domingo, 10 de diciembre de 2017

Y NOS ALOJAMOS EN CHINCHÓN

Plaza Mayor de Chinchón
     Dejamos atrás Colmenar de Oreja la tarde del 22 de noviembre con su patrimonio monumental y cultural expresado en el sorprendente Museo Municipal Ulpiano Checa, en su hermosa Plaza porticada con el Ayuntamiento, el Pósito y la imponente figura de la Iglesia-fortaleza de Santa María la Mayor, en los hermosos Jardines del Zacatín con el túnel y Arco que preceden al lavadero, en la sorprendente Ermita patronal del Cristo del Humilladero, en el coqueto Teatro Dieguez
        Encantados por lo acertado de la decisión de haber visitado Colmenar de Oreja nos dirigimos a Chinchón, donde nos alojaríamos en el flamante Parador Nacional, antiguo Convento de los Agustinos. La tarde, ya avanzada, no nos dio más que para tomar posesión de nuestras habitaciones (todo hay que decirlo, un lujo de aposentos, calculo que entre 35-40 metros cuadrados cada una), adentrarnos, dando un breve paseo nocturno, en la espectacular Plaza Castellana, símbolo principal y centro de la noble villa madrileña, y callejear algo en derredor. No nos olvidamos de entrar en la Oficina de Turismo, en cuyo exterior se sitúa un bello lavadero, para confirmar nuestra asistencia a la visita guiada que días atrás nos habían propuesto en sesiones de mañana y tarde; tuvimos la suerte de poder unirnos a un grupo de Talavera de la Reina.
        Nos retiramos pronto, sin saber todavía que el "Gastro-Pack", que nos iba a estropear parcialmente el viaje, estaba a punto de cebarse con el pequeño de la expedición. Cayó aquella misma noche.
        Al día siguiente, me homenajeé con un pantagruélico desayuno de Paradores (mis acompañantes fueron más frugales), ensombrecido por la incomprensible carencia de café expreso, algo que no es de recibo dada la categoría del establecimiento.
        Por la mañana comenzamos la visita guiada dirigiéndonos al Convento de las Clarisas, donde entramos en la austera iglesia de estilo herreriano S. XVI-XVII. Lástima que lo más destacable no lo pudimos ver, el panteón de mármol de los V Condes de Chinchón, con lo que pierde gran parte de su interés. Sí que se puede ver en una exposición temporal que abre únicamente los fines de semana.
        Tras entrar en la Ermita barroca del patrono de la localidad, San Roque, presidida por una valiosa, bella y llamativa talla del Santo con su inseparable perrito enmarcada en un colorido retablo, nos dirigimos a la Ermita de Nuestra Sra. Del Rosario, antigua iglesia del convento de los Agustinos, aneja al Parador Nacional. De estilo barroco también, de una sola nave con capillas laterales, sorprende por sus espectaculares dimensiones. El altar estaba adornado con ricas telas gracias a que había sido la celebración de la fiesta de la Virgen del Rosario a finales de septiembre (aún no las habían retirado). La iglesia, aparte de ser cárcel durante la guerra civil, se vio privada de algunas de sus capillas que pasaron a formar parte del Parador o incluso de particulares. Son curiosas las pinturas murales barrocas de motivos vegetales que se han rescatado de las paredes.
        Y acabó la visita guiada de la mañana en la monumental Plaza. Se presenta como una de las más bellas del mundo y lo es. Soportalada y porticada casi en su totalidad presenta la friolera de 240 balcones que allí llaman “claros”. Está construida sobre un entramado de arcadas góticas que canalizan el agua y rellena con albero. Es el centro neurálgico del pueblo y se puede aparcar entre semana (algo que es bueno para el acceso al centro de los chinchonetes o chinchoneses (sobre el gentilicio hay cierta polémica), pero que estropea la foto de recuerdo del turista). Al igual que en otras plazas castellanas, el tema de la propiedad de los “claros” provoca más de un conflicto puesto que muchos son los casos en los que el balcón tiene un dueño, y la vivienda por la que se accede otro, quién, además, está obligado a dejar pasar por su casa al dueño del balcón cuando lo desee, que normalmente es cuando la Plaza se convierte en Plaza de toros o cuando alberga algún otro fin, como fue el caso de feria de ganados.
        Una vez finalizada la visita, y citándonos para continuar por la tarde, montamos en el tren turístico que nos dio una vuelta por la localidad mientras nos ilustraba sobre los principales monumentos con un conciso relato muy similar al contenido en el folleto turístico que proporcionan en la oficina de turismo, pero que sirve para hacerse una idea de la historia de la Villa. Además, el tren nos acercó al Castillo, construcción actualmente no visitable. Destruido en la Guerra de las Comunidades en 1520 fue reconstruido por el III conde de Chinchón. Sufrió luego los avatares de la Guerras de Sucesión e Independencia, incluso recientemente fue sede de una fábrica de licores. Es algo a recuperar para el pueblo de Chinchón, su silueta preside, majestuosa, la localidad.
        Tras comer con cierta frugalidad, el “Gastro-Pack” no permitía muchos alardes a algunos de los expedicionarios, nos dispusimos, ya por la tarde, a realizar la segunda parte de la visita guiada que nos llevaría a la parte alta de la ciudad. Comenzamos con la monumental Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Realizada entre los S. XVI y XVII presenta una mezcla de estilos como pasa en gran parte de los nuestros templos. Pasa por el gótico, el plateresco, el renacimiento y culmina en el barroco. Lo más destacable, dado que la iglesia sufrió un gran incendio en la Guerra de la Independencia a principios del S. XIX es el grandioso y espectacular lienzo que preside el altar mayor, La Asunción de la Virgen obra de Francisco de Goya.
        De allí pasamos al edificio de al lado, donde estuvo en su día el Palacio de los Condes de Chinchón destruido en la Guerra de Sucesión, ahora está situado allí el Teatro Municipal Lope de Vega. Sorprendente Teatro en el que destaca un enorme lienzo que representa al pueblo y que hace las veces de telón, obra de Luis Muriel. Decir que el Teatro fue construido y financiado por la Sociedad de Cosecheros a finales del S. XIX, organización ligada al cultivo del vino; tierra de vinos esta zona de Madrid.
        Finalizada la visita guiada nos dispusimos, antes de que cayera la noche, a visitar por nuestra cuenta otra serie de lugares de interés como la Torre del Reloj que pertenece a la desaparecida Iglesia de Ntra. Sra. De Gracia del S.XIV. Curioso el dicho que tienen en Chinchón de que tienen “una iglesia sin torre y una torre sin iglesia”; la Asunción no tiene torre. Luego nos dimos un paseo por la parte alta y nos acercamos a la románica Ermita de San Antón (en restauración imagino, estaba rodeada de verjas y bastante descuidada), a la Ermita de la Cueva, que cuesta encontrarla puesto que no es más que una gran hornacina en la fachada de una casa, y a la barroca Ermita de la Misericordia ya de regreso hacia la Plaza Mayor.
       
