Nos dirigíamos al próximo destino
planificado por mi bella Cicerone, la cercana sala 42, cuando ella se detuvo.
–Por
cierto, ¿sabes dónde está el lienzo más grande del mundo?
–Por
lo que me has dicho, imagino que en Venecia.
–Frio,
frio…
–¿Frio
yo? A tu lado ardo de pasión y deseo. –Le hice una carantoña.
–No
seas borrico.
–Pues,
tú dirás.
–En
Albacete.
–¡No
puede ser! –exclamé, soltando luego una imprevista carcajada–. ¿En Albacete?
–Te
cuento. Es que son historias que me gustan mucho. En 1949, El papa Pio XII decidió
crear la diócesis de Albacete. Para ello había que asignarla un territorio,
puesto que antes era sufragánea
de la archidiócesis de Valencia.
–Y
te quejabas de mí con el tema de las palabras –ironicé.
–Vamos…
que dependía de la jurisdicción y autoridad de Valencia.
–Imaginaba.
–Para
ello tuvieron que adjudicarle parroquias que antes pertenecían a las diócesis de
Cartagena, Cuenca y Orihuela-Alicante, y a la archidiócesis de Toledo. Creo que
me estoy enrollando.
–El
lienzo. Ibas a explicarme lo del lienzo –ironicé de nuevo.
–Ya.
El caso es que el primer obispo que tuvo, Arturo Tavera, se encontró con que su
catedral, la de san Juan Bautista, presentaba un aspecto desangelado, con las
paredes desnudas, después de haber sido saqueada en la guerra civil, y decidió
decorarlas. El obispo había oído hablar de un artista que era presbítero, natural
de Ayora, D. Casimiro Escrivá, que tenía cierta fama por haber expuesto en varias
galerías incluso fuera de España. Y el sacerdote aceptó el reto de decorar toda
la iglesia; casi mil metros cuadrados de paredes fueron cubiertas con sus lienzos
adosándolos a la piedra. Tardó 4 años, de 1958 a 1962. Es la obra en lienzo más
grande realizada por una sola persona, sin ayuda de discípulos.
–Meritorio.
Muy meritorio.
–Y
reflejó escenas bíblicas, y otras más actuales. A su obra se la conoce
popularmente como “El
lienzo de D. Casimiro”.
–Habrá
que ir a Albacete a verlo.
–Uno
de tantos sitios con cosas que ver. Entremos en la Sala. –Sara concluyó su disertación y me invitó a
entrar en aquel espacio. Percibí un importante cambio de luz. La gran galería
de la que veníamos estaba más iluminada.
–Y
este es el cuadro.
–¿Dónde
está ese desnudo…? –bromeé.
–Aquí.
Alégrate la vista, ensaliva, pero no salpiques. –Sara rio.
–Esta
muchacha tiene un aspecto delicioso. Cierto, se le hace a uno la boca agua.
–Anda…
Vamos a ver el cuadro no sea que tenga que pedir una fregona al servicio de
limpieza para recoger las babazas que estás dejando. –Ella volvió a reír divertida
–Ciertamente,
ha aumentado mi secreción salivar.
–Hablando
en serio. Me parece un cuadro extraordinario.
–Lo
es. Es uno de mis preferidos. Y ese desnudo es maravilloso.
–Sí
tuviera que quedarme con una de las dos… –comenté cogiéndola por la cintura.
–Ya.
Imagino que harías el esfuerzo de quedarte conmigo porque soy algo más real.
–Es
probable –le sonreí besándole luego la mejilla.
–Anda,
cuentista, déjame seguir. En 1517, Alfonso I de Este, III duque de Ferrara, decidió
encargar a Tiziano tres cuadros para decorar una estancia de su palacio, el llamado
“Camarín d’alabastro”. Primero pintó el que tenemos al lado, “Ofrenda
a Venus”, luego “Baco
y Ariadna” que está en la National Gallery de Londres y, finalmente, la
bacanal. –Sara ya estaba con el móvil en la mano para enseñarme el único que no
podríamos admirar, el que estaba en Inglaterra.
–¡Vaya
cuadro! Menudo colorido, ese azul es precioso.
–Es
una serie de cuadros fantástica. Para realizar la bacanal y la ofrenda, los dos
que podemos ver en vivo, recibió precisas instrucciones de que siguiera lo
escrito por el clásico griego Filóstrato en su obra “Imágenes”. “La bacanal” es
mi debilidad. Tiziano pinta una escena que se desarrolla en la isla de Ándros,
donde un abigarrado conjunto de personajes disfruta de una fiesta
abundantemente regada con vino. Compositivamente es una maravilla, dada la
dificultad de representar tantas figuras en las más variadas posturas y
actitudes, y con su personal grado de afectación alcohólica. La ninfa es para
mí el mejor desnudo que pintó el genio veneciano. Dormida y desinhibida por los
efectos de la bebida, la joven ha llevado su brazo derecho bajo su cabeza
dejando expuesto su cuerpo al completo, al haberse deslizado sobre él esa leve
túnica blanca. Su brazo izquierdo ha dejado caer una vasija vacía. Su cuerpo
nacarino, bello y escultural, se ofrece voluptuoso y extremadamente sensual al
espectador. Su rostro sonrosado por los efectos del vino contrasta con el color
del resto de carnaciones…
–No
sigas que me estoy alterando…. –bromeé sin que ella me hiciera caso.
