Monumental fachada de San Juan de Letrán, Roma. Obra de Alessandro Galilei
Voy
a pasar página de lo sucedido aquella tarde-noche de sábado tras visitar la Basílica
de Santa María la Mayor. El SPA del hotel, la cena romántica y el postre…entran
dentro de la imaginación de cualquiera, también de la mía. Por eso voy directo
a relataros lo sucedido la mañana siguiente, tras una reparadora ducha (doy fe
que el agua de Roma también está muy fría) y un gran desayuno en el buffet
libre del Venetia Palace. Ni que decir tiene que, Sara, mi planificadora
turística y guía particular había diseñado un domingo ameno, interesante y muy
denso en historia y arte. Paso a contároslo someramente…
–Creo que será mejor dejar el Vaticano
para otro día –Sara comenzaba por descartar aquel lugar con su pragmatismo
habitual–. Hoy hay bendición dominical del Papa y más gente de lo normal. Te
aseguro que se ve mejor por la televisión. El Papa se dirige a los fieles desde
el balcón de sus aposentos en los Palacios Vaticanos y, desde la plaza, no es
más que un puntito blanco enmarcado por una mole pétrea anaranjada. Lo que sí
es de verdad espectacular y emocionante, es venir a la bendición Urbi et
Orbi el día de Navidad. Es un acto muy vistoso por la presencia de tropas
de todas las armas italianas frente a la Guardia Suiza Vaticana, todos vestidos
de gala, parando ante la fachada de la Basílica tras cruzar la plaza de San
Pedro con sus bandas musicales tocando himnos oficiales y marchas militares. Y,
por supuesto, lo más importante, recibir la bendición del Papa más cerca, desde
el balcón central de la fachada principal de la Basílica de San Pedro; siempre
es bonito y reconfortante para quien se siente católico
–Pues habrá que sacrificarse y venir a
Roma en Navidad –bromeé.
–Hoy había preparado una visita muy
especial. Quería llevarte al origen… –Sara cambió de tono de voz y de tema de
conversación; me dejó servida la obligada pregunta.
–¿El origen de qué?
–Omnium
urbis et orbis ecclesiarum mater et caput.
–Si
es que suenas bien hasta en latín –me chanceé–, lo malo es que mi nivel en lenguas
muertas es tan bajo que me quedé en “urbi
et orbi” y en “patris, et filii, et
spititus sancti” y, aun así, no sé si lo escribiría o pronunciaría con
corrección.
–¡Qué bobo! Venga, vamos al Trombetta a tomar un café.
–Me parece que el Trombetta sí que va a ser el origen de todo –comente jocoso, aquel bar con su sabroso ristretto parecía el cuartel general de
nuestras operaciones turísticas, siempre comenzábamos allí.
Una vez que tomamos nuestro café
reglamentario, salimos del bar y nos volvimos a adentrar en Termini para
atravesar la estación.
–Podríamos coger el metro, pero prefiero
que vayamos andando, me parece más romántico. –Sara me guiñó.
–Pues perfecto. Hermosa dama, permítame
ofrecerle mi fornida extremidad superior derecha para que pueda asirse –le sugerí
con pomposa pedantería, haciendo un aspaviento considerable.
–Pero que payasete estás hecho.
Anda…vamos –Sara se agarró a mi brazo y apoyó su cabeza sobre mi hombro,
aparentemente resignada a aguantar mis chacotas. Seguidamente se puso seria y
se arrancó a hablar en modo guía turístico–. Pasaremos junto a Santa María la
Mayor y recorreremos la Vía Merulana. Como te decía antes en latín, vamos a la
“cabeza y madre de todas las iglesias de la ciudad y del mundo”.
–Hubiese jurado que ese honor lo tenía
el Vaticano –comenté profano.
–Pues no. Ese honor lo tiene, la
Archibasílica de San Juan de Letrán. Te haré una breve exposición histórica
mientras nos acercamos. Verás, la zona de Letrán se asienta en una parte de la
ciudad que en la época imperial estaba en las afueras, poblada por familias
pudientes.
–¿Cómo la colina del Esquilino? Creo
recordar que algo me dijiste ayer sobre eso.
–Algo parecido. Una de esas familias
pudientes era la de los Plauti Laterani que vieron como sus propiedades eran
confiscadas por Nerón tras caer en desgracia.
–Nerón no solía hacer “prisioneros”.
