lunes, 28 de octubre de 2019

Y QUISO MIRAR LA VIDA A TRAVÉS DE SUS OJOS.



        Sentado en aquella soleada y apartada terraza, disfrutaba de la lectura de una buena novela. El camarero le interrumpió cuando le sirvió su café preferido, un ristretto. Entonces, pidió miel para endulzarlo levemente, y comenzó a revolverlo con parsimonia, dejando deliberadamente que su mente girara al compás del remolino que creaba la cucharilla, que quedara atrapada entre la bruma del tiempo y de sus recuerdos…
Apenas se conocían. Habían intercambiado durante meses corteses saludos, breves frases intranscendentes, algunos chascarrillos quizá insinuantes, conversaciones superficiales sobre sucedidos personales y algún que otro efímero, ocasional y coqueto intercambio de visajes, aparentemente sin pretensiones, sin intenciones…
Pero aquel día, uno de los dos, no importa quién, porque probablemente ninguno lo recordara con certeza, dio un paso adelante, y ambos se sentaron en torno a una cándida y humeante taza de café.
Y fue aquella preciosa tarde invernal de cielo añil, terroso ya en el horizonte muy próximo al ocaso, pintada de suaves trazos de nubes irregulares casi inmóviles suavemente mecidas por una casi inexistente brisa, cuando él, sin darse cuenta, se imaginó viendo la vida a través de unos ojos que no eran los suyos. Acostumbrado a transitar en la comodidad de la soledad, estaba a punto de asomarse a un precipicio ignoto en cuyo fondo corría el peligro de ser engullido por las aguas bravas e indomables de una nueva ilusión. Y sin proponérselo, sin pensarlo, soñó…, ¿cómo pudo suceder?
Aquellos ojos… ¿eran glaucos? ¿quizá esmeralda? Se dio cuenta de que nunca los había observado con aquel deseo, de aquella manera tan intensa. Su mirada había pasado hasta ese momento con suavidad por aquel pequeño, dulce y bronceado rostro, con la levedad inocente de la amistad. Pero esta nueva mirada, era muy diferente, era una fantasía, era un anhelo, era… una caricia, una caricia limpia y pura, melosa y delicada, pero era una caricia.
El vértigo se apoderó de él, era muy arriesgado intentar ver la vida a través de aquellos ojos. Era consciente de que se estaba dejando atrapar en un profundo arcano, un misterio abisal peligroso y desconocido del que difícilmente podría huir. En un definitivo arranque de valentía, fijó su mirada con decisión en aquellos ojos sinceros, tiernos, pícaros y pueriles. Inmediatamente se sintió perdido, alanzado por un intenso resplandor electrizante y paralizador. No había palabras, sólo silencio y la sensación de que un placentero dedeo recorría su cuerpo, como si aquellos ojos guiaran con agilidad y destreza a un experto pianista que, certeramente, recorría tabaleando su expuesta, receptiva y sensible piel con su agradable melodía.
–Y ahora… ¿qué? –se dijo descompuesto, abrumado por aquel cúmulo de olvidadas sensaciones.
De repente, no había respuestas, sólo preguntas, muchas preguntas escritas con dolor y pánico, con un miedo cerval.
–¿Se habrá dado cuenta? –se cuestionó.
–Pues claro que se ha dado cuenta, estúpido –se contestó apesadumbrado inmediatamente al percibir su leve y algo forzada sonrisa, un rostro que le devolvía un “no” cargado de sincera e intensa tristeza, mientras a él se le derramaba torpemente el azúcar sin haber atinado a depositarlo en el interior de la taza de café, cubriendo la mesa de pequeños granos blancos.
Entonces ella se levantó, le tomo de la mano y le acarició con sus ojos, ahora ligeramente melancólicos y aguanosos, dejándole, durante unos breves instantes, mirar la vida a través de ellos, quizá por pura compasión, quizá para que comprobara que aquello… era imposible. Luego, rozó su mejilla suavemente con el dorso de la mano y se fue, dejando inconscientemente una estela vaporosa, el aroma de un sueño, y lacerante, una daga envenenada de esperanza clavada cruelmente en el fondo del alma.
Desde aquel día, él nunca se atrevió a mirarla a los ojos… Y, el café…lo empezó a edulcorar con miel; la albura del azúcar le recordaba demasiado a aquella fugaz mirada, y a aquella dolorosa caricia.

sábado, 19 de octubre de 2019

POR AMOR AL EMPERADOR, DE ALMUDENA DE ARTEAGA.

           “POR AMOR AL EMPERADOR”, de Almudena de Arteaga, es una novela histórica un tanto diferente. Se trata de un repaso a la vida del Emperador Carlos V desde el punto de vista de las principales mujeres de su vida. Resulta interesante el formato con la que escritora ha elaborado el texto porque la narración va surcando la vida del monarca desde su niñez hasta su muerte, de la boca de estas mujeres formando capítulos narrados en primera persona.
        Serán ellas las que nos irán relatando los acontecimientos desde su propia perspectiva, novelada por supuesto, pero bien ambientada y estudiada, encajándola con rigor histórico.
        Hablarán de su relación con el Emperador, su madre Juana de Castilla (la mal llamada la loca); sus tías Margarita de Austria y Catalina de Aragón; Sus hermanas Leonor, Isabel, María y Catalina; su mujer Isabel de Portugal; sus amantes Germana de Foix (también fue su abuelastra ya que era la viuda de Fernando el Católico), Bárbara Blomberg y Johanna van der Gheyinst; sus hijas María y Juana; su bastarda Margarita de Parma y sus sobrinas Cristina y Dorotea.
        El título de la novela es ilustrativo de su contenido y es un homenaje a la labor sufrida y callada, en algunos casos poco estudiada y desconocida para el público en general, de todas aquellas mujeres que por amor y fidelidad al monarca más poderoso del mundo y a su familia, la casa de Austria, renunciaron en gran medida a sus propias vidas(muchas veces no tanto por amor como por obligación), sirviendo de piezas de ajedrez en el tablero de las alianzas matrimoniales continentales o, con gran eficacia, ejerciendo como aplicadas regentes en ausencia de la máxima autoridad imperial (recordemos que Carlos fue un gobernante muy viajero; no hay más que leer su discurso de abdicación en Bruselas para comprobar las veces y el tiempo que pasó en cada una de sus posesiones, y lo poco que disfruto de sus hijos y amante esposa Isabel en Castilla)
        Hay que destacar la importancia en el texto de la parte de su vida dedicada a su relación con la emperatriz y con sus hijos/as, incluidos los bastardos reconocidos, a los que supo dar una educación, buscándolos su encaje en la corte. Los ejemplos más señalados son los de Margarita de Parma y D. Juan de Austria.
        Y nada más, resulta una novela muy agradable de leer, aunque también en ésta hay que echar mano del árbol genealógico de la familia de los Austrias, para no perderse en algunas ocasiones. Me ha parecido original la forma de tratar el texto y los personajes, donde estas mujeres nos llegan a contar, curiosamente, hasta su propia muerte.

