domingo, 17 de febrero de 2019

PASEOS CON SARA. Y SARA ME LLEVO A UNA CÁPSULA DEL TIEMPO

 Basílica Superior de San Clemente. Roma. Nave central.
        –¿Qué planes tienes para esta tarde? –pregunté a mi preciosa guía mientras trataba de asimilar, admirado, todo lo posible sobre el complejo de Letrán.
        –De momento ninguno. Vayamos a comer esos fettuccine, y luego veremos.
        Sara me llevó a una hostaria en la misma calle San Giovanni in Laterano, cerca ya del Coliseo; la silueta que viéramos a lo lejos, casi desde Letrán, se había agrandado considerablemente; era un monumento majestuoso. Comimos bien, los fettuccine al burro, con un toque de pimienta magistral, estaban muy sabrosos, como había aventurado mi anfitriona. La ensalada que pedimos como entrante, con mascarpone en lo alto, también estuvo bien. El café, esta vez nos pasamos al capuccino, lo acompañamos con una bomba calórica, un maritozzi, una berlina o un bollo frito que hubiera dicho yo, eso sí, relleno de nata.
        –Este bollo, Maritoñi, está buenísimo.
        –¡Maritozzi! Serás tontito –Sara rio.
        –Siempre imaginé que Roma tendría mucho que ver, pero me parece que me quedé corto –cambié de conversación, poniéndome algo serio, mientras trataba de eliminar el azúcar que el maritozzi me había dejado en las manos con un par de servilletas de papel.
        –A Roma hay que venir a vivir una temporada. Yo creo que, al menos, hay que disfrutarla un par de meses. Es una ciudad que invita a ser paseada, despacio, sin ninguna prisa, deteniéndote en aquellos lugares que encuentres abiertos. Y vas tomando nota de los que no puedes acceder para estudiar horarios y demás. Hay tantas cosas que visitar…
        –Imagino que debes de tener razón. Me estoy fijando en ese muro de enfrente. Detrás habrá una hermosa iglesia que seguro que no veremos porque hay otros monumentos más importantes.
        –Detrás hay una “cápsula del tiempo”.
        –¿Y eso?
        –Este es uno de los lugares más sorprendentes de Roma.
        –¿Vamos a verlo? Me estás intrigando.
        –No hay nada previsto, así que, si quieres, entramos. Creo que abren hasta las seis de la tarde.
        –Pues venga, ya estamos tardando.
        Sin haberlo planeado entramos en aquel recinto; Sara comenzó con sus explicaciones.
        –Estamos en la Basílica de San Clemente. Como te decía, es una auténtica cápsula del tiempo. En ningún lugar en Roma se puede observar tan detalladamente la evolución de un lugar a lo largo de más de dos mil años. Vamos a hacer una cosa –Sara ya había activado plenamente su virtuoso gen de guía turístico mientras yo digería con alguna dificultad los fetuccine y, sobre todo, el Maritozzi–. Vamos a bajar para hace una visita cronológica, creo que es más interesante. El templo de planta basilical que estamos pisando, y que veremos al final, es del S. XII; fue mandado edificar por el Cardenal Anastasio. Pero, vayamos hasta la sacristía y compremos las entradas para acceder a los secretos arqueológicos de este monumento.
        Seguí a Sara hasta la taquilla y comenzamos a bajar una serie de tramos de escaleras.
        –La figura clave que explica este lugar fue el dominico Irlandés Padre Mullooly, quien fuera Prior de San Clemente al que, a mediados del s. XIX, le dio por cavar –Sara me dedicó una expresión de admiración, al menos eso interpreté–. Los trabajos fueron lentos, y los continuaron sus sucesores. En definitiva, más de cien años de excavaciones revelaron lo que vamos a contemplar.
        Al llegar al espacio más profundo Sara retomó su disertación, tras un breve silencio mientras dejábamos atrás los últimos peldaños.
        ­–Estamos veinte metros por debajo del nivel de suelo actual de la basílica.
        –¡Caray! –exclamé realmente sorprendido.
        –Mira. El nivel más bajo de estratos que se han encontrado es el de una vivienda que se quemó en el famoso incendio de Nerón del verano del 64 d.c. Sobre ella, casi de inmediato, se edificaron otras dos viviendas separadas por una calle estrecha –Sara me iba llevando por las excavaciones para indicarme lo que me explicaba–. Cómo puedes ver, una vivienda es de ladrillo, se cree que era una insulae, algo así como una casa de apartamentos, con un templo mitraico en el patio. Al otro lado de la calle hay un edificio cimentado en sillares de toba, lo que indica una construcción de más calidad. Era la casa del noble y político romano Tito Flavio Clemente, sobrino del emperador Domiciano que es posible que fuera martirizado por ser cristiano; quizá se tratara de una de esas Domus Eclesiae de las que te hablé en Letrán. Los cristianos no podían edificar templos y celebraban el culto en casas privadas.
