miércoles, 22 de abril de 2020

POR EL MUSEO DEL PRADO CON SARA. LA BACANAL DE LOS ANDRIOS Y LA OFRENDA A VENUS DE TIZIANO



      Nos dirigíamos al próximo destino planificado por mi bella Cicerone, la cercana sala 42, cuando ella se detuvo.
        –Por cierto, ¿sabes dónde está el lienzo más grande del mundo?
        –Por lo que me has dicho, imagino que en Venecia.
        –Frio, frio…
        –¿Frio yo? A tu lado ardo de pasión y deseo. –Le hice una carantoña.
        –No seas borrico.
        –Pues, tú dirás.
        –En Albacete.
        –¡No puede ser! –exclamé, soltando luego una imprevista carcajada–. ¿En Albacete?
        –Te cuento. Es que son historias que me gustan mucho. En 1949, El papa Pio XII decidió crear la diócesis de Albacete. Para ello había que asignarla un territorio, puesto que antes era sufragánea de la archidiócesis de Valencia.
        –Y te quejabas de mí con el tema de las palabras –ironicé.
        –Vamos… que dependía de la jurisdicción y autoridad de Valencia.
        –Imaginaba.
        –Para ello tuvieron que adjudicarle parroquias que antes pertenecían a las diócesis de Cartagena, Cuenca y Orihuela-Alicante, y a la archidiócesis de Toledo. Creo que me estoy enrollando.
        –El lienzo. Ibas a explicarme lo del lienzo –ironicé de nuevo.
        –Ya. El caso es que el primer obispo que tuvo, Arturo Tavera, se encontró con que su catedral, la de san Juan Bautista, presentaba un aspecto desangelado, con las paredes desnudas, después de haber sido saqueada en la guerra civil, y decidió decorarlas. El obispo había oído hablar de un artista que era presbítero, natural de Ayora, D. Casimiro Escrivá, que tenía cierta fama por haber expuesto en varias galerías incluso fuera de España. Y el sacerdote aceptó el reto de decorar toda la iglesia; casi mil metros cuadrados de paredes fueron cubiertas con sus lienzos adosándolos a la piedra. Tardó 4 años, de 1958 a 1962. Es la obra en lienzo más grande realizada por una sola persona, sin ayuda de discípulos.
        –Meritorio. Muy meritorio.
        –Y reflejó escenas bíblicas, y otras más actuales. A su obra se la conoce popularmente como “El lienzo de D. Casimiro”.
        –Habrá que ir a Albacete a verlo.
        –Uno de tantos sitios con cosas que ver. Entremos en la Sala.  –Sara concluyó su disertación y me invitó a entrar en aquel espacio. Percibí un importante cambio de luz. La gran galería de la que veníamos estaba más iluminada.
        –Y este es el cuadro.
        –¿Dónde está ese desnudo…? –bromeé.
        –Aquí. Alégrate la vista, ensaliva, pero no salpiques. –Sara rio.
        –Esta muchacha tiene un aspecto delicioso. Cierto, se le hace a uno la boca agua.
        –Anda… Vamos a ver el cuadro no sea que tenga que pedir una fregona al servicio de limpieza para recoger las babazas que estás dejando. –Ella volvió a reír divertida
        –Ciertamente, ha aumentado mi secreción salivar.
        –¡Qué fino! –Sara se puso seria–. Estamos ante “La bacanal de los andrios”, también de Tiziano.
        –Hablando en serio. Me parece un cuadro extraordinario.
        –Lo es. Es uno de mis preferidos. Y ese desnudo es maravilloso.
        –Sí tuviera que quedarme con una de las dos… –comenté cogiéndola por la cintura.
        –Ya. Imagino que harías el esfuerzo de quedarte conmigo porque soy algo más real.
        –Es probable –le sonreí besándole luego la mejilla.
        –Anda, cuentista, déjame seguir. En 1517, Alfonso I de Este, III duque de Ferrara, decidió encargar a Tiziano tres cuadros para decorar una estancia de su palacio, el llamado “Camarín d’alabastro”. Primero pintó el que tenemos al lado, “Ofrenda a Venus”, luego “Baco y Ariadna” que está en la National Gallery de Londres y, finalmente, la bacanal. –Sara ya estaba con el móvil en la mano para enseñarme el único que no podríamos admirar, el que estaba en Inglaterra.
        –¡Vaya cuadro! Menudo colorido, ese azul es precioso.
        –Es una serie de cuadros fantástica. Para realizar la bacanal y la ofrenda, los dos que podemos ver en vivo, recibió precisas instrucciones de que siguiera lo escrito por el clásico griego Filóstrato en su obra “Imágenes”. “La bacanal” es mi debilidad. Tiziano pinta una escena que se desarrolla en la isla de Ándros, donde un abigarrado conjunto de personajes disfruta de una fiesta abundantemente regada con vino. Compositivamente es una maravilla, dada la dificultad de representar tantas figuras en las más variadas posturas y actitudes, y con su personal grado de afectación alcohólica. La ninfa es para mí el mejor desnudo que pintó el genio veneciano. Dormida y desinhibida por los efectos de la bebida, la joven ha llevado su brazo derecho bajo su cabeza dejando expuesto su cuerpo al completo, al haberse deslizado sobre él esa leve túnica blanca. Su brazo izquierdo ha dejado caer una vasija vacía. Su cuerpo nacarino, bello y escultural, se ofrece voluptuoso y extremadamente sensual al espectador. Su rostro sonrosado por los efectos del vino contrasta con el color del resto de carnaciones…
        –No sigas que me estoy alterando…. –bromeé sin que ella me hiciera caso.
