“Sidi”,
de Arturo Pérez-Reverte, es el segundo libro que leí el fin de semana pasado.
Sabéis que me encanta la prosa del académico, y este libro es un nuevo alarde,
una nueva demostración de su conocimiento del lenguaje.
“Sidi” es una novela de tiempos de guerra en la frontera
del Duero. En él, el autor ha sido capaz de describirnos la realidad
político-social del s. XI desde la grupa de un caballo, de la mano de uno de
los míticos personajes de nuestra historia, Ruy Díaz, infanzón natural de la
localidad burgalesa de Vivar, Cid, un figura que siempre ha “cabalgado”
entre la realidad y la leyenda, sobre el que poco se puede constatar con
absoluta veracidad, pero sobre el que se ha escrito mucho; a quién se ha
ensalzado y denostado, como siempre, y por desgracia, porque se ha hecho un uso
político de su imagen.
Pérez-Reverte afirma que él nos muestra su propio Cid: “En él se funden de un modo fascinante la aventura, la
historia y la leyenda. Hay muchos Cid en la tradición española, y éste es el
mío.» También confiesa que ha escrito una “novela sobre el liderazgo” y con toda la
razón. Nos describe un caudillo leal a sus parientes y amigos, atento,
preocupado y justo con los suyos, a la vez que exigente, firme e inflexible, un
Cid capaz de adaptarse a las circunstancias, de ser cruel y despiadado con el
enemigo, pero también noble y magnánimo, un observador realista, conocedor del
lugar que ocupa en el mundo feudal por el que transita, ajustado a las reglas
que rigen la sociedad medieval del momento en general, y la dura vida de la
frontera del Duero en particular. Nos lo presenta como un gran conocedor de la
naturaleza humana, de sus necesidades y carencias, de sus virtudes y defectos. Y
acabará creando un personaje monumental con su particular estilo, donde el
hombre y el guerrero mezclan de manera perfecta, como en su día hizo con el
mítico Diego Alatriste. Así, mientras el autor deja patente el lado más humano
del protagonista con el recuerdo presente de su añorada familia, su mujer
Jimena y sus hijas, hace que lo acompañen a lo largo de la narración diversos
personajes históricos o inventados, pero absolutamente veraces y reconocibles en
aquella sociedad belicosa, como el fiel Minaya Alvar Fáñez, su mano de derecha,
el rudo y siempre presto al combate Diego Ordóñez, el ágil Galin Barbués, el
tartamudo Pedro Bermúdez, el versado fraile Millán, compañía religiosa
imprescindible, el altanero conde de Barcelona Berenguer Remont II, el valeroso
lugarteniente árabe Yaqub al-Jatib, el cultivado rey de Zaragoza Mutamán o su
hermana, la poderosa, seductora y sofisticada Raxida.
El texto arranca en el momento en el que el protagonista
ya ha sido desterrado de Castilla por Alfonso VI por haberle obligado a jurar públicamente
en Santa Gadea que no había tenido nada que ver con el asesinato de su hermano
Sancho de Castilla, en la famosa jornada en la que, a las puertas de Zamora, el
rey cayó muerto a manos del traidor Bellido Dolfos. Y, desde la primera página,
Pérez-Reverte es capaz de hacernos cabalgar junto a Ruy Díaz y sus
leales guerreros, mientras alquilan sus espadas a orillas del Duero o en la
Taifa Zaragozana. En un tiempo de luchas intestinas tanto en los reinos moros como
en los cristianos, momentos de “algaras y aceifas”, el protagonista se hace a sí
mismo; emerge un líder mítico, el “Campidoctor”, el “Campeador”, el “Sidi
Quambitur” de los árabes, el Cid.
Y no os cuento más, a los que le gusten las
narraciones bélicas aquí disfrutarán de emocionantes cargas y cabalgadas, y de
una buena dosis de cruel realismo en tierras de frontera, de un texto donde se
puede sentir el hambre y la sed, el olor a estiércol, cuero, humo y sudor de hombres
y monturas, el sonido de los cascos de los caballo, de los cuernos de guerra, y
el chocar de espadas, lanzas y escudos, y donde quedarán de manifiesto los
códigos de honor de aquella Hispania fragmentada política y religiosamente, donde
se luchaba y se moría por un trozo de pan que llevarse a la boca. Salvando las
distancias, me ha recordado mucho a otras obras del autor en las que nos acerca
a la descarnada y violenta realidad del momento histórico a través de unos
personajes que resultan muy creíbles; es el caso de la “La sombra del Águila”, “El
húsar” o “Las aventuras del Capitán Alatriste”.
En definitiva, es una gran novela. Como bien dice
su creador: “Yo quise hacer nuestro
Western, con nuestros pioneros, con la frontera, con los apaches, con la
cabalgada”.
Y… ¡Pardiez! A fe mía que lo logró.
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