–Exacto. Gran parte del área de Letrán
pasó entonces a manos imperiales. Ya a principios del siglo IV, Fausta, la
esposa de Constantino y hermana de Majencio…
–¿Los de la batalla del Puente Milvio?
–pregunté.
–Los mismos. Verás, Fausta era cristiana
y prestaba su palacio como lugar para celebrar el culto de su religión, puesto
que, como aun sufrían persecuciones, a los cristianos no se les permitía tener
templos y se veían obligados a reunirse en viviendas particulares que,
ocasionalmente, ejercían de iglesias y recibían el nombre de Domus Ecclesiae. Pues bien, Constantino
se dio cuenta de que ya era imposible frenar la expansión de esta religión
dentro del imperio e, imagino que, influenciado por su mujer, Fausta, y por su
madre Elena, Santa Elena, también cristiana, decidió que era conveniente que se
le apareciera una cruz en sueños, quizá fuera verdad, signo bajo el cual
saldría victorioso en la batalla que le enfrentaría a su rival y cuñado
Majencio, la famosa batalla del Puente Milvio; Constantino no solo venció sino
que su enemigo murió ahogado en el Tiber.
–Muy oportuno el sueño. Aunque por lo
que sé, Majencio no estuvo muy espabilado al salir al encuentro de Constantino
en vez de atrincherarse en la ciudad.
–Sí, no anduvo fino Majencio. El caso es
que, Constantino se hizo con el poder y en el 313, promulgó el edicto de Milán
con el que la religión cristiana dejó de ser perseguida. Es entonces cuando
comienzan a construirse las primeras iglesias. Constantino y Fausta donaron su
palacio al Papa junto al inservible campamento de Majencio que estaba al lado,
que fue destruido, convirtiendo aquella zona en la primera sede de la religión
cristiana, formando lo que llamamos el complejo lateranense. Hasta este
momento, al no haberse permitido la construcción de templos cristianos no había
un modelo de iglesia. La nueva religión buscó en los edificios romanos alguna
construcción que se adaptara a sus necesidades y la encontró en la Basílica,
edificio puramente civil en el Imperio pero que por su capacidad y amplitud servía
perfectamente para congregar a gran cantidad de fieles. Así surgió la primera
basílica, la de Letrán, consagrada por el Papa San Silvestre en el 324 d.c. Por
eso es el comienzo de todo, Letrán fue durante más de mil años la sede del
papado. De hecho, sigue siendo la sede del obispo de Roma, el Papa, y es
territorio vaticano, es una zona que goza del derecho de extraterritorialidad,
como otros palacios y templos en Roma, todo esto se acordó en los Pactos de
Letrán en febrero de 1929, entre la República italiana y el Vaticano –En aquel
momento, el obelisco de Letrán ya se anunciaba al final de la calle–. La
historia de Letrán está muy unida a incendios, saqueos, terremotos,
abandonos…etc. Con la llegada de los bárbaros fue devastada; primero entraron
los visigodos de Alarico y luego los Vándalos de Genserico haciendo saña
especialmente en esta zona famosa por sus riquezas. Tras la caída del Imperio romano
en el 476, las diferentes tribus bárbaras se pasearon por Europa luchando entre
sí sin que hubiera un poder preponderante. Esto se prolongó hasta la llegada de
Carlomagno, el Papa León III le coronó emperador aquí en Roma el día de Navidad
del año 800. Enseguida veremos los restos de uno de los salones que mandó
construir el Papa para acoger los fastos que acompañaron a esa ceremonia, en un
lateral del edificio que alberga la Scala
Santa, que la tradición dice que eran las escaleras del pretorio de Pilato,
las mismas que transitó Cristo en la pasión, aunque no hay una base histórica
que lo avale, como muchas otras cosas relacionadas con las reliquias. ¿Te
cansas?
–No, al contrario. Estoy desempolvando
algunos conocimientos y archivando muchos otros. Sigue.