        Y terminamos nuestra visita a Chinchón disfrutando de las vistas nocturnas de la localidad desde diferentes ángulos de la Plaza y fijándonos, frente al Parador, en el exterior de la Casa de las Cadenas, edificio barroco, compacto de tres cuerpos con puerta adintelada que tiene como dato histórico interesante haber sido alojamiento de Felipe V a su paso por la localidad, el 25 de febrero de 1706 en plena Guerra de Sucesión.
Por último, dedicamos un tiempo, tanto por la tarde-noche como a la mañana siguiente, a disfrutar del Parador que alberga un bello Claustro barroco y unos espectaculares jardines donde me llamó la atención un pozo restaurado con una rueda de cangilones. Desde luego es un lugar extraordinario para hospedarse y disfrutar de la historia, a pesar de que, según nos contaron en el pueblo, se han cometido algunas aberraciones arqueológicas, como el tapado de algunas pinturas del claustro. Y dejamos Chinchón, mejoraba algún expedicionario, comenzaba a empeorar algún otro. Aranjuez nos abría sus puertas de nuevo. Aranjuez…una ciudad que invita al romanticismo, al menos así me lo imaginé en la novela que próximamente me publicarán.

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viernes, 8 de diciembre de 2017

EL MILAGRO DE EMPEL

"El Milagro de Empel"de Ferrer Dalmau. Extraordinario pintor realista y maestro en plasmar la historia épica española

        Es 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción. Pero, ¿de dónde viene esta tradición tan española? Debemos remontarnos a las jornadas que transcurren entre el 6-9 de diciembre de 1585…
        La guerra de los 80 años comenzó en 1568 y concluyó con la Paz de Westfalia en 1648 que ponía fin a la guerra entre las Provincias Unidas y España y, por otra parte, a la Guerra de los 30 años que, para no entrar en detalles, enfrentó a toda Europa.
        Por tanto, la rebelión estalló en las Provincias Unidas en 1568. Aquellas tierras, posesión patrimonial de la Casa de Borgoña se levantaron contra su Señor, Felipe II, al que ya no consideraban como a su Padre, Carlos V, nacido en Gante, al que sentían más cercano (recordemos que Felipe nació en España); se quejaban de que su Señor no se preocupaba de ellos como súbditos ni de sus intereses.
        Pero ciñámonos a las fechas señaladas. En aquellos días de 1585 el gobernador de los Países Bajos era el gran Alejandro Farnesio que había tenido una feliz intervención y llevaba la guerra de manera fructífera para la corona española, tras el fracaso del Duque de Alba con su política represiva, de Luis de Requesens con su talante moderado y negociador, y el fugaz gobierno de D. Juan de Austria, hermanastro de Felipe II. Decidido a llevar la iniciativa, Alejandro Farnesio encomendó al Tercio Viejo de Zamora, comandado por el Maestre de Campo Francisco Arias de Bobadilla, establecerse en unas posiciones en torno a la Isla de Bommel, situada entre los ríos Mosa y Wall. Como respuesta, el ejército rebelde de las Provincias Unidas envió una flota al mando de Comandante Holak a bloquear a las tropas españolas, cosa que consiguieron. Aislados y en una posición táctica desfavorable Bobadilla rechazó con cierta altanería la proposición de Holak de rendirse. (Cuentan las crónicas que la respuesta española fue la siguiente: “los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra, ya hablaremos de capitulación después de muertos”) Lo cierto es que, ante la negativa española, Holak ordenó abrir los diques e inundar la Isla de Bommel y nuestros soldados tuvieron que refugiarse a toda prisa en lo más alto de la zona, el pequeño montículo de Empel.
        Y es en este lugar donde la tradición y las crónicas sitúa el denominado: “Milagro de Empel”. Las hacinadas y mal pertrechadas tropas españolas, con las ropas mojadas, sin apenas comida que llevarse a la boca, ni leña para calentarse, expuestas a las inclemencias del tiempo, comenzaron a cavar trincheras. La moral era baja y circulaba la idea entre los hombres de un suicidio colectivo antes de caer en manos del enemigo.
En este momento, se cuenta que un soldado, cerca de la Iglesia, cavando una trinchera para protegerse del enemigo y del tiempo, desenterró una tabla flamenca de rico colorido con la imagen de la Inmaculada Concepción. La representación mariana fue colocada inmediatamente en un improvisado altar con la cruz de San Andrés como fondo, emblema borgoñón que utilizaban los ejércitos de los Austrias y, dirigidos por el Padre Fray García de Santisteban, la tropa española entonó la salve. Animado por el estallido de fe y resurgimiento moral de sus hombres, Bobadilla, junto con sus oficiales, decidió resistir y aferrarse al terreno, pero para eso necesitaban poco menos que un milagro. Y éste se produce en la madrugada del 7-8 de diciembre; un viento ártico repentino e inusual congeló las aguas del río y permitió a los españoles salir de su encierro, transitar las aguas heladas y pasar a efectuar un ataque sorpresa que infligió una severa derrota a las tropas de Holak.
        La tradición atribuye la helada a la intervención de la Virgen de la Inmaculada quién, desde ese día, se convirtió en la patrona de los Tercios de Flandes e Italia. Dos siglos y medio después, el Papa Pio IX declaró dogma de fe la Inmaculada Concepción de la Virgen el 8 de diciembre de 1854. Desde 1892, siendo regente María Cristina de Habsburgo durante la minoría de edad de su hijo Alfonso XIII, se promulgó la Real Orden mediante la cual se la declaró patrona del arma de infantería española.
        Y esa es en esencia, y muy resumida, la historia del llamado “Milagro de Empel”. Quizá si conociéramos más nuestro pasado le daríamos más importancia a nuestro presente.
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lunes, 4 de diciembre de 2017