        En el s. IV se construyó la basílica inferior para lo que se rellenó el terreno hasta la altura del primer piso de las edificaciones romanas, lo que sirvió para cimentar la primitiva iglesia. Esta construcción resistió el paso del tiempo, pero no el de los normandos de Roberto Guiscardo que debió de arrasar esta zona con cierta inquina en el año 1084. El caso es que, años después, el Cardenal Anastasio decidió erigir la basílica superior, la actual, sobre los restos de la inferior. El resultado final es que, ochocientos años después, la basílica inferior había caído en el olvido hasta que entró en lid el Padre Mullooly.
Mitreo. Basílica de San Clemente
        –Me estoy acordando de la redescubierta Puerta del Vado en Toledo.
        –Buen ejemplo. Enterrada y desaparecida durante siglos. Y ya ves, yacía debajo de la Puerta Nueva, en el barrio de la Antequeruela. Comencemos por la parte más antigua del complejo, la romana. Como te decía, había dos tipos de viviendas diferenciados. En la ínsulae destacaba el Mitreo. El culto a Mitra lo trajeron los soldados romanos de oriente. Mitra fue designado por Apolo como una especie de creador. Para ello la mitología dice que debía ir a la luna y matar a un enorme toro. Con su sangre regaría la tierra y brotaría con ello todo tipo de vida; plantas, animales y el hombre. Fue una religión que arraigó entre las tropas imperiales. Prometía una buena vida más allá de la muerte, pero poseía ese tinte ocultista que a la postre le impediría expandirse como el cristianismo; religión que no distinguía entre razas ni clases sociales. Finalmente, su culto fue prohibido a finales del s. IV. Mitra nació en una caverna, por eso su liturgia se hace en ese tipo de lugares. Se le representa con gorro frigio una capa y un cuchillo que es con el que mató al toro. A pesar de que los cristianos se quisieron diferenciar de la religión mitraica tengo que destacarte una serie de similitudes que, cuando menos, pueden indicar ciertas influencias. Mitra nació en una cueva y fue adorado o visitado por pastores. Nació el día del solsticio de invierno, el 25 de diciembre, el Dies natalis solis invicti, la fiesta del nacimiento del sol invencible, cuando los días comienzan a triunfar sobre las noches. En las celebraciones los iniciados se tumbaban en un triclinio para participar de un banquete donde se tomaban pan y vino…En fin.
        –Visto desde ese punto de vista hay muchos parecidos.
        En cuanto a la casa del noble romano, Tito Flavio Clemente. Es evidente que la construcción es de mayor calidad. Hay quien confunde a su propietario con San Clemente, dicen que pudo ser la misma persona. Otros afirman que San Clemente pudo ser un esclavo hebreo y cristiano propiedad del político romano y que, al ser manumitido por su amo, pudo adoptar su nombre, cosa muy habitual en la época. Yo no creo que fueran la misma persona, así que me quedo más con la posibilidad de que pudiera ser un esclavo hebreo que consiguió su libertad, un liberto. Ahora, subamos un nivel.
        Accedimos a la planta superior. Las columnas de la iglesia inferior que debían sustentar la basílica de arriba estaban incrustadas en sólidos muros. Algunas pinturas decoraban las paredes. Sara enseguida retomó sus enseñanzas.
–Además del espacio en sí, merecen la pena analizar un momento las pinturas medievales datadas entre los s. VI y XI. En ellas se reflejan historias y leyendas como la de San Clemente, San Alejo, o el pretor Sisinio. Empezaremos por el Santo que da nombre a la Iglesia. San Clemente fue el cuarto Papa de la historia. Con toda seguridad fue discípulo de San Pedro. Es un personaje que cabalga entre la historia y la leyenda. Como hecho histórico conocemos su carta a los Corintios, ejemplo de la autoridad que el Obispo de Roma tuvo desde un principio sobre el resto de la cristiandad. Se trata de una extensa epístola que merece la pena ser leída en la que aboga por la reconciliación, la paz y la unidad. San Clemente fue desterrado a Crimea donde siguió predicando entre las gentes hasta que los soldados se cansaron de él y, tras atarlo a un ancla, lo arrojaron al mar. Ahora viene la parte legendaria en la que se nos cuenta que, al retirarse las aguas del mar de Crimea, apareció un sepulcro que había sido labrado por ángeles en el que yacían los restos del santo. Además, años más tarde, un niño desapareció engullido por las aguas y lo encontraron dentro de ese sarcófago, milagrosamente vivo, cuando las aguas se retiraron de nuevo. Eso es lo que cuentan, más o menos, estas pinturas.