miércoles, 16 de octubre de 2019

EL LIBRO DE LOS NOMBRES DE JILL GREGORY Y KAREN TINTORI



     “EL LIBRO DE LOS NOMBRES” de Jill Gregory y Karen Tintori es una novela de acción, misterio y suspense.
        David Shepherd vive una experiencia próxima a la muerte en su infancia cuando cae de un tejado mientras juega peligrosamente junto a otros dos niños. Tras su convalecencia, empiezan a venirle a la cabeza una serie de nombres que instintivamente irá apuntando en un libro. A lo largo de los años miles de nombres de diferentes nacionalidades pasarán a formar parte de su vida, algo que le obsesionará dado que ignora su significado, hasta que un día descubre que esos nombres pertenecen a personas reales que han fallecido, o están desapareciendo en extrañas circunstancias.
        David acude a pedir consejo a su mejor amigo el Padre Dillon, quien le pondrá en contacto con un rabino experto en la cábala, y con una atractiva arqueóloga israelí, Yoel. Ellos le desvelarán la existencia del libro de los nombres, le informarán sobre la leyenda de los lamed vovnik (la supuesta existencia en cada generación de 36 personas justas cuya desaparición significaría el fin del mundo) y sobre la existencia de la secta milenaria de los Gnoseos que a lo largo de los siglos han intentado exterminarlos utilizando su brazo ejecutor, los Ángeles Negros. David descubrirá angustiado que una de las elegidas para ser asesinada por ser una lamed vovnik es su hijastra Stacy, y que en ese momento sólo hay otras dos personas en la generación que siguen con vida.
        A partir de aquí asistiremos a una trepidante narración en la que David y Yoel tratarán de impedir que los Gnoseos consigan llevar a cabo sus planes, provocar el fin del mundo y culminar sus aspiraciones; abandonar su cuerpo humano y ascender junto a Dios. La vida de Stacy corre grave peligro.
        Se trata de un libro de acción muy entretenido y que se lee enseguida. A mí me ha traído muchos recuerdos porque algunas de las cosas que apoyan la narración salen también en mi novela (esa que no termina de publicarse), como por ejemplo el pectoral del juicio con las doce piedras preciosas engarzadas que representan a las doce tribus de Israel que portaba el sumo sacerdote del templo de Jerusalén (Cohen Gadol)

martes, 15 de octubre de 2019

¡MILAGRO! SE HA MUERTO MAMÁ DE ALFONSO USSIA.


     ¡MILAGRO! SE HA MUERTO MAMÁ de ALFONSO USSÍA, es otra de las divertidas entregadas que el brillante escritor y humorista dedica al personaje del Marqués de Sotoancho (concretamente la novena).
Arranca el texto con un entretenido resumen sobre los protagonistas de la saga, y con el repentino fallecimiento de la marquesa viuda, nada más y nada menos que de un estornudo.
        Alfonso Ussia retrocede entonces a los días previos al fallecimiento, y nos narra los acontecimientos que se suceden en su finca de la Jaralera. La marquesa viuda, se pasea por sus tierras a bordo del Mama-móvil que le ha hecho comprar a su hijo, conducido por su chófer Miroslav, un exmilitar de la Europa del Este. El marqués descubre las repetidas infidelidades de su nueva esposa Marsa, ahora encaprichada del mayoral, Jerónimo, tras pasar por el lecho de un matador de toros y del alcalde del pueblo de al lado, que se sepa. Asistiremos a los celos del marqués, consciente de su prominente cornamenta, y a la desenfrenada pasión de la aventura de la marquesa; ella la considera lógica e inevitable. Mientras, los quintillizos fruto del anterior matrimonio del marqués con Marisol, fallecida en un accidente de tráfico, están ausentes y bien cuidados por la bella Elena, antigua empleada, y algo más, de su también fallecido tío Juan José.
        El repentino óbito de la marquesa por ese fatal estornudo llevará a la Jaralera a lo mejor de cada casa, una serie de pintorescos parientes y amigos, que además de presentar sus respetos aprovecharán para llevarse algún recuerdo sin permiso.
        Una vez más, Alfonso Ussia nos deleita con su peculiar humor, con sus diálogos ágiles y chocantes, y con sus personajes divertidos, ocurrentes y bien definidos. Sus letras siempre dejan un agradable regusto, aderezadas, como siempre, por sus clásicas y muy personales pinceladas de fina ironía social y política.

sábado, 12 de octubre de 2019

LA ROSA DE COIMBRA DE MARÍA PILAR QUERALT DEL HIERRO



    “LA ROSA DE COIMBRA”, de María Pilar Queralt del Hierro, es una novela histórica ambientada entre los siglos XIII- XIV, y narra la vida de la infanta Isabel de Aragón, que llegó a ser Reina de Portugal, y Santa desde 1625, siendo pontífice Urbano VIII.
        El libro lo podríamos dividir en dos partes. En la primera, la autora nos introducirá en la novela narrándonos las peripecias de Fray Ramón de Alquézar en el s. XVII, fraile mercedario al que una descendiente de la protagonista entrega un manuscrito, supuestamente redactado por Isabel de Aragón. A pesar de la oposición de sus superiores, el fraile iniciará un atrevido viaje que le llevará a la Santa Sede con el objetivo de que el Papa Urbano VIII tenga constancia de la existencia de este documento, y poder relanzar así el proceso de canonización de Isabel.
        La otra parte del libro, la central, es el propio contenido de ese documento escrito en primera persona que, por fin, está siendo leído por el Papa. La autora nos hará en él un amplio repaso de lo que pudo ser la vida de Isabel. En primera instancia nos sitúa el personaje con su nacimiento en el seno de la familia real aragonesa, hija de Pedro III de Aragón y Constanza II de Sicilia, y nieta de Jaime I el Conquistador, y en la que nos cuenta su feliz niñez junto a sus hermanos, y su temprana y gran devoción religiosa. En segundo lugar, se centrará en su reinado, tras ser entregada en matrimonio en plena adolescencia al rey Dionís I de Portugal por razón de estado, y nos desvelará su azarosa juventud y madurez junto a un marido infiel, sus enfrentamientos con las amantes de su esposo, y la búsqueda de refugio en su dedicación a obras de caridad, como construcción de hospitales, escuelas y refugios, y su entrega al papel de Reina que se debe a sus súbditos y de madre amante de sus hijos.
        La autora retoma la primera parte de la narración cuando Inocencio VIII termina de leer el documento autobiográfico de Isabel de Aragón, y se dispone a entrevistarse con el fraile y tomar algunas decisiones…       
        La novela se lee enseguida, entretiene, no es muy extensa, está bien escrita y posee una acertada ambientación histórica. Puede ser una estupenda manera de tomar contacto con el personaje de Isabel de Aragón, Santa Isabel de Portugal, su vida y obra, y nos ayudará a comprender el complicado contexto político peninsular en el que se desarrolla a caballo entre el siglo XIII y XIV.