LA SOLEDAD DEL CRISTO CRUCIFICADO DE VELÁZQUEZ


            Entrando en la sala donde está colgado el Cristo crucificado de Velázquez en el Museo del Prado me embarga una intensa sensación de soledad…
        Velázquez nos muestra un “Christus Patiens”, no tiene todas las características de esta típica representación, puesto que nos lo presenta con la cabeza caída, vacío de voluntad, recién muerto, con las cinco llagas a la vista, pero no es un Cristo desprendido, arqueado, sino uno más humano, veraz y natural, en el que sigue las indicaciones teóricas de su suegro Pacheco que aboga por la representación del Cristo con cuatro clavos que él cree más próximo a la expresión exacta de lo que fue la crucifixión.
Velázquez representa un Cristo silente y calmo con halo de santidad, de extraordinaria perfección corporal, anatómicamente dibujado con una maestría envidiable, huyendo tanto de modelos estilizados, como de figuras fuertes y musculadas, de una serenidad y belleza conmovedora, exenta de todo dramatismo y sufrimiento; un Cristo que desprende humanidad y nobleza, que denota paz y quietud tras haber padecido el horrible calvario.
Velázquez dio toda la importancia en la composición al cuerpo del Señor cuya sombra proyecta con suma destreza, levemente, sobre el fondo verde oscuro del lienzo. También podemos apreciar que Los tablones con los que está construida la cruz están trabajados, pulidos y esmeradamente pintados, incluso los nudos de la madera y que la cruz está clavada en un montículo, algo que se descubrió en la última restauración del lienzo.
El pintor sevillano no dio mucha importancia a la sangre, sólo perceptible en cantidad en las zonas de manos y pies y en la madera cercana a los clavos; en menor medida aparece en la herida del constado, para estar minuciosamente representada con pequeñas gotas en su frente, y con finos hilillos y salpicaduras en su rostro y cuerpo.
La luz ilumina desde la derecha el cuerpo del crucificado, un cuerpo limpio, surcado por algunos rasguños, cuerpo semiblanquecino, pálido, grisáceo en algunas zonas, céreo en otras, acentuando las luces y sombras de este modo sobre un cuerpo en el que empieza a anunciarse el “rigor mortis”.
Llegados a este punto hay algunas cosas que os quiero destacar y que me llaman un poco más la atención observando la pintura con algo más de detenimiento:
–La ejecución magistral de la corona de espinas con las gotitas de sangre que surcan la frente del crucificado y resbalan por el lado izquierdo del rostro derramándose sobre su cuerpo.
–La serenidad imperturbable de su rostro acentuado por esos ojos cerrados, y la fina delicadeza del tratamiento de la cabellera que se desprende ocultándonos el otro lado de la cara.
–La falta de tensión en los brazos y en el cuerpo al descansar los pies sobre el supedáneo, y la sensación de ligero movimiento conseguido por el hecho de que Velázquez retrasa un poco la posición de la pierna derecha haciendo recaer el peso del cuerpo sobre la cadera de ese lado.
–El incremento de la luminosidad y el volumen con algunas pinceladas de blanco de plomo en algunas zonas del paño de pureza (perizoma) y con minucioso detalle en las uñas.
        Una vez desbrozada la esencia del cuadro vuelvo a la sensación de soledad que despierta en mí la obra y el contexto. Quizá sea eso lo que han querido conseguir los responsables de la pinacoteca colocando el Cristo entre otras dos pinturas de motivo religioso del mismo autor, pero muy diferentes en todo, me refiero a “la Coronación de la Virgen” y al “San Antonio abad y San Pablo primer ermitaño.












Me explico…
Observemos la majestuosa Coronación de la Virgen. Se trata de una típica escena mariana, gloriosa, llena de reconocimiento a la figura de la Virgen María, representada pensativa, llevándose la mano al pecho, con la mirada baja y las mejillas arreboladas, llena de dulzura y timidez, de respeto hacia la divina presencia de la Santísima Trinidad, rodeada de ángeles y querubines, formando una abigarrada y colorida composición en forma de corazón.
Miremos ahora al lado opuesto. El cuadro del San Antoni Abad y San Pablo primer ermitaño presenta multitud de figuras puesto que aparecen cinco escenas de la vida de San Antonio; el santo aparece encontrándose con el sátiro y el centauro, llamando a la puerta del ermitaño, conversando con él y esperando la llegada del cuervo con su sustento diario, y observando a los leones cavar la tumba de San Pablo ermitaño ya muerto. Velázquez pinta un cuadro de gran variedad cromática, dando una importancia capital al paisaje y a los celajes del fondo, algo que recuerda mucho a la obra de Patinir, por ejemplo en el “Paisaje con San Jerónimo” del Museo del Prado o en el “San Jerónimo en el desierto” del Museo del Louvre.
Y concluyo volviendo la vista al frente, al Crucificado de Velázquez. Percibo la soledad del cuerpo de Cristo lleno de luz, una soledad turbadora y estremecedora acentuada de forma sublime por contraposición a los grandes lienzos que lo flanquean de compleja composición y variedad cromática, ofreciéndonos una imagen del Salvador que llama a la emoción y la devoción; a la fe y la religiosidad. Bueno…eso me parece a mí.
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martes, 28 de noviembre de 2017

UN DÍA EN COLMENAR DE OREJA

Plaza Mayor de Colmenar de Oreja, Pósito, Ayuntamiento e Iglesia de Santa María la Mayor