        –Si partimos de la parte de arriba vemos que enmarca la escena dentro de un precioso paisaje de cielo azul con nubes blancas, con un barco al fondo que parece partir, quizá lleve a Baco después de haber dejado en la isla a sus seguidores para que disfruten de la fiesta, y una frondosa vegetación, entre la que destaca, en el árbol de la derecha, un pavo real, y a la izquierda de la pintura, las parras que trepan por los árboles cargadas de jugosos racimos de uvas. Al fondo, a la derecha, hay un anciano con un tono de piel sospechosamente rojizo sobre hojas de parra y racimos de uva. Se trata de la personificación del río de vino que la mitología dice que Baco creo para sus acólitos, y que puedes ver como discurre en el primer plano de la escena. Del grupo de personajes centrales destacan, como te decía, sus diferentes gestos y poses, unos bailan, otros parecen charlar, uno sirve vino a una mujer, el del centro parece buscar impurezas en el vino, uno casi sale de la escena con el cántaro que acaba de llenar… Te voy a señalar algunas cosas más. Las dos mujeres que parecen hablar, abajo, en el primer plano…
        –Localizadas.
        –Descansan cada una con una flauta en la mano, quizá después de interpretar la partitura que yace al lado; una canción que reza: “quien bebe y no vuelve a beber, no sabe lo que es beber”. Y el gracioso niño que está al lado sube su túnica con descarada inocencia y …
        –¡No fastidies! ¡Está meando! Es increíble se ve el chorrillo saliendo de…
        –Orina en el río de vino, y simboliza la risa. Resulta gracioso que el niño esté haciendo sus necesidades sobre el vino, mientras en el lado izquierdo aparece un personaje que está llenando su jarra del mismo cauce.
        –Me gusta mucho el cuadro. Desde luego el desnudo es maravilloso, sensual, provocador.
        –No te emociones –Sara rio–. Hay quien dice que esa figura es un añadido a la composición inicial, quizá un encargo del mismo comitente para su disfrute privado. Fíjate en algunos detalles como el de la trasparencia de las copas del suelo y el de la túnica en el brazo derecho de la mujer desnuda, o la sutileza con que diferencia el color de la piel de la ninfa con los dedos del pie derecho manchados de vino igual que las piernas del niño.
        –Muy logrado, sí señorita. Y el niño orinando es graciosísimo.
        –Una última cosa. La firma.
        –No la veo.
        –Claro porque no le quitas ojo a la sugerente ninfa.
        –Es probable.
        –Hay más mujeres en el cuadro.
        –Pero llevan ropa.
        –Pues fíjate en ellas un poco. Una parece llamar la atención de la otra, bajo la escrutadora mirada del hombre de al lado, que no pierde detalle mientras llena su jarra. La muchacha que vemos de frente lleva la firma en el escote “TITIANUS F”, Titianus fecit (Tiziano lo hizo en latín), y una violeta, dicen que haciendo referencia a su amante, a la que adoraba, cuyo nombre era Violante. Hay quien afirma que su rostro es un retrato de ella.
        –¡Qué cuadro más hermoso! Y ese desnudo…
        –Me parece que solo te interesa esa parte del cuadro.
        –Ahora que lo dices, el resto es bonito, pero el cuerpo de esa muchacha…
        –Anda, vejete salaz. Vamos a echar un vistazo a “la Ofrenda a Venus”. Igual viendo sólo amorcillos desnudos te despejas.
        –Seguro que miraré de reojo al cuadro de al lado. –Sara rio.
        –En este cuadro Tiziano nos muestra una escena repleta de amorcillos, en la mitología griega se los denominaba Erotes, y en el renacimiento Putti. Algunos de ellos aparecen volando entre los árboles, trepando y arrancando las manzanas que luego quedan desperdigadas por el suelo. El resto de amorcillos se esparce por el prado desordenadamente. Fíjate que cada uno presenta una actitud diferente; al fondo bailan, unos recogen frutas, otros se pelean, otros se besan, uno va a lanzar su flecha, dos ofrecen un cesto a la diosa Venus, que aparece en forma de estatua. Observa en el centro como se abre un pequeño claro donde un Erote coge una liebre. Este animal se relaciona con Venus, como símbolo de fertilidad, deseo o reproducción. En el lado derecho aparecen dos ninfas parece que mirando algo que está fuera del cuadro.
–Mirando fuera sólo veo una.
–Fíjate bien. Una gira la cabeza, pero la otra mira hacia un espejo.
–Muy sutil.
–Recuerda que estos cuadros fueron un encargo para una estancia determinada donde ya había otras obras de arte. Cada obra iba en un lugar preciso, y ese puede que sea el motivo que de sentido a esta escena. Estarían mirando hacia otro cuadro, o quizá hacia una estatua de la diosa que hubiera en el “Camarín D’alabastro”.
–Es bonito, pero me quedo con el anterior.
–Eso ya lo sabía yo.
–¿Podemos…? –pregunté a Sara con el deseo de volver hacia atrás, señalándoselo con la cabeza.
–Pues claro. Pero no te quedes lelo mirando a la ninfa.
–Eso será fácil, a no ser que mi bella acompañante se muestre celosa y me ofrezca algo mejor. –Sara giro la cabeza hacia los dos lados, observó que no había nadie más que una turista oriental sentada en un banco detrás de nosotros, que se había quedado dormida mientras descansaba y, discretamente, me beso en los labios con suavidad.
–¡Qué bien sabe mi ninfa! –exclamé volviendo mi rostro hacia un lado al instante–, y usted perdone, no le había visto –me disculpé de un “San Jerónimo penitente” de Lorenzo Lotto que, arrodillado, me pareció escandalizado ante lo que había presenciado –Sara no pudo reprimir una carcajada.

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