Hoy es uno de
esos días en los que uno se levanta sin ninguna esperanza en el género humano. Una
larga noche de insomnio me ha provocado una catarata de sentimientos negativos,
de pesadumbre, de rabia; una profunda arcada de asco hacia lo que denominamos,
a veces con excesiva generosidad, homo-sapiens. Y el resultado es que no he
tenido ni humor ni tiempo para acudir a mi Sara para que me reconfortara de
alguna manera con su sabiduría y salero. Pido perdón a aquellos que esperaban
en el blog un nuevo capítulo de mis soñadas peripecias con ella en la Ciudad
Eterna.
Y
diréis que porqué me he levantado así. Pues os comento que veinticuatro euros
tienen la culpa. Hoy me he levantado aturdido por la incapacidad de entender cómo
puede haber gente en este mundo con el alma tan apergaminada por el egoísmo,
con una mente tan estrecha. Si hay alguna cosa que en los últimos años ha
removido nuestras conciencias, para bien, es el hecho de asumir que existen las
discapacidades, o diferentes capacidades que dicen ahora los políticamente
correctos, y el hecho de que poco a poco vayamos eliminando barreras,
facilitando integraciones y comprendiendo, sobre todo comprendiendo, que hay
personas que viven el día a día de una manera diferente, en el mejor de los
casos, de manera un poco más complicada, nos honra como especie evolucionada.
A
la regencia de Bodega La Montaña en la calle Ibiza nro. 11 de Benidorm no le
han debido de llegar esos aires frescos y evolutivos, que deseo sigan saneando la
conciencia y solidaridad ciudadana. El viernes 17 de mayo, un discapacitado con
un 94 % de minusvalía, con una visión muy pobre, tropezó con una carretilla de
reparto que obstaculizaba el paso “en la
vía pública”, a las puertas de ese comercio, provocando la ruptura de
algunas botellas. La reacción, lejos de ser comprensiva, y más tratándose del
hijo de una cliente suya de hace más de 15 años, fue la de mentes retrógradas, avaras
y zafias, de una ruindad y cicatería que apesta a provincianismo de otros
tiempos. La tacañería de los propietarios y los malos modos con los que fueron
tratados madre, pensionista y discapacitada, e hijo, acabó en el, se me antoja
que ilegal e injusto por suceder en la vía pública, abono religioso de la
insoportable y escandalosa cifra para el negocio de veinticuatro euros, tras tener
escuchar la despreciable frase: “cóbraselas a 0.80 E y dales ticket”, con el
tono altanero y la poca educación que sólo puede tener un miserable.
La
importunada madre lo hizo, sin ningún ánimo de polémicas y asumiendo que el
muchacho había provocado ese, al parecer, insoportable quebranto al negocio
familiar, sin avisar a la policía local, que es lo que debería haber hecho por
haber sucedido el hecho en la misma acera; acató la decisión sumaria del
arrogante e impresentable propietario, y pagó. No dejo de preguntarme qué es lo
que puede pasar por la mente de una persona que tiene este tipo de establecimiento,
que probablemente no cumple con la legislación en muchas cosas incluidas la
distancia entre pasillos en locales comerciales o la accesibilidad en general,
para reaccionar de esta manera ante un hecho provocado por alguien carente de
malicia e intención en el hecho, tratándose además de una mercancía que
entorpecía el libre paso en la vía pública. ¿Qué menguada visión de negocio
puede tener una persona que con su comportamiento se va a quedar sin más de un
cliente por veinticuatro euros? ¿Qué tipo de miseria moral alberga esa familia
que es capaz de, con pésimas formas, cara de perdonavidas baratos, de soberbios
maleducados de baja estofa, “invitar” a pagar los desperfectos de algo que, en
definitiva, estorbaba el libre paso en la acera en plena calle?
La
señora y su hijo regresaron a casa, y han tardado más de un día en contar su
“desagradable incidente” para no disgustar a sus hijos. Mi madre y mi hermano,
de los que me siento inmensamente orgulloso, no se merecen que se les trate
así. Tienen, señores regentes del negocio Bodega la Montaña de Benidorm, todo
mi desprecio. Son ustedes unos sinvergüenzas; el vivo ejemplo de la miseria
humana.
LUIS
MIGUEL MORÁN BREGEL
Espero que quede poca "gente" de ese tamaño moral. Invito a compartir en redes sociales
ResponderEliminarYo me he desahogado. Era lo importante. Y ahora...a otra cosa mariposa. Saludos
EliminarBuff...que gentuza abunda en nuestras ciudades...
ResponderEliminarSe merecen los dueños de ese negocio que hubieran llamado a la policía y le hubiesen puesto una buena multa por estar obstaculizando la vía pública. Seguro que no se le vuelve a ocurrir tratar así a nadie.
Siento mucho lo ocurrido y el mal rato que les han hecho pasar.
Os envío un fuerte abrazo.
Gracias Maripaz. Lo siento por el disgusto que se han llevado. Yo...tenía que desahogarme. Ahora, a olvidarse del asunto, no merece la pena perder más tiempo con este tipo de gente. Besos
EliminarHay gente que merece el desprecio, incomprensible reacción
ResponderEliminarEs lo que tenemos. Ahora... a seguir adelante y olvidarse. Saludos
EliminarMiserables!!, no les importó que se podían haber hecho daño .Por desgracia quedan especimenes asi . Un abrazo grande para tu hermano y tu madre , a los cuales tuve el placer de conocer y son de lo mejor.
ResponderEliminarGracias. A veces se nos hace difícil comprender ciertas cosas. Saludos
EliminarUn acto muy ruin por parte del propietario de ese negocio.Me repugna el mal rato que hicieron pasar a tu madre y a tu hermano y el hecho de que no se preocuparan de que una persona se pudiera haber lastimado por el tropiezo.Todo mi desprecio para ese tipo de personas y muchos besos y abrazos para vosotros,sois una familia estupenda.😘
ResponderEliminarGracias. Creo que hay otras formas más inteligentes de reaccionar
ResponderEliminary más con una clienta. Allá ellos. Saludos