     Cómo ya escribí una vez, para mí, viajar por las Españas, es una forma de combatir nostalgias, de luchar contra la anodina monotonía, de aligerarme de la pesada cotidianidad, o de “aliviar la pesadumbre de vivir” (esta frase sublime y emotiva se la tomo prestada con mi máxima admiración y respeto a D. Miguel Delibes, se refería con ella a la sensación que le provocaba la sola presencia de su mujer, en su novela “Señora de rojo sobre fondo gris”)
        Y hemos vuelto a viajar. Esta vez no ha salido todo como quisiéramos porque sufrimos lo que yo llamo un “gastro-pack”, nada relacionado con la ingesta de comida, más bien sobre su evacuación por cuantos orificios corporales encuentra salida, digerida o no, pero dejemos la escatología para recogernos y disfrutar en lo posible en torno a lo vivido “externamente”.
        El viaje nos llevó a tierras madrileños, concretamente al sur-este de esa comunidad.
        Comenzamos por un interesante pueblo, desconocido para nosotros, pero con un encanto especial y tesoros nada despreciables, Colmenar de Oreja. Este pueblo es famoso, entre otras cosas, por haber proporcionado con sus canteras la piedra blanca necesaria para la construcción de edificios tan emblemáticos como el Palacio Real de Madrid o el de Aranjuez.
        Nosotros empezamos nuestro periplo madrugando como siempre. A las 5.00 estábamos en pie con el objetivo de llegar sobre las 10.30, tras desayunar en Honrubia ya de camino como es menester, a la hora de la apertura de la oficina de turismo y de la gran joya, no muy conocida, que es el Museo Municipal de arte Ulpiano Checa. Allí se puede admirar una interesante exposición privada y permanente de la obra de este autor local que vivió de 1860-1916. Sorprendente su pintura donde abunda la narración, el movimiento y el buen manejo de las aglomeraciones de personas y animales. Resaltar que su obra influyó en películas como Ben-hur, ¿Quo vadis?, o los últimos días de Pompeya. Artista polifacético puesto que también fue escultor y cartelista. Desde luego un auténtico maestro pintando equinos, una verdadera sorpresa y un placer haber visitado el museo.
        Luego enlazamos con la visita guiada a la localidad. Tuvimos la suerte de unirnos a un grupo y disfrutamos mucho. Fuimos a su hermosa Plaza Mayor, una plaza típica castellana porticada, dónde destacan el edificio del Pósito, el del Ayuntamiento y, en un costado, la silueta pétrea imponente y blanquecina de la Iglesia-fortaleza de Santa María la Mayor. Lo más curioso de la Plaza es que está asentada sobre un sistema de arcos y puentes, que conforman un túnel con bóveda de cañón bajo el cual circula el arroyo que surcaba lo que antes era el barranco que separaba el pueblo en dos, la villa y los arrabales; algo realmente monumental por la magnitud de la obra. Y pudimos pasear por el túnel bajo la plaza desembocando en el otro extremo en el Arco del Puente del Zacatín que da paso a los jardines y la huerta del mismo nombre, regados aún por las aguas del arroyo.
        Nuestro periplo por la villa continuó en la Iglesia. El exterior, como he dicho, tiene aspecto de Iglesia-fortaleza. Su interior es de estructura gótica y de planta de cruz latina con muchos añadidos, como suele ser habitual en los templos españoles. Presenta influencias herrerianas en sus inacabadas portadas y en su monumental torre. Destacar, en cuanto a su decoración, los dos murales situados a ambos lados del altar mayor en el presbiterio, obra del pintor local Ulpiano Checa, la Anunciación y la Presentación. Precioso es el momento en el que, al mediodía, el sol incide sobre la figura del Arcángel San Gabriel en el mural de la Anunciación dándole una apariencia etérea y celestial, un efecto muy estudiado y conseguido por el autor.
        Finalizamos nuestro paseo guiado por la villa visitando el Teatro Municipal Diéguez con capacidad para 555 personas, coqueta construcción lúdica edificada en lo que fue en el S. XVI parte del Hospital de la Caridad. Y al lado, degustamos tres vinos en una de las bodegas locales, Bodegas Pedro García. Hicimos acopio de algunas botellas de blanco, fue el que más nos sorprendió.
        Tras comer en uno de los restaurantes del pueblo seguimos nuestro paseo particular, ya sin guía, y nos acercamos a la Ermita del Santísimo Cristo del Humilladero que es el patrón de la ciudad, edificio de gran porte que consta de dos capillas adosadas, una del S. XVI y otra posterior, barroca del XVII. Y finalizamos nuestra visita a la localidad viendo los exteriores del Convento de la Encarnación (estaba cerrado), tras regresar de la Ermita caminando y disfrutando de las hermosas vistas del pueblo con la silueta majestuosa de la Iglesia de Santa María la Mayor al fondo, del rumor del agua vertiéndose en el lavadero de los jardines del Zacatín y del frescor del túnel bajo la plaza.
Y nos pusimos en camino hacia la cercana Villa de Chinchón, nos esperaba nuestro merecido descanso en el antiguo Convento de los Agustinos, actual flamante Parador Nacional de Chinchón, pero esa…ya es otra historia.
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domingo, 12 de noviembre de 2017

UN RECUERDO DE LA MONTAÑA PALENTINA


     Dejo señalado en verde el Poblado de Iberdrola donde me crié. El punto rojo es la casa donde nací.

Aquella ventana ejercía sobre mí una atracción especial, era mi atalaya. Allí, solía pasar las horas muertas observando lo que yo consideraba “mi paisaje”; un paisaje que se abría a través de ella presidido al fondo por la inmensa mole pétrea de “mi montaña”, colosal, de formas redondeadas, en cuya cúspide se erigían algunas herrumbrosas antenas; surcada por aquellas estilizadas y brillantes torres de alta tensión, arañas de cableado eléctrico bajo las cuales se extendían grandes cortafuegos, heridas tristemente necesarias, cicatrices dolorosas en la tupida vegetación.
Multitud de cuevas perforaban la estructura caliza de “mi montaña”, creando un sinfín de trampas traicioneras que los niños debíamos evitar. Su vientre era roído por las explosiones que puntualmente, a mediodía, iban formando un enorme boquete, la cantera. El color rojizo de la arcilla saltaba aquí y allá sobre el grisáceo de la rocalla conformando un fondo de tonos apagados que contrastaba con el verdor luminoso de la pradera, los arbustos, los helechos y las hojas del robledal; con el ocre leñoso de los troncos de aquellos árboles, cuyo rey, era el anciano roble que, majestuoso y solitario, lleno de heridas y muñones de edad provecta, permanecía intemporal y desafiante en el medio del prado, en un claro del bosque, al pie de “mi montaña”.
Y este paisaje general que me proporcionaba mi ventana, recuerdo nítido, presente e imperecedero, lacerante y abismante, quizá porque fue grabado en mi memoria con el cincel de la tristeza y la melancolía, al amparo de una profunda y pueril soledad, evoca en mi interior un momento muy especial… aquel seis de junio.
Como tantas veces, de rodillas sobre el sofá que daba la espalda al radiador, refugio y lugar acogedor, en pantalones cortos, volvía a hincar mis descarnadas rodillas sobre las colchonetas para asomarme… ¡Nevaba!
Estupefacto, abrí la ventana y dejé que el frío azotara mi rostro. Amusgué los ojos unos instantes para poder enfocar mejor ante las ráfagas de viento y nieve que se colaban juguetonas en el cuarto. Sorprendido, observé como, poco a poco, la montaña se iba difuminando en el horizonte entre la niebla, la ventisca y unos copos de nieve como trapos.
Cierro los ojos ahora. Aún puedo oír aquel mágico y bendito silencio traspasado por el ladrido de algún perro, el crocitar de algún cuervo, el murmullo perenne y monótono de la central térmica a mis espaldas y el rumor del pequeño arroyo que, casi sin vida, se empeñaba en serpentear entre la montaña, el bosque y la pradera para morir en las cunetas del poblado, frente a mi casa.
Nostálgico, vuelvo a abrir los ojos para romper esa alcancía de recuerdos que todos llevamos, más o menos impresa en nuestro corazón, capaz de contristarle a uno el alma con su remembranza. Mi tierra está en la montaña palentina, tierra húmeda, fría, hosca y áspera, tempestuosa y desapacible a veces, pero bella, de una belleza dolorosa en la distancia. Tierra de verdes praderas, de pinares y robledales, de monte bajo, de cumbres y riscos, de ríos y arroyos, donde el cierzo campa a sus anchas azaroso y cruel, capaz de aborrascar el día a conciencia en un santiamén; donde la lluvia o la nieve te puede sorprender cualquier día, incluso un seis de junio…un seis de junio.


Mi recuerdo y mi respeto a esa, mi tierra palentina, cercana y lejana a la vez, que llora flébil, inconsolable, desesperanzada y abandonada ante un lóbrego futuro, porque lo que hay en sus entrañas, antaño oro, hace tiempo que dicen… es ponzoña.