N.B.- Puede estorbar la lectura el hecho de tener que acudir al árbol genealógico de Isabel de Aragón (que aporta acertadamente la autora a principio del libro) para poder entender y situar a algunos personajes.

jueves, 10 de octubre de 2019

EL GENERAL MALDITO DE JAVIER ARIAS ARTACHO



     “EL GENERAL MALDITO”, de Javier Arias Artacho, es una novela histórica de misterio y suspense, ambientada en la época del Emperador romano Vespasiano, en torno al año 70 d.c. La acción se desarrolla en Jerusalén, Jericó y, fundamentalmente, Roma.
        El protagonista principal es Marco Grato, general que comanda la undécima legión romana, y que ha participado en el asedio, conquista y destrucción de Jerusalén, formando parte de las tropas del Tito, futuro emperador, e hijo de Vespasiano (ambos tienen su pequeño papel en la trama).
        La novela comienza con la desaparición del protagonista víctima de una emboscada mientras se dirige a Jericó; un misterioso viaje que realiza en contra de los consejos de sus compañeros de armas, pero que finalmente autoriza el propio Tito. Marco Grato y su pequeña escolta sufrirán una cruenta celada de la que, milagrosamente, solo se salva el protagonista, quien reaparece meses después, cuando sufre un accidente a la entrada de Jerusalén. Reconocido por sus soldados, se recuperará, aunque padecerá una importante secuela; ha perdido la memoria.
        Con esa amnesia, regresa a Roma a intentar recuperar su vida en su hogar, una villa a las afueras de la capital del imperio. Allí da muestras de un radical cambio de carácter, algo que afectará a la relación con su esposa, hermano, y esclavos. Su vida se convertirá en la continua búsqueda de su pasado, algo que le llevará a hacer sorprendentes descubrimientos sobre sus actos, su familia, y sobre el resto de personajes.
La narración le permite al autor darnos unas certeras pinceladas sobre la sociedad esclavista romana, el contraste entre el mundo de los esclavos y de los amos, de la vida de lujo en la Villae, situadas en las afueras de las ciudades, villas que se construían en torno a una domus (vivienda) lujosa, decorada con pinturas y mosaicos, con patio porticado y estanque en medio, donde se recoge el agua de la lluvia –impluvium- que todos hemos visto reproducidas en museos y películas (os recomiendo que visitéis la Villa de la Olmeda en Palencia, o la de Almenara-Puras en Valladolid, en esta última hay un edificio que reproduce el edificio principal de uno de estos complejos) con sus explotaciones agrarias y ganaderas anexas, y las Insulae, construcciones que proliferaron en Roma llegando a ser más de 46.000; edificios de varias plantas construidos con materiales pobres, susceptibles de derrumbes e incendios, donde las personas se hacinaban de forma insalubre.
        Es una novela entretenida, bien ambientada, bien escrita, con una acción ágil que te atrapa de principio a fin, y con un desenlace sorprendente. No se puede pedir más a una novela.

N.B.– Siempre bajo mi modesta opinión, si tuviera que ponerle un pero, es que creo que abusa un poco del recurso literario del símil o la comparación, algo que a algunos les parecerá que ralentiza su lectura; otros opinarán que la enriquece. Cuestión de gustos.

miércoles, 9 de octubre de 2019

LÍBRANOS DEL MAL DE ROMAÍN SARDOU



        “LÍBRANOS DEL MAL”, de Romain Sardou, es un libro recomendable para todo aquel que goce leyendo este tipo de narración catalogada como “thriller histórico”. En definitiva, es una novela de suspense, de misterio, ambientada geográfica y temporalmente, a caballo entre el sur de Francia y la Italia del S. XIII; tiempos convulsos para la cristiandad con el surgimiento de varios movimientos heréticos (cátaros, valdenses…etc) y de crisis en el papado, azotado por las decisiones interesadas de una Curia corrupta y dividida (de costumbres alarmantemente relajadas) enfrascada en intensas luchas internas.
        La desaparición del joven Rainiero, lleva a su hermana Zapetta a acudir a la mente más preclara de la Roma del momento, Benedicto Gui. Sus investigaciones le llevan a sospechar de la muerte accidental de varios Cardenales, y choca con las altas instancias del papado encarnadas en el todopoderoso Canciller Artemidoro Broca, fielmente secundado por su secretario personal, un hombre sin muchos escrúpulos, Fauvel de Bazan, y por su propia hija, una mujer atractiva y expeditiva, Até de Brayac.
        Por otro lado, en el sur de Francia se suceden los secuestros de decenas de niños por parte de unos misteriosos y violentos hombres vestidos de negro. Estos niños tienen algo en común, muestran algún poder extraño o sobrenatural. Una de estas desapariciones es la de Perrot, un jovencito con la facultad innata de sanar, en el pueblo de Cantimpré. El padre Guillermo Alba, párroco de la localidad, iniciará su búsqueda, aventurándose en un sorprendente y peligroso viaje por el sur de Francia e Italia, que le llevará a enfrentarse con los mismos enemigos con los que va topando el investigador romano Benedicto Gui.
        Y no os cuento más, sólo deciros que resulta una lectura entretenida, en algunos instantes incluso trepidante, con un final sorprendente.

N.B.- En alguna situación aislada me ha parecido algo forzada la forma de encajar el momento, el personaje y la acción en la trama, pero esta es una apreciación muy personal que quizá desapareciera con una segunda lectura más pausada.

