domingo, 9 de diciembre de 2018

LA CAMPANA DE HUESCA

La campana de Huesca o la leyenda del rey monje, del palentino José Casado del Alisal

        
         Hoy, no tengo idea del porqué, me he levantado con el cuadro del insigne pintor palentino, José Casado del Alisal, “La campana de Huesca”, metido en la sesera.
        Si alguna vez vais a Huesca capital, algo que, indiscutiblemente, merece la pena, (nosotros lo hicimos hace unos años), no dejéis de visitar lugares tan emblemáticos como sus restos amurallados, su Catedral y Museo Diocesano, el Monasterio de San Pedro el Viejo con su fantástico claustro, la Plaza de Luis López de Allué, también llamada Plaza del Mercado, con algunos establecimientos comerciales nostálgicos que evocan otros tiempos como la tienda de ultramarinos la Confianza, o Almacenes San Juan (allí compramos unos excelentes paños de cocina), el parque Miguel Servet con las famosas pajaritas de Ramón Acín, sin duda un bonito símbolo para la ciudad, la vistosa Plaza de Navarra con el Casino de Huesca en uno de sus costados… Y dos lugares que relacionaré en este breve artículo a propósito del cuadro; el Museo de Huesca situado en el antiguo Palacio de los Reyes de Aragón, donde supuestamente sucedieron aquellos hechos legendarios, y el Ayuntamiento, en cuyo Salón de Justicia figura expuesta la fantástica pintura histórica de Casado del Alisal que, sin duda, ha contribuido a que la leyenda perdure en la memoria oscense, aragonesa y española.
        Primero haré referencia a lo que nos cuenta la historia de forma muy breve. Ramiro II, el monje, (1134-1137) como su propio apelativo indica, no había nacido para ser rey, sino para dedicar su vida a la iglesia. A la muerte de su hermano Alfonso el Batallador, Ramiro se vio obligado a abandonar su vida religiosa para hacerse cargo del trono desde donde tuvo que hacer frente, al parecer con éxito, a una nobleza rebelde y levantisca que trató de aprovechar la supuesta debilidad de un monarca que no había sido preparado para ejercer como tal.
        Vayamos ahora con la leyenda.
        Ramiro II había pasado parte de su vida en el Monasterio de San Pons de Thomieres y tenía en mucha consideración la opinión de su maestro Fray Frotardo. Ante la grave situación del reino, Ramiro vacila sobre la forma de hacer frente a la nobleza díscola que le rodea y envía un emisario para pedir consejo a su mentor. Fray Frotardo, tras leer la carta de Ramiro II invitó al correo a seguirle hasta el huerto donde el religioso cogió una guadaña con la que, enérgicamente, cercenó las hojas de las coles que más sobresalían. El emisario regresó con la orden de contar a su rey lo que había visto en aquel jardín.
El monarca, como buen discípulo, tomó nota de aquel consejo y decidió convocar cortes en Huesca donde aprovecharía para hacer ostentación de una fabulosa campana que se podría oír en todo el reino. Ramiro invitó a la aristocracia a Palacio e hizo pasar a la sala donde se encontraba el supuesto artilugio, en primer lugar, de uno en uno, a los nobles más poderosos, quienes fueron decapitados sin contemplaciones a medida que entraron. Después Ramiro II ordenó disponer aquellas cabezas en el suelo formando un circulo, en cuyo centro, colgando del techo a modo de badajo de la campana, situó la testa del Obispo Ordás, supuestamente el más importante de los insurgentes.
        Fue entonces cuando el rey convocó allí al resto de la nobleza para enseñarles cruelmente el camino de la sumisión. Es este momento el que inmortalizó el pintor palentino en su cuadro en 1880. Ramiro II, junto a su fiel mastín de aspecto amenazante, enseña a la aristocracia superviviente con su mano derecha aquel macabro círculo de restos humanos sanguinolentos, mostrándoles así lo que les podría suceder si insistían en la insubordinación. El autor hace patente gran parte de su talento en el detallismo de los ropajes y en el realismo de las diferentes expresiones de los rostros de los Señores aragoneses que se agolpan en las escaleras de acceso a la sala, rostros de ira, miedo, indignación, sorpresa, deseo de venganza, resignación…etc
        La leyenda como tal nació dos siglos más tarde, durante el reinado de Pedro IV de Aragón, ya en el s. XIV. Sera descrita en la Crónica de San Juan de la Peña o Crónica Pinatense, obra de Tomás de Canellas, secretario del rey, quien recopiló la historia del reino. Probablemente el autor de esta narración se basó en la obra del cronista musulmán Ibn Idari que habla de la ruptura de una tregua por parte de algunos nobles aragoneses y la reacción de Ramiro II decapitando a siete de ellos por sediciosos. El más que seguro conocimiento de los clásicos por parte del autor de la Crónica Pinatense llevaría al adorno literario que toda leyenda o mito lleva consigo. El profesor Laliena, catedrático de historia Medieval de la Universidad de Zaragoza, cree ver la influencia clásica de obras de Heródoto, Dionisio de Halicarnaso o Valerio Máximo que relatan versiones de cuentos parecidos en los que, tras pedir un consejo, éste se acaba fabulando cortando plantas como en la leyenda de la Campana con las coles.
        No dejéis de visitar Huesca y, por supuesto, no se os olvide pasar por el Salón de Justicia del Ayuntamiento para ver el extraordinario cuadro del palentino Casado del Alisal, y la Sala de la Campana del Museo de Huesca que, aunque construida después del reinado de Ramiro II, quien sabe si en sus cimientos guarda algún resto de la sangre de aquellos nobles decapitados.
Feliz domingo. Saludos

jueves, 6 de diciembre de 2018

EL NIÑO DE MURILLO. MI RELATO FINALISTA EN EL III PREMIO INTERNACIONAL DE RELATOS CIUDAD DE SEVILLA


Buenos días.
Hoy, me permito la libertad de meterme en vuestros desayunos. Como muchos sabéis ya, mi relato “El niño de Murillo” llegó a ser finalista en el III Premio internacional de relatos Ciudad de Sevilla fallado esta semana. Editorial Samarcanda publica un libro conmemorativo en el que recopila los textos finalistas, encabezado por la obra ganadora, “Verde Veronés”, del autor Luis Miguel Rufino Rus. (La portada del libro es la que preside este post).
Me siento satisfecho y orgulloso de que un jurado de tal categoría se haya fijado en mi sentido y sencillo texto y, dado que me gusta compartir con vosotros mis creaciones para que me digáis si “voy por el buen camino”, me he puesto en contacto con Ed. Samarcanda y no me han puesto impedimento alguno a la publicación en el blog de mi relato para que me podáis seguir guiando con vuestra opinión y critica, siempre valiosa para mí.
Esta bonita experiencia literaria estará siempre presente en “mi humilde rincón de palabras” junto al resto de mis modestos logros que, os recuerdo, yacen siempre disponibles para su lectura en el lateral del blog enlazados: el I Premio de Relatos Diarios de Sefarad, “Los días del adiós”, el Premio sección provincial del XXXVIII Concurso internacional de relatos de Guardo y el Pregón Literario del XLIV Concurso internacional de relatos de Guardo.
Sin más, os dejo el texto (sólo hay que pinchar sobre él para poder leerlo), debajo del cuadro que lo inspiró, esperando y deseando que pronto pueda daros buenas nuevas sobre la ansiada publicación de mi novela “Tiempos de sombras” por Editorial Andalusiya.
Gracias a todos por vuestros ánimos y espero que os guste el relato. Saludos.