RECUERDO DE LA MONTAÑA PALENTINA - (c) - Luís Miguel Morán Bregel

domingo, 29 de octubre de 2017

URRACA, REINA DE ASTURIAS, DE MARÍA TERESA ÁLVAREZ


              La autora, asturiana como la protagonista, nos novela la vida de Urraca, hija natural del emperador Alfonso VII, rey de Castilla y de León, y de la noble asturiana Gontrodo Petri.
            Urraca, tras criarse en su tierra natal, por orden de su padre y conveniencia política, es dada en matrimonio al rey de Navarra, García Ramírez IV, con el que tiene una hija, Sancha. Años después, tras enviudar, el emperador la nombra Reina de Asturias, título que regenta bajo su tutela y luego la de su hermanastro Fernando II de León, quienes en realidad tenían el poder. Tiempo después vuelve a casarse, esta vez con el noble Álvaro Rodríguez de Castro, con el que tendrá su segundo hijo, Sancho.
            Urraca destacó por ser una mujer inteligente, con carácter, amante de su tierra y generosa con la Iglesia. Murió en Palencia (está enterrada en la Catedral), tras ser desterrada a Castilla junto a su marido, parece ser que por intentar independizar Asturias del Reino de León. 
           Los hechos novelados se desarrollan a lo largo del convulso s. XII, en plena reconquista, momento de luchas contra los almohades, de enfrentamientos entre los diferentes reinos cristianos y de múltiples intrigas nobiliarias.

sábado, 21 de octubre de 2017

LA LLAVE MAESTRA DE AGUSTÍN SÁNCHEZ VIDAL



        Estamos ante un libro a caballo entre la novela histórica, de aventuras, de intriga, y de ficción. Está ambientada en múltiples lugares reales en torno al Mediterráneo, y en un lugar imaginario, Antigua, que en realidad es Toledo, pero que le permite al autor mayor libertad a la hora de jugar, cambiar e inventar escenarios en la ciudad según las necesidades de la narración.
        La acción discurre en dos momentos históricos.
En época de Felipe II la acción se desarrolla en torno a las peripecias de Raimundo Randa, que trabaja para el Rey en busca de unos escritos cifrados que, al parecer, incluyen un lenguaje primigenio, el origen de la comunicación, anterior a la mítica Torre de Babel. Felipe II muere con uno de los doce fragmentos de estos escritos en una de sus manos sin haber accedido a su sabiduría.
La trama enlaza con el mundo actual en el momento en que se pierde la pista de Sara Toledano, asesora del presidente de los Estados Unidos, destinada en Antigua para organizar unas conversaciones de paz entre árabes e israelíes, mientras indaga por su cuenta sobre la vida de Raimundo Randa. Su guardaespaldas, John Bielefeld, su hija, Raquel Toledano, y el criptógrafo, David Calderón, iniciaran la frenética búsqueda de la desaparecida en Antigua, enfrentándose para ello a la Agencia de Seguridad Nacional norteamericana y al pasado de los Toledano y los Calderón, ligados entre ellos a la ciudad, a “la Casa de la Estanca” y a la existencia de esos escritos misteriosos desde hace más de 500 años.

jueves, 19 de octubre de 2017

LOS CABALLEROS DE LAS SOMBRAS DE JUAN TAZÓN



      Se trata de una novela de aventuras y espionaje ambientada en la Europa de finales del S. XVI, en el ocaso de los reinados de Isabel I en Inglaterra y de Felipe II en España. El protagonista principal de los hechos es el Capitán Alonso Cobos, un veterano de los Tercios de Flandes que ahora trabaja para Juan de Idiáquez, secretario de Felipe II.
La investigación de unos macabros asesinatos perpetrados sobre espías ingleses infiltrados en territorio español llevará al protagonista a participar, tanto en los enredos políticos anglo-hispanos relacionados con los católicos irlandeses, como en las luchas intestinas que se desarrollan en Inglaterra con el final de la dinastía Tudor, transitando para ello por diferentes escenarios como son Madrid, Fuenterrabía, Bayona, Irlanda, Londres …etc, siempre a las órdenes del todopoderoso Consejero de Felipe II, apoyado por la sabía y experta opinión del anciano y ciego diplomático, ex-embajador en Londres, Bernardino de Mendoza.
Es una novela fácil de leer, de trama trabajada y bien ambientada históricamente. Me ha resultado muy amena. Para quién haya disfrutado de la serie del Capitán Alatriste de Pérez-Reverte, pude resultarle interesante, aunque creo que dentro de este género y época es difícil superar el peso del personaje creado por Pérez-Reverte, el inmenso y sutil Diego de Alatriste y Tenorio. 

viernes, 13 de octubre de 2017

NOX ATRA CAVA CIRCUMVOLAT UMBRA

 