domingo, 8 de septiembre de 2019

PASEOS CON SARA. ATARDECER EN IL CAMPIDOGLIO

Anochecer en los foros.        
        Ante la Insulae, junto a las escalinatas del Campidoglio, Sara retomó su narración.
–Esta era el tipo de inmueble más común en Roma. En el momento de máximo esplendor de la ciudad, llegó a haber más de 45.000. Eran construcciones de varias plantas y albergaban pequeñas viviendas, donde la gente vivía hacinada, en muchos casos en unas condiciones lamentables. Eran corrientes los incendios y derrumbamientos dado que había toda una legislación que limitaba el espesor de sus paredes, y se edificaban más alturas de las debidas. Este es el mejor ejemplo que queda en Roma de cómo era una de ellas. Hay varios pisos por debajo del nivel actual del suelo.
 Insulae y restos de San Biagio de Mercato.
–Según me lo pintas, no parece un lugar muy agradable.
        –No mucho. Es fácil imaginarse la Roma de los grandes templos, de las grandes construcciones lúdicas, de las Domus lujosas con patio porticado y estanque central… La realidad del pueblo era ésta; viviendas, por llamarlas de alguna manera, pequeñas e insalubres. Se cree que este edificio tenía más de seis plantas y locales comerciales en los bajos. A medida que se ascendía en altura, disminuía la categoría social y el poder adquisitivo del inquilino. Aquí pudieron vivir más de 350 personas. En época medieval se aprovecharon sus ruinas para construir la iglesia de San Biagio de Mercato. Conserva restos del campanario románico, como puedes ver, y algunas pinturas como las que hay bajo ese tejadillo.
        –Si he de elegir, me quedo con la otra Roma.
        –Es más vistosa –Sara me sonrió–. Sigamos entonces con esa Roma espectacular.
        –Vamos con ello –le animé. Sara retomó sus explicaciones unos pasos más adelante frente a dos espectaculares escalinatas
Escalinata de Aracoeli a la izquierda, la Cordonata a la derecha.
–A la izquierda están los míticos 124 escalones que llevan a Santa María in Aracoeli. Y, en frente, la rampa escalonada que recibe el nombre de “La Cordonata”. El aspecto actual de la zona se lo debemos a un proyecto del gran florentino, Miguel Ángel… pero eso ya te lo contaré cuando lleguemos arriba. Estos dos leones de basalto negro que flanquean “la Cordonata” en su arranque, son egipcios, del s. III a.c, y fueron traídos a la ciudad para adornar un Templo de la diosa Isis en época romana. En el S. XVI los instalaron aquí, y los conectaron al acueducto Acqua Felice, convirtiéndolos en fuentes. Un poco más arriba está la estatua del famoso Cola di Rienzo.
        –Tanto como famoso…. Además, llamarse Cola… –Sara me sonrió.
        Nicola Gabrini. Ese era su nombre. En el s. XIV, cuando los Papas abandonaron Roma, las luchas entre nobles y burgueses hicieron de la ciudad un caos. Cola di Rienzo exhortó al Papa para que volviera y pusiera orden, algo que no consiguió, pero sí pudo dar un golpe de mano y hacerse con el poder en la ciudad, aunque pronto se convirtió en tirano.
–Qué rápido se le suben los humos al personal… –dije con salero.
–El caso es que perdió el favor del Papa Clemente VI y del mismo pueblo en el que se había apoyado, y se vio obligado a huir en 1347.
–Suele pasar, y calla que no le echaran el guante y le rebanaran el pescuezo.
–No adelantemos acontecimientos –me interrumpió mi bella Cicerone–. En 1354 regresó a Roma, y se hizo de nuevo con las riendas del poder municipal gracias al favor del nuevo Papa, Inocencia VI, quien le aportó dinero y tropas, aunque no le duró mucho, tras tomar una serie de medidas arbitrarias y crueles, se desataron importantes disturbios organizados por sus archienemigos, los Colonna, quienes, finalmente, acabaron con su vida aproximadamente donde está su estatua.
–Finalmente… le limpiaron el forro.
–Exacto. Y aunque no he querido hablar de ello hasta ahora, me extraña que no me hayas preguntado aún de qué va el tema de la conferencia que impartiré mañana en la Sapienza.
        –Esperaba que tú lo hicieras o que, al menos, me deleitaras con un resumen.
        –No hace falta. Antes he recibido por whatsapp la confirmación de tu invitación. Mañana podrás asistir al Aula Magna de la Sapienza –comentó con un brillo especial en sus ojos, quizá de orgullo.
        –Será un verdadero placer y un honor. –Entonces me situé junto a la balaustrada, al lado de la farola instalada a la altura de la estatua de Cola di Rienzo togado y con la cabeza cubierta por una capucha, y comencé a hablar con la mano extendida como el famoso tribuno que estaba tras de mí–. ¡Pueblo romano, mañana asistiré a la conferencia!...
        –Deja de hacer el memo. –Sara miraba avergonzada a su alrededor.
        –¡Compartiré, junto a los más prestigiosos medievalistas del mundo, el gozo que supone escuchar a la joya toledana, la simpar Sara, la extraordinaria belleza manchega, el bombón que ha endulzado mi amarga vida!
        –¡No seas cursi! –protestó–. Mira que te gusta hacer el “nabo”. Baja esa mano y deja de dar la nota, ¡tonteras! –Sara rio mientras forcejeaba conmigo para que me comportara, intentando taparme la boca. Algunos viandantes, sin duda españoles por sus comentarios, asistieron divertidos a mis desvaríos–. En serio –añadió ella agarrándome de las dos manos y echándoseme encima, arrinconándome contra la balaustrada–, ¿sabes quién fue el Cardenal Gil Álvarez Carrillo de Albornoz? –cambió de conversación creo que con el fin de que depusiera mi actitud, algo que consiguió porque me dejé inmovilizar y abrazar.
        –No tuve el gusto de conocerlo, falleció hace muchos años, imagino.
        –¡Qué bobo! Está enterrado en la Capilla de San Ildefonso en Toledo. Pues… sobre su labor en Italia es de lo que hablaré mañana en mi conferencia. Un hombre de voluntad férrea, de gran formación militar, un grandísimo estratega y un hábil negociador; alguien que trabajó incansablemente a favor del papado, tratando de recuperar el estatus de la institución dentro de los estados pontificios socavado por el traslado de su sede a Avignon.
        –Parece que fue un gran hombre. Seguro que me encantará tu conferencia.
        –¡Ya veremos! A lo mejor te parece algo plomiza.
        –No creo. Me gusta escucharte –añadí sincero.
        –Pues sigamos ascendiendo, los Dioscuros nos esperan un poco más arriba.
        –¿Dios que? –fingí ignorancia mientras Sara ponía una divertida cara de resignación.
Los Dioscuros en la Cordonata del Campidoglio.
        –Esos son los Dioscuros, Cástor y Pólux –Sara me señaló los dos conjuntos escultóricos que flanqueaban “La Cordonata” en la parte superior–, dos figuras míticas muy arraigadas en la ciudad de Roma, tenían varios templos. Aparecen junto a sus monturas. Se dice que eran hijos de Zeus, Cástor experto en domar caballo y montarlos, y Pólux en la lucha cuerpo a cuerpo. A ambos lados de los Dioscuros se sitúan los llamados Trofeos de Mario. Son monumentos que conmemoran victorias militares y representan corazas, armas, escudos… Lo gracioso del caso es que no celebran las victorias de Mario, el general republicano, si no las de Domiciano contra los germanos. Pero se les llama así. Al lado de los trofeos, están las estatuas de Constantino y su hijo, Constantino II, ataviados como militares, y dos piedras miliarias.
        –Los mojones de carretera de los romanos.
        –Exacto. Podríamos decir que esto es el kilómetro cero de Italia. Como la Puerta del Sol para nosotros.
        –Interesante –afirmé.
        –Subamos lo que queda de “Cordonata
        –Adelante. Tú mandas, como siempre. –Sara me dio la mano y seguimos ascendiendo hasta situarnos en la monumental y renacentista Piazza dil Campidoglio.
        –Voy a ir rápido en las explicaciones porque si no, no vamos a ver el ocaso desde donde quiero, detrás de la plaza con vistas al viejo foro romano.
        –Según me lo pintas, parece que es una vista muy bella.
        –Y muy romántica. Y como nunca he venido aquí con pareja, quiero disfrutarla. –Sara me sonrió, y me cogió del brazo para llevarme hasta el centro de la plaza.
        –Voy a pedirte que ejercites tu imaginación.
        –Perfecto. Creo que en eso soy muy bueno… –contesté pícaro.
        –No seas guarro que te conozco. Hablo de la plaza.
        –¡Qué decepción! Pensé que me proponías algún tipo de juego…
        –Está claro que te conozco –Sara rio mientras se paraba en el centro de aquel extraordinario espacio–. Aunque ahora no lo parezca, en época romana el Capitolio estaba formado por dos colinas perfectamente definidas. El espacio que había entre ellas se ha ido colmatando con el paso de los siglos, y es donde estamos ahora. En la colina de la izquierda se situaba el Arx o ciudadela, con una posición estratégica defensiva inmejorable. Se dice que en el 390 a.c., Roma estuvo a punto de caer en manos de los Galos, y fue salvada gracias a los gansos consagrados a la Diosa Juno que deambulaban sueltos por la colina.
        –Los gansos somos así… –apunté con gracia.
        –Estos eran gansos de verdad –Sara sonrió–, y, al graznar, despertaron a los defensores que dormían, quienes repelieron a los invasores. En honor a los gansos de Juno se construyó un templo denominado de Juno Moneta, palabra que procede del verbo latino moneo, que significa advertir, avisar. Al lado se instaló la Ceca, lugar donde se acuñaba el numerario. La proximidad al templo de Juno Moneta hizo que al dinero comenzaran a llamarlo moneta, algo que ha quedado para la posteridad en muchos idiomas como moneda.
        –Nunca hubiera imaginado que las monedas tomaran ese nombre por culpa de unos gansos.
        –Algo así. Frente a nosotros, donde ahora ves el imponente Palazzo Senatorio, estaba el Tabularium, un enorme edificio administrativo que servía de archivo. Y en la colina de la derecha se situaba el majestuoso templo de Júpiter Optimo Máximo, la divinidad más importante del Panteón romano, donde también se honraba a su esposa Juno y a su hija, Minerva, la llamada Tríada Capitolina. El edificio sufrió varios incendios, pero cada vez se reconstruyó con mayor lujo. Aquí acababan los desfiles triunfales de los emperadores.
–Lo recuerdo de los audios que me preparaste para visitar el Coliseo. Transitaban la Vía Sacra, pasaban bajo los Arcos de Tito y Septimio Severo y llegaban hasta aquí.
–Muy bien. El templo cayó en desuso con el triunfo del cristianismo. Imagina sus puertas forradas de oro, y una gran estatua del dios, de oro y marfil tras ellas, colocada allí por obra y gracia de Domiciano.
        –Interesante. Sigo pensando en la gran importancia que tenemos “los gansos” en la construcción del relato histórico.
        –No puedo contigo… –Sara hizo una mueca condescendiente–. Tras la caída del Imperio esta zona perdió todo su significado, y llegó a conocerse como Monte Caprino.
        –¿No me digas que también las cabras somos importantes en la historia? –Sara volvió a reír.
        –En este caso pastaban por aquí, en la colina abandonada.
        –Entonces los gansos son más importantes que las cabras.
        –Seguro… –añadió con enorme paciencia–. Ya en la Edad Media, sobre las ruinas del Tabularium se construyó un edificio que sirviría para albergar la asamblea de la ciudad. El foro se inundaba con frecuencia, y no se podía utilizar la antigua Curia, sede del Senado romano. Las reuniones del gobierno local pasaron a celebrarse en el claustro, ahora desaparecido, de Aracoeli, hasta que se edificó el Palazzo Senatorio. A su derecha se construyó el llamado Palazzo dei Conservatori para albergar otra magistratura local. Y así se mantuvo el aspecto de la colina hasta la llegada de Carlos V en 1536.