–Si
partimos de la parte de arriba vemos que enmarca la escena dentro de un
precioso paisaje de cielo azul con nubes blancas, con un barco al fondo que
parece partir, quizá lleve a Baco después de haber dejado en la isla a sus
seguidores para que disfruten de la fiesta, y una frondosa vegetación, entre la
que destaca, en el árbol de la derecha, un pavo real, y a la izquierda de la
pintura, las parras que trepan por los árboles cargadas de jugosos racimos de
uvas. Al fondo, a la derecha, hay un anciano con un tono de piel sospechosamente
rojizo sobre hojas de parra y racimos de uva. Se trata de la personificación del
río de vino que la mitología dice que Baco creo para sus acólitos, y que puedes
ver como discurre en el primer plano de la escena. Del grupo de personajes
centrales destacan, como te decía, sus diferentes gestos y poses, unos bailan, otros
parecen charlar, uno sirve vino a una mujer, el del centro parece buscar
impurezas en el vino, uno casi sale de la escena con el cántaro que acaba de
llenar… Te voy a señalar algunas cosas más. Las dos mujeres que parecen hablar,
abajo, en el primer plano…
–Localizadas.
–Descansan
cada una con una flauta en la mano, quizá después de interpretar la partitura que
yace al lado; una canción que reza: “quien bebe y no vuelve a beber, no sabe lo
que es beber”. Y el gracioso niño que está al lado sube su túnica con descarada
inocencia y …
–¡No
fastidies! ¡Está meando! Es increíble se ve el chorrillo saliendo de…
–Orina
en el río de vino, y simboliza la risa. Resulta gracioso que el niño esté
haciendo sus necesidades sobre el vino, mientras en el lado izquierdo aparece
un personaje que está llenando su jarra del mismo cauce.
–Me
gusta mucho el cuadro. Desde luego el desnudo es maravilloso, sensual,
provocador.
–No
te emociones –Sara rio–. Hay quien dice que esa figura es un añadido a la
composición inicial, quizá un encargo del mismo comitente para su disfrute
privado. Fíjate en algunos detalles como el de la trasparencia de las copas del
suelo y el de la túnica en el brazo derecho de la mujer desnuda, o la sutileza con
que diferencia el color de la piel de la ninfa con los dedos del pie derecho manchados
de vino igual que las piernas del niño.
–Muy
logrado, sí señorita. Y el niño orinando es graciosísimo.
–Una
última cosa. La firma.
–No
la veo.
–Claro
porque no le quitas ojo a la sugerente ninfa.
–Es
probable.
–Hay
más mujeres en el cuadro.
–Pero
llevan ropa.
–Pues
fíjate en ellas un poco. Una parece llamar la atención de la otra, bajo la escrutadora
mirada del hombre de al lado, que no pierde detalle mientras llena su jarra. La
muchacha que vemos de frente lleva la firma en el escote “TITIANUS F”, Titianus fecit (Tiziano
lo hizo en latín), y una violeta, dicen que haciendo referencia a su amante, a
la que adoraba, cuyo nombre era Violante. Hay quien afirma que su rostro es un
retrato de ella.
–¡Qué
cuadro más hermoso! Y ese desnudo…
–Me
parece que solo te interesa esa parte del cuadro.
–Ahora
que lo dices, el resto es bonito, pero el cuerpo de esa muchacha…
–Anda,
vejete salaz. Vamos a echar un vistazo a
“la Ofrenda a Venus”. Igual viendo sólo amorcillos desnudos te despejas.
–Seguro
que miraré de reojo al cuadro de al lado. –Sara rio.
–En
este cuadro Tiziano nos muestra una escena repleta de amorcillos, en la
mitología griega se los denominaba Erotes, y en el renacimiento Putti. Algunos
de ellos aparecen volando entre los árboles, trepando y arrancando las manzanas
que luego quedan desperdigadas por el suelo. El resto de amorcillos se esparce
por el prado desordenadamente. Fíjate que cada uno presenta una actitud
diferente; al fondo bailan, unos recogen frutas, otros se pelean, otros se
besan, uno va a lanzar su flecha, dos ofrecen un cesto a la diosa Venus, que
aparece en forma de estatua. Observa en el centro como se abre un pequeño claro
donde un Erote coge una liebre. Este animal se relaciona con Venus, como
símbolo de fertilidad, deseo o reproducción. En el lado derecho aparecen dos
ninfas parece que mirando algo que está fuera del cuadro.
–Mirando fuera sólo
veo una.
–Fíjate bien.
Una gira la cabeza, pero la otra mira hacia un espejo.
–Muy sutil.
–Recuerda que estos
cuadros fueron un encargo para una estancia determinada donde ya había otras
obras de arte. Cada obra iba en un lugar preciso, y ese puede que sea el motivo
que de sentido a esta escena. Estarían mirando hacia otro cuadro, o quizá hacia
una estatua de la diosa que hubiera en el “Camarín D’alabastro”.
–Es bonito, pero
me quedo con el anterior.
–Eso ya lo sabía
yo.
–¿Podemos…?
–pregunté a Sara con el deseo de volver hacia atrás, señalándoselo con la
cabeza.
–Pues claro.
Pero no te quedes lelo mirando a la ninfa.
–Eso será fácil,
a no ser que mi bella acompañante se muestre celosa y me ofrezca algo mejor.
–Sara giro la cabeza hacia los dos lados, observó que no había nadie más que
una turista oriental sentada en un banco detrás de nosotros, que se había
quedado dormida mientras descansaba y, discretamente, me beso en los labios con
suavidad.
–¡Qué bien sabe
mi ninfa! –exclamé volviendo mi rostro hacia un lado al instante–, y usted
perdone, no le había visto –me disculpé de un “San
Jerónimo penitente” de Lorenzo Lotto que, arrodillado, me pareció
escandalizado ante lo que había presenciado –Sara no pudo reprimir una
carcajada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario