensaba que se había pintado sobre madera
de roble, y no, es madera de nogal, soporte muy caro que se usaba en los cuadros
de pequeño formato en el taller de Leonardo. Otro ejemplo es que se usó lapislázuli
para pintar el cielo, también muy caro. Una vez completada la limpieza se comprobaron
las evidentes diferencias con el estilo del maestro; el discípulo tiene una
pincelada más detallada, más lineal, y no utiliza el característico sfumato de la obra tardía de Leonardo. Además,
como curiosidad, nuestra Mona Lisa tiene cejas.
–Menuda
labor la de los restauradores.
–Tenemos,
probablemente, el mejor servicio de restauración, conservación, y de estudio
técnico del mundo –añadió orgullosa–. Resolvieron que las figuras son de
idénticas proporciones y que incluso pudieron ser calcadas y que, desde la
preparación del soporte, pasando por el dibujo, hasta los últimos momentos del
acabado, el discípulo estuvo copiando a Leonardo. Así que, con todos estos datos,
aventuraron, a la espera de tener nuevos datos de otras fuentes, que quizá pudo
ser realizada por Francesco Melzi, teniendo en cuenta que era uno de los
discípulos más cercanos al maestro, y con mayor acceso a su taller y su obra.
–Un
trabajo increíble.
–Sí, la verdad es que es sorprendente el antes y el después. Se ha descubierto el paisaje, y se han recuperado las tonalidades de la pintura al retirar los barnices oxidados.
–Sí, la verdad es que es sorprendente el antes y el después. Se ha descubierto el paisaje, y se han recuperado las tonalidades de la pintura al retirar los barnices oxidados.
Mona lisa (obra del taller de Leonardo) Antes y después de su restauración. Museo del Prado
–Y
todo porque nos solicitaron el préstamo.
–En
el fondo, sí. Pues si quieres que veamos la Anunciación de Fra Angélico… su restauración
ha sido espectacular, costosa y ha desvelado algunas cosas muy interesantes.
–Me
tienes atontadito perdido. Esta carrocería me parece impecable –comenté cogiéndola
por la cintura–, pero esa cabecita me tiene enajenado –Besé su mejilla y ambos
reímos–. ¿Sabes? –Añadí poniéndome serio y mirándole a los ojos–. Eres un sueño.
–Por
eso estoy contigo, para hacer realidad un sueño –Sara me guiñó coqueta–. Y
ahora vamos a ver si esa cabecita que te trae por la calle de la amargura te
cuenta algo sobre la famosísima Anunciación. –Ella sonrió, me tomó de la mano,
y me llevó delante de aquella extraordinaria obra.
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