        –El Saco de Roma.
        –No, eso fue 9 años antes. En 1527 se produjo aquel horrendo saqueo que ha quedado grabado en la memoria de los romanos. En esta visita, parece ser que el Papa Pablo III se apuró un poco por el lamentable estado que presentaba la plaza que vio el Emperador, llena de baches y barro, y decidió encargar al gran Miguel Ángel su rediseño. Y eso es lo que vemos ahora.
        –No parece que le quedara mal del todo –ironicé.
Espectacular anochecer en la monumental y equilibrada Piazza dil Campidoglio.
        –No. El genial florentino lo primero que hizo fue reorientarla. Roma ya no miraba hacia los foros. Había que hacer girar el espacio y abrirlo hacia la nueva ciudad que vivía en torno al eje Vaticano-Letrán, y se comunicaba con el mundo a través de la Vía del Corso y la Porta dil Popolo, hacia el norte. Por eso diseñó “la Cordonata”, y cerró uno de los espacios más equilibrados y bellos del mundo dotando de fachadas cortina a los antiguos edificios medievales, Palacio Senatorio y de los Conservadores, y edificando el Palacio Nuevo a la izquierda para darle simetría al conjunto. Una maravilla. Para señalar la mayor importancia del Palazzo Senatorio como sede institucional, le añadió un monumental basamento que precede en altura a las gigantescas pilastras y la torre campanario. Remata la grandiosidad del recinto esa llamativa doble escalinata adornada en sus laterales por dos fuentes romanas, el Nilo y el Tíber, esta última representaba en principio al Tigris, pero se le añadieron los gemelos, Rómulo y Remo para rebautizarla. En cuanto a los palacios laterales diseñó una fachada compartimentada por pilastras con pórtico inferior, vanos cuadrados flanqueados por columnas, y ventanales arriba, rematados con frontones curvos y adornados con veneras, excepto el central, que tiene frontón triangular, y un vano aún mayor para centrar el conjunto y darle mayor empaque. Actualmente el Palazzo Senatorio es la sede del Ayuntamiento de la ciudad, mientras que el Palacio de Conservadores y el Nuevo, albergan los Museos Capitolinos, con una de las mejores colecciones de arte romano que existen.
        –La verdad es que la plaza es de una belleza incontestable ­–dije impresionado.
        –Miguel Ángel no vio más que empezar las obras. La ejecución del proyecto fue obra de Giacomo della Porta, y fue culminado un siglo después por los hermanos Reinaldi. Para finalizar te diré que la plaza la preside la magnífica copia de la estatua ecuestre de Marco Aurelio. La original está dentro de los Museos Capitolinos. Los años no pasan en balde…
        –¿Te refieres a la estatua o a mí?
        –A los dos. –Sara soltó una carcajada.
        –¿No es la estatua que se trajeron de Letrán?
        –Exacto. Veo que me prestas atención. –Sara me besó entonces la mejilla.
        –Con besos presto mucha más atención, te lo aseguro –añadí zalamero.
        –Te voy a contar una curiosidad sobre esta magnífica escultura –Ella no me hizo mucho caso y siguió a lo suyo–. Resulta que es la única estatua ecuestre que se conserva en Roma de un Emperador romano, y esto es así por error.
        –Me lo explique, qué diría Macario.
        –¿Macario?
        –Sí, mujer… el muñeco de José Luis Moreno.
        –¡Qué antiguo eres! –Sara rio de nuevo–. No fue hasta el S. XVI cuando se identificó al emperador Marco Aurelio como el representado. Antes se pensaba que era Constantino. Así que, durante toda la edad Media, se veneró la estatua de un emperador que había perseguido a los cristianos. El gesto de magnanimidad de Marco Aurelio con los vencidos, durante siglos, fue interpretado como la bendición del primer príncipe de los cristianos, Constantino. Y ahora vayamos tras el Palazzo Senatorio.
Loba capitolina.
        Concluida la rápida explicación sobre la plaza, Sara me llevó donde quería, un mirador tras el Palacio con vistas al Foro, tras pasar ante una reproducción de la famosa loba Capitolina cuyo original se encontraba en el interior de los museos, según Sara, y bajar algunos tramos de escaleras. En aquella especie de terraza con las ruinas del Tabularium bajo el Palazzo Senatorio a nuestra derecha, y el imponente Arco de Septimio Severo a la izquierda, con la visión de las ruinas del foro ocupando todo nuestro horizonte, el sol, se perdió en lontananza minutos después, mientras ambos permanecíamos abrazados junto a la balaustrada, en silencio.
        –Te dije que sería algo muy especial, al menos lo ha sido para mí, nunca vine acompañada a disfrutar de este momento. Acompañada…quiero decir de “mi enemigo”.
        –Ven aquí. Qué bien me ha sonado eso de “mi enemigo”. Te tengo que presentar a una buena amiga que llama así a su consorte   –dije poco antes de estrecharla aún más entre mis brazos, y besarla en la frente–. Para mí también ha sido algo muy especial –le susurré entonces al oído–. Ha sido una experiencia maravillosa. Son unas vistas increíbles, y ahora que han encendido la iluminación artificial parecen tomar un aspecto aún más bello y ancestral. Aunque he de confesarte que me he preocupado un poco… –elevé entonces un poco el tono de mi voz.
        –Madre mía…por donde me saldrás ahora… –confesó ella divertida mientras me miraba a los ojos.
        –Cuando empezaste a hablar de los graznidos de los gansos consagrados a la Diosa Juno, pensé que era el momento de recogernos, que quizá este día tan intenso… en fin… que el cansancio te estaba empezando a pasar factura. 