CLAUSTRO E IGLESIA DE SAN JUAN DE LOS REYES

Para mí, volver a Toledo siempre tiene ese punto nostálgico y doloroso, ese sentimiento amargo de pérdida y a la vez de recuerdo por el ansiado reencuentro con el viejo amigo lejano y nunca olvidado, lugar donde me surgen de manera implacable las dudas sobre las malas decisiones, el tiempo malogrado, y la vida desaprovechada y vacua, un enfrentamiento cara a cara con el miedo al vacío que me provoca la anodina y vulgar vida cotidiana.
Llenar una vida es complicado, errando decisiones, mucho más. En estos años he pasado del “qué pintaba yo en Toledo”, al “qué pintaba yo en Barcelona”, y al actual “qué pinto yo en Benidorm”. Conclusión, a lo mejor es que no pinto nada en ningún sitio, que soy alguien fuera de lugar y tiempo. Hace ya 21 años que dejé la capital manchega y cada vez lamento más aquella decisión. Y lo siento así porque allí me parece que lleno mi tiempo y mi vida de… algo. Cierto es que voy a pasar unos días de vacaciones y que no vivo la cotidianidad de la vida normal, familia, trabajo, gimnasio, libros…etc. Y así lo siento porque vuelvo a visitar a viejos, algunos muy viejos, amigos, el Museo de los Tapices de la Catedral del colegio de Infantes, la Imponente Catedral Primada de Santa María, el Museo del Greco, la Sinagoga del Tránsito, la ermita de la Virgen del Valle, el Taller del Moro, La Iglesia de San Román-Museo de los Concilios, el gótico isabelino de San Juan de los Reyes… Hay tantas cosas que ver que puedo elegir tiempos y espacios, lugares a visitar en un viaje y cosas que pueden esperar para el siguiente. Esta vez he dejado de visitar muchas más cosas de las que he visto, al menos por dentro, no he entrado en Santa María la Blanca, en el Museo de Santa Cruz, no he tomado café en la Biblioteca del Alcázar ni he saboreado sus preciosas vistas de la ciudad, no he visitado la Mezquita del Cristo de la luz, ni la Iglesia del Salvador, ni Santo Tomé con el entierro del Señor de Orgaz del Greco, ni Santo Domingo el Antiguo con sus Grecos, ni he entrado en San Ildefonso ni subido a sus torres para disfrutar de otras vistas preciosas de la ciudad. Tampoco he dedicado tiempo a las ruinas que va poniendo en valor el Consorcio de Toledo, ese Toledo romano de la termas y árabe de los baños que va reapareciendo, ni he paseado por las callejuelas de mi antiguo barrio de reparto postal tantas veces pateado, ese paseo que suelo hacer por la Antequeruela y las Covachuelas.
A pesar de todo, he paseado mucho, todo lo que he podido. He circunvalado Toledo por fuera y por dentro del Tajo disfrutando de sus vistas. Incluso dediqué una mañana a visitar Guadamur con su sorprendente Castillo que se va recuperando poco a poco y su centro de interpretación sobre el Tesoro de Guarrazar. Y en estos paseos, esquivando turistas con prisas con los que no soy capaz de identificarme, entre tiendas de souvenirs, entre la preciosa artesanía damasquinada y la típica cuchillería toledana, intento no perder detalles sobre paisajes y vistas, sobre casonas, escudos, puertas, portales, patios y rincones, algunos nuevos para mí (aún recuerdo aquella mañana de junio de 2017 cuando en compañía de mi madre y Jésu, me dio por doblar la esquina del edificio de la Seguridad Social, algo que no había hecho nunca y tropezamos con el Palacio de Benacazón que tiene una fachada espectacular)
Y así llegó la última tarde… me enteré de que El arzobispado de Toledo había organizado un ciclo de conferencias para conmemorar el V centenario de la muerte del Cardenal Cisneros (1436-1517). La primera de las conferencias era esa misma tarde, el día 11 de octubre, y sería impartida por el Doctor en Historia de la Universidad Autónoma de Madrid y Profesor titular de Historia Moderna de la Universidad de Castilla la Mancha, José Carlos Vizuete, con el título “Cisneros, reformas y buen gobierno” Y fui… porque me interesa la historia, el tema en particular, y porque el escenario era inmejorable y el más adecuado para acoger las explicaciones sobre tan insigne franciscano, la Iglesia de San Juan de los Reyes. La conferencia fue interesantísima, y muy amena, fue un breve e intenso repaso a la labor reformadora del Cardenal ante las autoridades eclesiásticas del Arzobispado de Toledo que encabezaba el propio Arzobispo, Mons. Braulio Rodríguez Plaza (quién clausuró el evento), el Sr. Provicario General y coordinador del área pastoral de Fe y Cultura, Mons. Francisco César García Magán (quién introdujo el ciclo de conferencias), D. Juan Díaz-Bernardo, sacerdote toledano y delegado diocesano de los medios de comunicación social (quien introdujo al experto conferenciante), y el Guardian Franciscano de S. Juan de los Reyes, anfitrión de la velada y que nos obsequió con un hermoso e inolvidable regalo; nos abrió las puertas del Claustro para que pudiéramos contemplarlo con luz artificial bajo una agradable noche toledana. Además, el Guardian invitó a darnos una explicación sobre el edificio a una de las organizadoras del ciclo de conferencias y próxima conferenciante también, Pilar Gordillo, historiadora del arte, guía oficial de turismo de Toledo y colaboradora del área pastoral de Fe y Cultura del arzobispado. En escasos diez minutos nos ilustró con esmero y pasión sobre el templo, el claustro y su significado.
Tras aquella intensa más de hora y media en San Juan de los Reyes salí satisfecho y a la vez triste, el viaje tocaba a su fin. Bajo la oscuridad de la Puerta del Cambrón pensé en los personajes de mi novela que hice pasear conmigo por allí, que esperan como yo que el texto vea definitivamente la luz tras tanto tiempo de espera. Saqué mi cámara en el Paseo de Recaredo para hacer las últimas fotografías…Puertas del Cambrón, de Alfonso VI o vieja de Bisagra y Puerta Nueva de Bisagra.
Por último, cabizbajo, me despedí con respeto del Hospital Tavera, íntimo y viejo camarada porque aquí comenzaba mi jornada de reparto postal cuando vivía y trabajaba en Toledo, cuyos patios renacentistas visitaba diariamente sin prestarles el interés debido.
        De regreso en casa, leyendo un artículo esta mañana de mi admirado Arturo Pérez-Reverte tropecé con una frase que la hago mía, “nox atra cava circumvolat umbra” (la noche negra nos rodea con su envolvente sombra) verso número 360 de la Eneida de Virgilio, que relata el momento en el que Eneas y sus compañeros se dirigen sin esperanza de salvación hacía el centro de la ciudad de Troya en llamas para morir peleando.
Aquí estoy… resuelto a caminar por una oscura existencia envuelto de nuevo por la pesada sombra de la vida cotidiana. 


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viernes, 6 de octubre de 2017

DONDE AÚLLAN LAS COLINAS DE FRANCISCO NARLA



Se trata de una novela histórica cuya trama se desarrolla en el S. I a.c., en Hispania, justo después de la Guerra Civil que enfrentó a Julio César, Pompeyo y Craso. Tras salir victorioso Julio César en la decisiva batalla de Munda, el general romano deja a un grupo de aguerridos legionarios en territorio hispano con la orden de descubrir la ubicación de los importantes yacimientos auríferos del noroeste. Los legionarios cumplirán su objetivo. Haciéndose pasar por alimañeros, eliminarán a los lobos locales y obtendrán la información de las tribus nativas sobre la situación de los depósitos del preciado metal. La muerte de una loba desata la ira de un enorme, viejo y astuto lobo que iniciará la persecución del grupo de soldados, una persecución que le llevará a la misma Roma para culminar su venganza.

