miércoles, 8 de abril de 2020

POR EL MUSEO DEL PRADO CON SARA. LA PERLA Y LA OLA DE PAUL BAUDRY.


         Sara me llevó paseando, sin detenerse, a través de las salas 061b y 061.
        –Como ves, la mayor parte de los cuadros de estas salas son de gran formato, pintura de historia del s.XIX. Pero… te quiero llevar a la siguiente sala, porque creo que te resultará mucho más “edificante” la obra que te voy a enseñar. –Ella me sonrió con picardía.
        –¡Qué estarás tramando, bribona! –exclamé divertido.
        –Vamos a la sala 062. Allí está el legado de Ramón de Errazu.
        –¿Quién era?
        –Ramon de Errazu pertenecía a una familia de empresarios vascos. Nacido en México, vivió en París, donde se relacionó con el mundo del arte, principalmente con Raimundo de Madrazo.
        –De la saga de los Madrazo.
        –El hijo de Federico.
        –Ok. El de la Condesa de Vilches, el cuadro de antes.
        –Exacto. El caso es que a Ramón de Errazu le dio por coleccionar, debido a la influencia familiar y a la de su círculo de amistades. A su muerte, en 1904, legó en su testamento 25 obras al Museo del Prado. En esta sala hay expuestas algunas de ellas como las del gran paisajista Martin Rico, con esos cuadros llenos de luz, o ese retrato de cuerpo entero de Ramón de Errazu que le hizo el propio Raimundo de Madrazo. Y bueno…también la obra que quiero que veas. –Sara me llevó ante un espectacular desnudo femenino.
        –Pero mujer… ¡Qué cuadros me enseñas! ¡Uno no es de piedra! –exclamé–. Una moza de curvas sinuosas con cara de desear ser “explorada”. Por eso lo de que iba a ser “edificante”. ¡Eres un diablillo tunante y provocador! –comenté enarcando las cejas repetidas veces, travieso.
        –Dudaba sí enseñarte esta pintura. Quizá no pueda controlar al vejete libidinoso que habita en ti –añadió paciente–. Anda, no seas bobo. Lo que te decía, pertenece al legado Errazu, y se trata de uno de los mejores desnudos del museo.
        –No seré yo quien lo ponga en duda, aunque nada que ver con el de la señorita que llevo de la mano –besé a Sara en la frente.
        –Me lo voy a tomar como un piropo, eso sí, algo cochino –ella me sonrió.
        –Pues cuéntame, o seguiré pensando en el desnudo de su merced.
        –Retiro lo del piropo. Cochino directamente –esta vez rio, mientras me apretaba la mano y apoyaba su cabeza en mi hombro–. Pues verás… se trata de la obra de Paul Baudry, un pintor francés de segunda mitad del s. XIX, “la perla y la ola” o también llamada “fábula persa”.
        –Hablando en serio. Me parece espectacular ­–comenté.
        –Pues voy a ver cómo te desvelo sus secretos sin despertar aún más tus instintos básicos –añadió jocosa y dubitativa.
        –Ve sin cuidado, están bajo control, pero suficientemente despiertos teniéndote tan cerca –bromeé mientras le hacía una carantoña y jugueteaba con su mano.
        –Como no tienes remedio, vamos al asunto –me sonrió y continuó–. Paul Baudry fue un pintor de éxito en época de Napoleón III. La obra está fechada en 1863 y, cuando se presentó, despertó admiración, por su indiscutible calidad, y alguna crítica, por considerarse atrevida.
        –Me hago cargo –dije con afectada resignación.
        –El autor nos presenta a una mujer de extraordinaria belleza, de cuerpo voluptuoso y nacarino, sobre la arena, a punto de ser envuelta por una ola de mar. Es una perla cuyo estuche es la ola que la va a cubrir.
        –Cubrir…