        Romántico anochecer en los foros.
         -Desde luego…para ganso, tú. –Sara me golpeó con sus dos manos levemente en el pecho, luego me rodeo el cuello con sus brazos, y me besó. Nunca olvidaré aquel romántico instante en el que, amparados por los sugestivos vestigios de la capital del mundo, dejando a nuestra espalda la lúgubre estampa de la Cárcel Mamertina, bajo el raso y anaranjado cielo romano, Sara me hizo sentir el Emperador del orbe.

domingo, 4 de agosto de 2019

PASEOS CON SARA. EN LA PIAZZA VENEZIA.


Piazza Venezia desde el Monumento a Vittorio Emanuelle II
El momento “ristretto con pastas” del Caffé Doria en la Via della Gatta, fue de lo más agradable y reparador; ambos nos confesamos cansados. No había mucha gente en el local, y el ambiente y la decoración clásica del salón donde nos sentamos resultaron acogedores. Durante los breves instantes en los que Sara puso al día su Whatsapp, me quedé absorto observándola…
        –¿En qué piensas? –me interrumpió.
        –En lo afortunado que soy.
        –Ambos lo somos, eso creo. –Ella me sonrió, distraída, mientras seguía atendiendo el teléfono. Entonces, extendí mi mano y le llevé su media melena por el lado izquierdo de su rostro, detrás de la oreja. –Sara me volvió a sonreír e inclinó su cabeza, atrapando mi mano entre su cara y su hombro, girando después un poco su boca, para acabar besándome en el dedo índice.
        –¿Te gusta ver mi oreja?
        –Para que voy a negarte la mayor. Aunque creo que no hay nada que me disguste de ti. No soy objetivo. Me tienes turulato del todo. –Sara soltó una carcajada, mi expresión facial y mis palabras debieron de ser de una sinceridad que incluso le sorprendieron.
        –¡Mi dulce palentino! –exclamó dejando el móvil a un lado, acercando su rostro al mío, besándome suavemente en los labios.
        Conscientemente dejé mis ojos cerrados durante unos instantes saboreando teatralmente aquel momento. Al abrirlos me encontré con aquella mirada suya limpia y triste, cuya sinceridad me desarmaba.
        –No me mires así. Lo dicho… Alelado del todo. No sé qué va a ser de mí. Me siento melifluo hasta la arcada. ¡Me has arrebatado el juicio, bribona! –exclamé sacándole una nueva sonrisa.
        –¿Preparado para ese atardecer romántico en el Campidoglio? –Ella cambió de conversación.
        –Su fiel servidor, Mademoiselle, está listo para lo que sea menester.
        –Pues vamos. –Sara guardó el teléfono en el bolsillo de su cazadora, y me dio la mano, invitándome a salir del Caffé Doria, un lugar que también me había parecido romántico, aunque, siendo realista, si en vez de café y pastas sentados en aquel discreto espacio, hubiéramos tomado una cerveza y unas patatas con ali-oli en la barra, también me lo hubiera parecido.
        Caminamos en la misma dirección que veníamos y enseguida nos asomamos a la Vía del Plebiscito.
        –Ese es el Palazzo Venezia. –Sara me señaló el enorme edificio marrón frente al que desembocaba la Vía della Gatta, y que parecía ocupar toda la manzana.
        –Antes vinimos de allí. Aquello es Il Gesú, ¿no? –comenté mirando hacia la derecha.
        –Exacto. Hemos ido y vuelto de la Piazza de San Ignacio. Ahora, vayamos hacia la izquierda. Quiero que tengas una perspectiva de conjunto de la Piazza Venezia. –Ella me llevó hasta el punto dónde la Vía del Corso desembocaba en la plaza.
–Dispara –le animé una vez que nos detuvimos.
Palazzo Venezia. En el centro el balcón del Duce
–El palacio fue construido en el siglo XV y sirvió de residencia papal, fue sede de la Embajada de la República de Venecia, de ahí su nombre, y, en el s. XIX, de la del Imperio Austro-húngaro, hasta que pasó a manos del estado italiano, creo que en 1917.
        –A mí me suena por Mussolini, ¿Es posible? –pregunté.
        –Sí. Aquí tenía su famoso despacho, en la Sala del Mapamundi, decorada con algunos frescos de Andrea Mantegna. En esa habitación la luz nunca se apagaba, simbolizando así que el gobierno no descansaba; muy populista. Desde aquel balcón, todavía conocido como “balcón del Duce” –Sara me señaló el que presidía la fachada principal del palacio–, arengaba a la multitud, incluso declaró la guerra a Francia y Gran Bretaña desde allí. Actualmente, el palacio es la sede del Museo Nazionale del Palazzo di Venezia, que recoge, por ejemplo, la importante colección que atesoró el Papa Pablo II, con obras de arte de autores de primer nivel como Carlo Maratta, Bernini, Giotto, Guido Reni, Benozzo Gozzoli, Giorgione, Beato Angélico…etc., y de la puntera, a nivel mundial, Biblioteca de Arqueología e Historia del Arte.
        –¡Una cosa! Mantegna es el que pintó aquel famoso cuadro “La lamentación sobre Cristo Muerto”, ¿verdad? –le interrumpí.
Lamento sobre Cristo muerto de Andrea Mantegna. Oleo sobre tabla.
        –El mismo –asintió arrancándose instintivamente en una nueva explicación–. Extraordinario óleo sobre tabla. Cristo aparece representado en una de los escorzos más forzados de la historia de la pintura, casi perpendicular al espectador, con los estigmas de la pasión representados con gran realismo. Llaman la atención los contrastes de luces y sombras en todo el cuadro, y esa riqueza en los tonos grises que acentúan el dramatismo…
        –¡Cuanta pasión sientes por el arte!
        –Sí, mucha, pero es que estamos hablando de una de las obras maestras de la pintura universal. –Sara a veces parecía dar por hecho que algunas cosas todo el mundo las debía conocer, y no le faltaba razón, en parte.
        –Lo sé. Pero mira… Yo nunca olvidaré esa obra por un detalle que leí, no recuerdo donde.
        –¿Cuál?
        –No hay que ser ningún “lumbreras” para llegar a la conclusión de que Mantegna pintó el cuadro colocando en el centro de la tabla… el “asunto”… de Nuestro Señor.
        –¿Asunto?
        –¡Sus partes pudendas, chiquilla! Claro está, ocultas bajo esas sábanas de color tan mortecino como el del cadáver. –Sara soltó una carcajada.
        –Sí, conocía el detalle –Sara volvió a reír–. ¿Y eso es lo que recuerdas del cuadro?
        –Ya sabes…tengo una mente retorcida y pubescente –añadí jocoso, mientras ella volvía a reír y exclamaba…
        –¡Ay madre! ¡Pubescente! El escritor está descontrolado –Sara se cogió a mi cintura mientras seguía riendo.
        –No sé… Me pareció el adjetivo adecuado. Iba a dejarlo en pueril, pero me pareció más apropiado acercar la edad de mi mente a la adolescencia.
–Déjalo, no sigas… que voy a creer que hasta piensas lo que dices, pedazo de cochinote –Ella me acarició la cara y me volvió a coger de la mano, retomando su narración.
        –Bueno, pues este es el centro de Roma ahora. El entorno fue remodelado por completo entre finales del s. XIX y comienzos del XX. El motivo fue la construcción del monumento a Vittorio Emanuelle II que es la edificación que se sitúa enfrente.
–Parece una tarta –apunté con espontaneidad.
Monumento a Vittorio Emanuelle II. Piazza Venezia.
        –Hay opiniones para todos los gustos, incluso llegaron a proponer su demolición. Es una de tantos edificios que se pusieron de moda en el siglo XIX por toda Europa. Algunos dicen que parece una máquina de escribir, incluso una dentadura. Tras la unificación italiana y el despertar del fervor patriótico en Roma, una vez que la ciudad se había liberado del dominio papal, se trató de ensalzar la laicidad del pueblo italiano; con ese monumento se ocultó a la vista la Iglesia de Aracoeli, símbolo eclesial que presidía la colina del Capitolio, situada ahora a sus espaldas.
Palazzo de la Assicurazioni Generali. Piazza Venezia
–A nuestra izquierda, y para dar simetría a la plaza, se edificó el Palazzo de la Assicurazioni Generali, a principios del S. XX. Fíjate en el relieve del s. XVI que decora su fachada, un león alado que sostiene en una de sus garras un libro; simboliza a San Marcos. Con esa gran remodelación se le dio todo el protagonismo al Monumento a Vittorio Emanuelle II, también llamado Vittoriano, abriendo esta magnífica vista que puedes apreciar desde aquí, desde la Via del Corso. A 1,5 kilómetros, en línea recta y en esa otra dirección –Sara me indicaba que era a nuestras espaldas–, está el Obelisco Flaminio, en la Piazza dil Popolo Respecto a la arquitectura del Palazzo Venezia, te daré cuatro pinceladas.