Nos encontramos una novela histórica diferente en la que el principal protagonista es un animal, el viejo lobo. El autor demuestra un importante conocimiento de la naturaleza. La avaricia y la lucha por el poder en Roma ponen la guinda a un relato no muy extenso y entretenido.

sábado, 9 de septiembre de 2017

EL ÁNGEL QUE PERDIÓ SUS ALAS

    Sus nuevas alas le hacían creerse un ser especial, un ángel; le permitían sobrevolar el bosque mágico de sus sueños, un mundo de fantasía donde los árboles le hablaban; donde los arroyos le murmuraban; donde el viento le silbaba caricias; donde las rocas le enviaban destellos luminosos anunciándole su presencia; donde el césped, adornado por un inmenso manto de flores multicolor, parecía una alfombra perfectamente tejida que ocupaba los escasos claros en los que el sol conseguía abrirse paso sobre aquella tupida vegetación.          
      Las inmensas copas de los árboles parecían querer dejarle sin espacio para maniobrar, atrapándolo suavemente entre ellas y las nubes blancas y algodonadas, sobre las que, si le apetecía, podía descansar.
        Sus alas, fuertes, como lo fueron en su juventud, blancas como la nieve, puras como el agua de un manantial, perfectamente cuidadas, le permitieron, durante un tiempo, deshacerse de los recuerdos, sobrevolar el mundo de los sueños y los anhelos con decisión, con esperanza e ilusión.
        Pero fue algo efímero…
        Las nubes se tornaron grises en un atardecer de triste recuerdo. El cielo se volvió contra él con furia, una nueva tormenta se desató. Sus alas, empapadas, apenas podían sostenerle en el aire. Su vuelo, olvidado durante tanto tiempo, era torpe aún. El firmamento tronó, quejumbroso, a su paso, se iluminó con cientos de relámpagos y, finalmente, descargó su furia sobre él. Un cruel rayo le alcanzó.
        Herido, se precipitó al vacío. Cayó sobre las copas de los árboles, que no fueron capaces de detener su fatal descenso. Se golpeó y magulló con las ramas hasta que su cuerpo, muy maltrecho, fue abrazado por aquel manto de césped y flores que, aplastado por el peso de la lluvia, se mostró menos acogedor de lo que había soñado.
        Intentó incorporarse. De rodillas, agitó torpemente sus alas.
        -¡Cómo vas a volar si ni siquiera te puedes poner en pie! –pensó
        Miró a su alrededor, la lluvia, incesante, resbalaba por su cabeza formando regueros, que se tornaban salobres al mezclarse con el sudor del miedo y del esfuerzo, con las lágrimas de dolor y soledad que volvían a desbordar sus ojos. El cielo estaba engullendo, voraz, el mundo de sus sueños; los colores estaban desapareciendo, las flores y el césped dejaban paso a un tremedal inestable y hediondo; los árboles estaban perdiendo sus hojas que pasaban a formar parte de aquel suelo pantanoso, se estaban convirtiendo en figuras fantasmagóricas, deformes, oscuras y tenebrosas que parecían querer atraparle.
        Comenzó a andar penosamente por aquella ciénaga espesa y fangosa, el auténtico camino de su vida, el camino que no llevaba a ninguna parte, o, más bien, a la única parte donde acababan todos sus caminos, en la nada, en el vacío silencioso y ensordecedor de la nada.
        Trataba de recuperar el aliento en cada parada. Se apoyaba en una de sus rodillas, mientras la otra permanecía fija en el suelo. Los pulmones parecían estallarle, incapaces de suministrar el oxigeno suficiente para alimentar sus células moribundas. Su corazón latía desenfrenado intentando bombear la sangre que sus músculos necesitaban para moverse, pero era insuficiente, cada vez le costaba más incorporarse y caminar. Su piel palidecía bajo aquel cielo en el que el sol había desaparecido, se agrietaba incapaz de mantener la tersura que necesitaba para seguir viviendo, para seguir protegiendo un cuerpo que se descomponía por momentos.
        Miraba hacia sus costados, siendo consciente de la cruda realidad.
        -No eras más que un sueño, eres un ángel de alas rotas –se repetía soturno y desconsolado.
        Aquellas alas le habían fallado. Las plumas se habían agostado, habían perdido su blancura. No eran más que un amasijo de tejido grisáceo que no era capaz de extender, y que no le permitía volar, que se iba desprendiendo y desintegrando dejando un rastro de tristeza imposible de contener que el viento y el lodazal, por el que se movía con tal dificultad, se encargaban de hacer desaparecer.
        Sus alas desaparecían sin remedio, su cuerpo, cansado y malherido era azotado por el viento, que convertía cualquier movimiento en un suplicio. Atravesado por aquel rayo, envenenado por aquella energía que le devolvía al mundo de los recuerdos tan súbitamente, no pudo más.
        Sus piernas fallaron, sus rodillas no lograron sostener su peso, su cuerpo quedó flotando sobre aquel suampo pestilente, aquella tupida manigua que se había descompuesto ante sus ojos. Fue hundiéndose poco a poco, viendo el horrible espectáculo de un bosque fantasmal, de un cielo oscuro y tormentoso, hasta que finalmente se hizo el silencio. El pantano de la vida engulló sus pensamientos, sus sueños, sus ilusiones y esperanzas, pasando desde entonces a forma parte de una pegajosa y negra turba de recuerdos inmersa en las aguas putrefactas de su auténtica existencia.

        Cuenta la leyenda que, con el paso de los milenios, aquel pantano se secó, que la fuerza de la tierra comprimió aquella turba formando un inmenso yacimiento de carbón, y que, en medio de él, se encontró un pequeño diamante en forma de corazón, quien sabe si lleno de sueños o de recuerdos.

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domingo, 27 de agosto de 2017

LA AVENTURA DE LOS GODOS, DE JUAN ANTONIO CEBRIÁN


      “La aventura de los Godos” es un libro del malogrado periodista Juan Antonio Cebrián (dirigió durante muchos años el mítico programa de radio “La rosa de los vientos”). El autor fue un gran aficionado a la historia y escribió varios libros sobre ella. Uno de ellos es el que os presento.

        Aunque el estilo de narración de Juan Antonio Cebrián resulta agradable y simpático, puede que el libro se nos atragante, y se nos haga aburrido y farragoso dado el formato que eligió, cada capítulo está dedicado a un rey. A lo largo de sus páginas nos irá narrando la historia del pueblo godo desde el s. IV hasta el VIII, rey por rey, lo que creo que le resta dinamismo y le da cierto carácter de libro de datos, fechas y acontecimientos. Para el conocimiento básico de los reinados de los diferentes reyes con sus hechos principales, sirve, pero no será tan útil para quién espere un análisis más profundo sobre el pueblo godo, sus procesos migratorios, sus tensiones y conflictos tanto con Roma como con el resto de “pueblos bárbaros”, su instalación en la Península Ibérica y su relación con la población hispano-romana, y las consecuencias que tuvo su presencia durante esos siglos.

domingo, 20 de agosto de 2017

EL MÉDICO HEREJE, DE JOSÉ LUIS CORRAL


“El médico hereje” es una novela histórica escrita por José Luis Corral. La acción se desarrolla en el año 1553 y narra los últimos meses de la vida de Miguel Servet, aragonés universal, nacido en Villanueva de Sigena. (Esta localidad está de actualidad por el litigio que mantiene con la Generalitat Catalana, que no quiere devolver el patrimonio del Monasterio comprado de manera un tanto “irregular”. El fallo judicial ha dado la razón a Villanueva de Sigena, pero la Generalitat ha incumplido la sentencia de momento). El protagonista presenta el perfil típico del humanista de la época; médico de profesión, pero sabio en muchas otras disciplinas (Teología, Geografía, Astrología, idiomas…etc.)
El autor nos introduce en la Europa convulsa de mediados de S. XVI, en plena reforma protestante, en el momento que ve la luz el polémico libro de Servet, “Restitución del Cristianismo”, que le llevará a ser condenado en Vienne, en la Francia católica, a la hoguera por hereje. Quemado en efigie al poder huir, caerá en la trampa que le tiende su gran enemigo dialéctico y teológico, el reformador Juan Calvino. Su inesperada llegada a Ginebra para enfrentar sus ideas a las de su eterno rival le llevará a un nuevo proceso judicial por herejía incoado, esta vez, por los protestantes.