        –Sí, en parte, esa podría ser una explicación sobre la intención que el autor quería dar al cuadro. Una mujer como símbolo evidente de sexualidad femenina que va a ser seducida, engullida por el mar, que simbolizaría la sexualidad masculina. Puede ahondar en esta interpretación el hecho de que, en la última restauración y limpieza, se han recuperado los rastros de un anillo que tenía la mujer en uno de sus dedos, como símbolo del matrimonio. En fin… interpretaciones se pueda haber muchas. También podemos hacerla entroncar con el tema clásico del nacimiento de Venus, Venus surgida del mar, o Venus Anadiomena. Te enseñaré alguna foto de pinturas… –Sara sacó su móvil y me invitó a ver algunos cuadros–. Mira esta obra de Tiziano, o ésta de Botticelli.
        –La de Botticelli pude verla en los Uffizi, ¿puede ser?
        –Sí. Y mira estos dos, más o menos contemporáneos al de Baudry. A mí me encantan. Los dos son sobre el mismo tema del Nacimiento de Venus; este, de Alexandre Cabanel, del mismo año, y este de Bouguereau, un poco más tardío, de 1879.
        –Tienes razón, dos magníficas pinturas. Y… ¡vaya cuerpazos!
        –No seas guarro que enseguida se te cae la baba. Céntrate en el cuadro de nuevo que te me dispersas… –Sara me miró con reproche, pero divertida.
        –A sus órdenes, encantadora guía –obedecí con cierta sorna.
        –A lo que iba. Destaca el análisis anatómico de la mujer, cuyo cuerpo se extiende sobre la arena, con suavidad, exponiendo al espectador la armonía de sus curvas, la del brazo-axila-seno, la de la cintura y las nalgas, la de las rodillas y la de los tobillos. En contraste, tenemos la postura, forzada pero magistral, de sus brazos y manos, y, sobre todo la de la cabeza. El rostro aparece girado y bien dibujado, destacando el perfecto modelado de las cejas y de una nariz perfecta. La mirada, de reojo, pero directa y clara, muy insinuante, se vuelve al espectador sin pudor, y remata la imagen con esa boca sugerente, entreabierta, que termina de realzar la sensualidad del cuerpo desnudo con esa expresión facial que se calificó de picante en el momento de la presentación de la obra. Es como si a la mujer no le importara que la estuviéramos mirando en el momento previo a que el mar la posea.
        –Ahora que lo dices, la verdad es que el cuadro invita a algo más que la contemplación –dije con sinceridad.
        –Para mí, tiene un fuerte contenido sexual. De hecho, ya te digo que tuvo muchas críticas por ello. Pero es de una belleza indiscutible. Fíjate que bien pinta el pelo de la mujer y como lo deja suelto sobre la arena, difuminándolo. Además del espectacular desnudo, observa las algas que aparecen pintadas en primer plano con esa pincelada mucho más descuidada, menos precisa, mientras que detalla mucho más las conchas y caracolas que aparecen a ambos lados de la modelo, o el mar a base de diversos matices de azules y verdes salpicado de manchas de espuma blanca. Observa como rompe la ola en el lado derecho en esos luminosos cachones sobre las rocas y las caracolas, a los pies de la mujer.
        –El cuadro es una maravilla.
        –Y una última cosa. El marco va muy acorde con la pintura con esas veneras que simbolizan de nuevo el estuche que va a contener la perla.
        Lo cierto es que la obra era de una belleza indiscutible, y la explicación de Sara, como siempre, había sido densa y me había dado unos puntos de vista diferentes a lo que destacaba a simple vista; el indudable atractivo de aquel cuerpo femenino nacarado sobre la arena.
–El amigo Baudry tuvo que disfrutar pintándolo. Sobre todo, si la moza…hizo algo más que dejarse retratar.
        –Creo que deberías hacer más caso a las explicaciones de “tu modelo”, no sea que esta noche decida no posar para ti –finalizó Sara insinuante.
–Un gran cuadro y una estupenda interpretación del mismo, sí señorita –aseguré asintiendo teatralmente esperando que no cumpliera su amenaza, mientras ella reía y, a buen seguro, ya pensaba en una nueva obra que presentarme.

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