        –Dame esos brochazos… –añadí con salero.
        –El cardenal veneciano Pietro Barbo, luego Papa Pablo II, ordenó construir este palacio junto a la iglesia de San Marcos, que él había mando restaurar ya cuando se convirtió en su titular, com cardenal, a mediados del s. XV. Se supone que el arquitecto fue Leon Battista Alberti, quien integró algunas estructuras existentes como esa torre, La Torre de la Biscia o Torre de la culebra, de corte medieval. El palacio es renacentista, y la fachada se estructura en tres pisos decrecientes en altura de abajo a arriba. La planta de abajo se adorna con sencillos ventanales con arcos de medio punto, la intermedia con vanos adintelados divididos en cuarterones por una cruz de piedra y, el último, con pequeñas ventanas cuadradas. Se remata con almenas y canecillos meramente decorativos pero que lo acercan, en la estética, a la medievalidad de la torre. En su interior se construyó un jardín al estilo romano de los viridarium, jardines abiertos rodeados de pórticos diseñados para la paz y la tranquilidad de las clases pudientes. Antes de que se me olvide te diré que el Papa, Paulo II, popularizó las carreras sin caballos para Carnaval, algo muy del gusto de todo veneciano. Salían de la Piazza dil Popolo y acababan aquí; esas competiciones dieron nombre a la Vía del Corso.
        –Resulta innegable la monumentalidad de la plaza –apunté impresionado.
Palazzo Bonaparte. Piazza Venezia. Roma.
–Cambió mucho con la construcción del Monumento a Vittorio Emanuelle II. Incluso parte del Palacio fue trasladada piedra a piedra para que nada interfiriera en la contemplación de la nueva construcción. Y este edificio que tenemos a nuestra espalda es el Palazzo Bonaparte, del s. XVII, donde vivió la madre de Napoleón tras la caída y muerte de su hijo. Desde las ventanas del enorme mirador techado que tenemos encima –Sara me señaló un ampuloso balcón en esquina–, observaba la cotidianidad romana.
–¿Has leído “La Sombra del Águila” de Arturo Pérez Reverte?    –le pregunté de repente.
–No.
–Me “troncho” con ese libro. Los soldados españoles llaman a Napoleón, “le petit cabrón”. Así que deduzco que la madre de “le petit cabrón” era una especia de “vieja del visillo”. –Sara rio.
–Es muy probable. No se dejaba ver mucho en sociedad la señora Letizia Bonaparte.
–No me extraña, con la que había liado su amado hijo por toda Europa, y en Roma en concreto, era para esconder la cabeza como un avestruz.
        –Ahora, no perdamos mucho tiempo. Otro día, tendremos mucho que ver por el otro lado de la plaza y aprovecharemos para subir al Vittoriano.
–A mí me parece una construcción colosal.
–Una de las cosas que más se le criticaron era que su grandilocuencia y su color blanco, contrastaban con el tradicional equilibrio y la armonía de la monumentalidad romana existente. En fin, cuestión de gustos.
Sara me llevó por el lateral de la plaza y, doblando la esquina del Palazzo Venezia, nos asomamos a la Piazza de San Marcos.
–Adosado al Palazzo Venezia está la Basílica di San Marco. Imagino que esté cerrada. Vayamos el centro de la plaza para ver mejor su fachada.
        Sara se adentró por la acera peatonal que cruzaba la Piazza de San Marcos hasta que tuvimos una perspectiva adecuada.
Logia de las bendiciones de la Basilica di San Marco. Roma.
        –Esa es la logia de las bendiciones. Fue construida con materiales provenientes del Coliseo y del Teatro Marcelo. El interior, como imaginaba, no podremos verlo, pero te diré que el templo es de planta basilical con la decoración barroca propia de los templos restaurados entre los siglos XVII y XVIII. La basílica fue mandada edificar por el Papa San Marcos en el s. IV, en época del emperador Constantino, y luego fue restaurada por primera vez en época de Gregorio IV en el siglo IX. De esa época son los mosaicos del ábside que representan a Cristo escoltado por ángeles con la mano levantada en señal de bendición, y a Gregorio IV presentándole el modelo de la basílica sosteniéndola en una de sus manos. Dentro está la lápida sepulcral de Vannozza Cattaney. Su capilla y enterramiento en Santa María dil Popolo fueron expoliados por los lansquenetes alemanes en el Saco de Roma de 1527. Sólo se salvó eso.
–Me parece estupendo, pero… ¿quién era esa señora?
–La madre de Lucrecia, César, Juan y Godofredo Borgia, la principal amante de Rodrigo Borgia, el famoso Papa Alejandro VI.
–Ya entiendo… Un Papa con pocos miramientos en cuanto al  voto de castidad, sólo entendible si la belleza de su Vannozza era tan irresistible como la de mi Sara –añadí guiñándole un ojo y haciéndole un arrumaco.
–Eres un zalamero incorregible y un pulpo –me reprendió cogiéndome de las manos–. Y como no vamos a poder entrar hoy, veamos esa escultura que está en la esquina de la plaza, y te cuento alguna cosa sobre ella. ¡Vamos! –me apremió.
        Sara me llevó hacia ella.
–Se trata de una de las seis estatuas parlantes de la ciudad, la de Madama Lucrecia.
–¿Estatuas parlantes? –le inquirí curioso.
–En Roma hay seis esculturas que aún usan los habitantes de la ciudad para colgar de ellas reivindicaciones, críticas, y protestas políticas.
–¿Cómo un tablón de anuncios?
–Algo así. La más famosa es la del Pasquino situada en la plaza que lleva su nombre, muy cerca de Piazza Navona.
–A Piazza Navona tenemos que volver, la vimos muy de pasada el primer día cuando me llevaste a San Luis de los franceses a ver la fantástica Capilla Contarelli, con las pinturas de Caravaggio.
Madama Lucrecia. Roma.
–Seguro que lo haremos –comentó llegados ya ante la escultura–. Te presento a Madama Lucrecia –dijo Sara con gracia–, es de época romana y se cree que representa a la Diosa Isis. Se le puso ese nombre porque fue donada por Lucrecia D’Alagno, amante de Alfonso II de Nápoles, que se retiró aquí a la muerte de este último, y vivió en este solar. Y ahora, vayamos hacia el Campidoglio que, si nos descuidamos, no llegamos a tiempo para ver el atardecer –Sara dio por concluida la visita a la Piazza di San Marco. Ambos giramos en dirección a la Piazza Aracoeli.
–Esa fuente parece una piña –apunté curioso llegando a la esquina de la Piazza di San Marco.
Fontana de la Piña. Piazza di San Marco. Roma
–Es una piña. La Fontana de la piña. Hay quien dice que tiene la mejor agua de Roma, aunque yo no la he probado.
–Pues yo tampoco la cataré. Por cierto, te han dicho alguna vez que eres la enciclopedia con piernas más hermosa del mundo mundial –Sara rio y se agarró a mi brazo–. A tu lado voy más hinchado que un pavo real. Debo de ser la envidia urbi et orbi, permítaseme el latinajo.
–Muy apropiado. –Sara volvió a reír.
–No acierto a imaginarme lo que sería visitar estos lugares sin ti, ahora que lo estoy viviendo.
–Roma es una ciudad muy especial, seguro que la disfrutarías.
–Ya, pero no es lo mismo. Una guía local o una audioguía no tienen nada que hacer ante la más bella medievalista que la Mancha diera, la más fermosa y afamada doncella, aquella que condenó al ostracismo a la simpar Dulcinea del Toboso…
–Bueno, bueno… Me aparece que a mi caballero andante se le está empezando a ir la calabaza. Vamos, charlatán.
–Está bien, dejaré los halagos, pero este nuevo D. Quijote, este “caballero de la triste figura” necesita embrazar a la dueña de su corazón, necesito un estímulo para poder seguir adelante.
Sara me abrazó y permaneció en silencio durante unos instantes. Luego me miró con ternura y me beso.
–No dejaría de mantenerte de esta guisa ni para comer.
–Un poco incómodo, ¿no?. Anda que… ¿De esta guisa? Qué daño te hace la lectura –añadió risueña.
–Los caballeros andantes somos muy virtuosos, podemos hacer varias cosas a la vez. –Sara rio y me cogió de la mano, llevándome a través de la Piazza de Aracoeli.
        –¿Está preparado mi fiel caballero?
       
        –Adarga embrazada y lanza en ristre, presto para el combate   –bromeé, mientras ella retomaba su relato ante las ruinas de un edificio de ladrillo, al pie ya de las escalinatas del Campidoglio, cuya cartela anunciaba que se trataba de una Insulae.