El autor (Catedrático de Historia Medieval) maneja multitud de fuentes históricas, novelando especialmente en aquellas partes de la historia en las que carece de fuentes documentales. (Ejemplo de ello es la parte de la narración que va desde su huida de Vienne hasta su aparición en Ginebra)

martes, 15 de agosto de 2017

UN DÍA DE CÓLERA, DE ARTURO PÉREZ-REVERTE


      “Un día de cólera” es una novela de Arturo Pérez-Reverte. Relata los hechos acaecidos en Madrid entre los días 2 y 3 de mayo de 1808, en los que una parte del pueblo y unos pocos militares se enfrentaron a las tropas invasoras francesas. A través del estudio de múltiples fuentes históricas y testimonios contemporáneos, el autor introduce en la narración a alrededor de 500 personajes que participaron en la sublevación.
        La narración discurre en torno a un importante eje central que se situara en el Cuartel (Parque de artillería) de Monteleón, donde un puñado de militares combatieron, orgullosa y valerosamente, contra un enemigo muy superior, comandados por dos de los muchos héroes que nos dejaron aquellas horas, los capitanes Luis Daoiz y Pedro Velarde.
        El autor nos introduce en una narración de los hechos trepidante, donde se podrán constatar la contraposición de valor, orgullo, patriotismo, frente a cobardía, traición y delación. La jornada termina con la derrota española y la dura represión que ordenó Joaquín Murat, Duque de Berg y Mariscal de Francia, comandante en jefe de las tropas galas. Todo aquel que visite el Museo del Prado podrá detenerse a admirar dos cuadros de Goya que inmortalizan estas jornadas, “El dos de Mayo en Madrid o la lucha contra los Mamelucos” y “Los fusilamientos de la Montaña del Príncipe Pío o los fusilamientos del 3 de Mayo”. (Dejo enlazados los cuadros)

 Pérez-Reverte nos dibuja la contraposición de las dos Españas, la de los llamados “afrancesados”, y la que germinará en la resistencia a la ocupación napoleónica, precursora de la Cortes de Cádiz y de la Constitución de 1812.

domingo, 13 de agosto de 2017

UN SOÑADOR PARA UN PUEBLO, DE ANTONIO BUERO VALLEJO

      “Un soñador para un pueblo” es una obra de teatro del dramaturgo Antonio Buero Vallejo, ambientada en marzo de 1766, en el Madrid convulso del llamado Motín de Esquilache.
Esquema:
El drama se desarrolla en torno a dos personajes, Leopoldo de Gregorio, Marqués de Esquilache, y Fernandita, su repostera. El autor nos describe, a través de sus personajes, el enfrentamiento social e ideológico de las dos Españas, la que encarna Fernandita, abierta a las reformas y la modernización, fiel al Marqués, y la otra España, oscura y tradicional, desconfiada y violenta, representada por Bernardo, el calesero, del que está enamorada la joven Fernandita, pero del que ella se quiere olvidar. El Marqués de Esquilache vive, a su vez, una difícil situación familiar; su mujer disfruta, sin reparos, de una aventura amorosa y es un ejemplo de corrupción al haber colocado a sus hijos en puestos importantes de la administración aprovechándose del nombre de su marido.
Al estallar el motín, La residencia del Marqués (la famosa Casa de las Siete Chimeneas madrileña) es asaltada. Fernandita verá morir a Julián, el muchacho que la ama, y con él que ella trata de olvidar a Bernardo. En el mismo asalto Bernardo viola a la muchacha.
        Fernandita se mantiene fiel al Marqués hasta el final, a pesar de que él cae en desgracia; el Rey se verá obligado a prescindir de sus servicios y a exiliarle junto a su familia, para mantener su corona. Fernandita, finalmente, rechazará a Bernardo abriendo la puerta a una nueva vida.
        Momento histórico:
El motín nace tras el nuevo bando modernizador de la vestimenta (por motivos de seguridad se prohíben los chambergos y la capa larga que permite embozar los rostros, y se implanta el sombrero de tres picos, la montera y la capa corta o redingote). No son estas las únicas medidas modernizadoras, Esquilache había ordenado limpiar y pavimentar la ciudad, instalar farolas, así como construir fosas sépticas, pero esta fue la chispa en la que prendió la revuelta que trasladó a las calles el descontento, tanto de la población, que había de soportar la continua subida del precio del pan por la especulación, y el descontento político de los que no veían con buenos ojos el poder que detentaban los ministros italianos (Esquilache, Grimaldi y Sabatini).

Se trata, por tanto, de una obra teatral históricamente bien documentada. 

viernes, 11 de agosto de 2017

SONATA DE PRIMAVERA, DE RAMÓN MARÍA DEL VALLE-INCLÁN


        Sonata de Primavera. Es una de las cuatro novelas escritas por Ramón María del Valle-Inclán que giran en torno al noble aventurero español, el Marqués de Bradomín. Esta sonata se desarrolla en Italia. El Marqués viaja a Liguria como enviado del Papa para entregar un mensaje a Monseñor Gaetani, pero éste ya está en su lecho de muerte. Invitado por la Princesa Gaetani a pasar unos días en su palacio tras la muerte del prelado, el galante español se enamorará de la hija mayor de la Princesa e intentará conquistarla. María del Rosario, así se llama la dama, está a punto de ingresar en un convento carmelita. Valle-Inclán nos describe con precisión la atmosfera beata de palacio, con sus tertulias, con las alegres estampas de las niñas y sus juegos y con las intrigas, propias del celo servil del mayordomo, Polonio. Su prosa, muy descriptiva, nos introduce tanto en los espléndidos jardines de palacio, donde nos podemos dejar llevar fácilmente por un mundo exuberante de imágenes, sonidos y aromas, como en el ambiente de la devota y contristada Liguria en la Semana Santa. Se trata de una novela corta que gira en torno a temas como el amor, la muerte, las tradiciones religiosas o la brujería. Y nada más, se lee en un suspiro, quizá el mismo suspiro de amor imposible que aún resuena en el Palacio Gaetani…