–Tras este paréntesis carolingio en el
que la iglesia se vio protegida por el poder de los francos comenzó una
prolongada decadencia en Roma, primero saqueada por los musulmanes y luego consumida
por intensas y continuas luchas nobiliarias. La ciudad se despobló y se hizo
muy peligrosa, incluso recibió el apodo de Roma Turrita, porque estaba llena de
torres defensivas, cada palacio, cada familia poderosa fortificaba sus
posesiones aprovechando a veces las ruinas romanas. La puntilla fue el traslado
de la residencia del papa a Avignon en Francia entre 1309 y 1377 (ciudad que
pertenecía a los estados pontificios) y el cisma de occidente que vino a
continuación, entre 1378 y 1417; durante 40 años hubo dos papas con sede en
Roma y Avignon, algún tiempo, incluso tres. Por fortuna, en el Concilio de
Constanza se eligió a Martín V como único Papa y se acabó el problema. Recuerda
este nombre porque es importante
–Ok. Archivado Martín V como personaje
importante en Letrán.
–Martín V regresó a Roma en 1420, si no
recuerdo mal, y se encontró con que Letrán estaba en un estado ruinoso.
Entonces decidió instalarse en el Vaticano, fue el definitivo cambio de la
primera sede de la cristiandad. El peso de la tumba de Pedro inclinó la balanza
a favor del Vaticano; se había convertido en el principal centro de peregrinaje
del mundo cristiano. No olvides que San Juan de Letrán no es un templo
martirial, no se erigió sobre la tumba de algún santo o mártir, de hecho, se
consagró a Cristo Salvador aunque, con el tiempo, también se dedicaría a los
santos Juanes, evangelista y bautista, como reza en su fachada –En aquel
momento Sara interrumpió su extensa narración mientras cruzábamos la Piazza San
Giovanni in Laterano para detenernos junto al monumental Obelisco–. Y llegó el
pontificado de Sixto V…
Obelisco, Palacio renacentista de Doménico fontana a la izquierda, fachada lateral de la basílica con la logia de las bendidiones y las torres medievales, y Baptisterio a la derecha. Plaza Juan Pablo II
–¡Hombre! Mi admirado e hiperactivo Sixto V con su
sufrido arquitecto Doménico Fontana. Leí ayer en un folleto que el tal Fontana
no era un gran artista, pero que era un tipo con gran capacidad técnica y de
trabajo, alguien muy serio, constante y cumplidor, que le vino al Papa como
anillo al dedo.
–Leíste bien. Sixto V convirtió Roma en
la envidia de las ciudades del s. XVI. Era un hombre que actuaba sin
contemplaciones, destruyó tanto como construyó. En el caso de Letrán, abrió
este espacio a la ciudad con amplias avenidas como la Vía Merulana por la que
hemos venido que la une a Santa María la Mayor o la Vía San Giovanni in
laterano que lleva al Coliseo.
–Y se dedicó a señalizar los lugares
importantes de Roma a base de obeliscos. Un poco caprichoso, costoso y
llamativo, ¿no? –pregunté con cierta gracia.
–Estaba obsesionado con los obeliscos.
Alguien le recordó que éste en concreto estaba desaparecido y lo mandó buscar.
–Y lo encontró por lo que veo.
–Cierto. Este es el obelisco más alto y
el más antiguo de los erigidos en Roma. Tiene más de treinta y cinco siglos.
Proviene de la ciudad de Tebas y llegó aquí traído por el hijo de Constantino.
Su padre quería llevarlo a Constantinopla y construyó un enorme barco para
ello, aunque no llegó a ver su idea hecha realidad. Finalmente, su hijo lo
instaló en la Spina del Circo Máximo
a los pies de la colina del palatino.
–El circo más grande del mundo.
–Exacto. Algún autor ha llegado a
estimar en 300.000 personas su capacidad. Pero ya iremos por allí… Te decía que
hallaron el obelisco bajo varios metros de sedimentos y partido en tres. Fíjate
que se pueden ver las cicatrices de su ensamblaje.
–Y Fontana se encargó de traérselo dando
un paseo –ironicé pues la distancia era considerable tratándose de aquella
mole.
–Sí, no sin antes quitar de aquí la
estatua de Constantino, bueno…en aquel momento se pensaba que era la estatua de
Constantino, hoy sabemos que es la de Marco Aurelio; se la llevaron a la colina
capitolina, se puede ver dentro de los museos capitolinos, han dejado una
réplica a la intemperie en la Piazza del Campidoglio. Y en la base del obelisco
hay escrita una frase que me ayuda a presentarte otro edificio “Constantinus a silvestro hic baptizatus”.
Ese edificio octogonal de ladrillo es el baptisterio de Constantino, como reza
la frase, bautizado aquí por el papa Silvestre.
–Nada espectacular. Al menos por fuera.
–Sí. Por dentro cambia la cosa, te lo
aseguro. Luego iremos. Al principio los baptisterios estaban separados de las
iglesias, ocupaban edificaciones individualizadas. Son típicos de los primeros
momentos del cristianismo postconstantiniano. Son edificios de planta circular
o poligonal que se erigían bajo la advocación de San Juan Bautista.
–Muy lógico –afirmé.
–No sé si habrás visto alguno.
–El del Duomo de Florencia.
–Precioso. Eran construcciones dedicadas
exclusivamente al bautismo, cuando éste se realizaba por inmersión; una enorme
pila se situaba en su centro. Pero sigamos…Por toda esta zona se ven restos del
lienzo de la imponente muralla Aureliana, también del acueducto Aqua Claudia.
Vamos, dejemos la Basílica para luego. Ahora paseemos por los alrededores.
Sara me llevó hacia la fachada principal
de la Basílica.
–El palacio renacentista que acabamos de
rodear, que está adosado a la basílica es obra de Sixto V y Doménico Fontana.
Ahora es la sede del obispado del Roma y forma parte también de los Museos
vaticanos. Tiene una visita guiada interesante, es en italiano, pero se comprende
perfectamente, al menos con el guía que me tocó en suerte, dijo que se le
entendería y así fue. Sixto V derribó lo que quedaba del anterior palacio
papal. De hecho, lo único que queda en pie es parte de ese edificio de allí –Sara
me señalo hacia la izquierda–. Sixto V conservó lo que era la capilla de los
Papas a la que tenía gran devoción por albergar una figura de Cristo Salvador
que la tradición asegura que no está hecha por mano humana. En esa capilla
mandó poner la siguiente frase “Non est
in toto sanctior orbe locus”, (no hay un lugar más santo en toda la
tierra). En esta capilla también se veneraban las cabezas de San Pedro y San
Pablo, ahora en el interior de la Basílica. Y para subir a la capilla, trasladó
lo Scala Santa y la puso allí.
Scala Santa. Restos del triclinio de León III abajo.
–Aquella del pretorio de Pilatos.
–Exacto. Y si recuerdas los triclinios
que te comenté que había hecho construir León III para la coronación de
Carlomagno. Pues ese espacio con esa bóveda es lo único que queda de uno de
ellos –Sara me los señaló en la parte de atrás del edificio de la Scala Santa–.
Si te das la vuelta verás un lienzo de la imponente muralla aureliana con las
monumentales Puertas de San Giovanni y Asinaria.
Porta de San Giovanni y al fondo la Parta Asinaria
–Debía de ser una muralla espectacular.
–Lo era y lo es, son muchos los tramos
de lienzo amurallado que aún están en pie. De los 19 Km de los que constaba se
conservan algo más de 12. Ayer vimos algún espacio en torno a la Porta Tiburtina no muy lejos de Termini.
Aquí hay una zona espectacular amurallada entre Letrán y Porta Maggiore, puerta
que construyera el emperador Claudio para monumentalizar la llegada del
acueducto Aqua Claudia a la ciudad que pasa tras la Basílica de Santa Croce in
Gerusalem. Un paseo muy recomendable. Y este es un monumento a San Francisco. El
nombre del de Asís está muy ligado a Letrán porque aquí vino para solicitar del
Papa permiso para fundar la orden franciscana, lo cual fue todo un acierto.
Monumento a San Francisco
–¿Y eso?
–Hay quien cree que Francisco obró con mucho tino al ponerse, desde el primer momento, bajo la autoridad papal. Si
comparas su ideario con el de algunas herejías de la época…no hay tantas
diferencias. Pero al final, el papa Inocencio III aprobó la regla franciscana. Y
ahora vayamos a ver los interiores de basílica, baptisterio y Scala Santa, al
menos, lo que podamos. Los domingos, las celebraciones litúrgicas obligan a
cambiar las visitas. Pero nos arreglaremos.
–Seguiré
bebiendo de tus explicaciones, aunque me haría falta desbeber algo antes
–bromeé sin obviar cierto apuro fisiológico ya.
–Se
va notando la edad, ya empiezas con la incontinencia, ¿te has mirado la
próstata? –Sara rio y me señaló una cafetería cercana en el Viale Carlo Felice,
frente a los jardines del mismo nombre que unían Letrán con Santa Croce in
Jerusalem. Cruzamos la calle e hicimos un receso; con ristretto, por supuesto.
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