        –Lo del sepulcro es un poco fantasioso.
        –Dos hermanos nacidos en Tesalónica, la actual Salónica griega, Cirilo y Metodio, santos del siglo IX viajaron a Crimea donde recuperaron las reliquias del santo y las trajeron aquí. Están bajo el altar de la basílica superior.
        –Las sacaron del sepulcro, imagino. Me pregunto si las reliquias del santo le hicieron un sitio al niño ese que se cayó para salvarlo –ironicé ante aquella fábula.
        –No seas bobo. Son leyendas, historias que ahora nos pueden parecer fantásticas, pero que en los primeros momentos del cristianismo movían a la fe y la devoción.
        –Cirilo está enterrado aquí en San Clemente, luego te digo donde. Este santo dio nombre al alfabeto que se usa en Europa oriental, alfabeto cirílico y, junto a su hermano, es el patrono de nuestro continente; ambos fueron los evangelizadores del pueblo eslavo, algo que debió de tener mucho mérito.
        –El amigo Cirilo parece un tipo importante.
        –Sí. Ahora pasemos a esas otras pinturas que representan la bonita historia de San Alejo. Alejo era un noble romano que, llamado por la piedad y la fe, decidió irse a oriente y convertirse en eremita. Sobre el modo en que tomo esa decisión hay más de una versión: una dice que renunció a su matrimonio, y otra, que su mujer, que era una virtuosa, le convenció para que se fuera.
–¡Leñe! La última suena a que la virtuosa se deshizo de su marido
–Lo cierto es que viajó a Siria, y tal fue el grado de fama y santidad que alcanzó en su retiro, que su vida cambió porque la gente acudía a visitarlo. Tras diecisiete años de vida ascética, Alejo decidió volver a Roma, y lo hizo ataviado como un mendigo. Fue entonces a pedir limosna a casa de su padre, y allí no le reconocieron, ni siquiera su esposa o la que iba a serlo en su día. Contratado por su progenitor para realizar las tareas más humildes vivió en un cuarto, bajo una escalera, otros diecisiete años. A su muerte, el Papa lo identificó por un pergamino que logró arrancarle de la mano. Destacan las pinturas que narran el momento de su regreso cuando nadie lo reconoce, y el de su muerte, con el difunto amortajado, y su padre y esposa lamentándose por no haberlo reconocido. San Alejo ha quedado en el imaginario popular cristiano como un ejemplo de humildad.
        –Un santo virtuoso. Si señorita. Aunque me escama un poco el tema de la esposa. Las mujeres podéis llegar a ser muy sibilinas si os lo proponéis. Y esto te lo digo en tono muy bajo no sea que, según está el tema actualmente, se me pueda acusar de sexista o algo por el estilo.
Pintura sobre la leyenda del Pretor Sisinio. Basílica de San Clemente.
        –Pues claro, te he entendido machote –Sara rio–. Hay otro relato sobre el momento de su muerte que cuenta que renunció al matrimonio para consagrar su vida al altísimo en Siria, lugar donde se le veneró durante mucho tiempo, y que, poco antes de morir, reveló su origen noble. Y ahora vayamos con la singular crónica de Sisinio que se narra en aquellos otros frescos. –Mi cicerone me guio hacía otra zona de la basílica inferior
        –El nombrecito se las trae…
        –A buen seguro que la historia no se te olvidará, también está relacionada con San Clemente. Te cuento. Sisinio era un prefecto romano que sospechaba que su mujer asistía a celebraciones cristianas. Un día la siguió, y la sorprendió asistiendo a una misa oficiada por el Papa. Al acceder al recinto con intención de llevarse a su esposa, se quedó ciego y mudo.
        –Eso le pasó por correr detrás de una mujer –Reí–. Espero que no me pase eso contigo aquí en Roma. He de atarte corto, más que nada porque aquí estoy más perdido que el barco del arroz que diría un gaditano. –Volví a reír.
        –¿Qué es eso del barco del arroz? –Ahora la que preguntaba era Sara, para variar.
        –Un dicho sobre el que se disputan su origen Cádiz, Málaga incluso Sevilla. Yo me inclino por la versión gaditana que es la más extendida, aunque en Málaga afirman también tener su barco del arroz. La gaditana reza así… Voy a “darle charol” al asunto ya que, normalmente, predicas tú –Sara rio, mientras yo engolaba un poco la voz para iniciar mi explicación–. Un barco argentino, “el Alcatraz“, cargado de alimentos, encalló en Sanlúcar de Barrameda, gran parte de su carga era arroz y se echó a perder al mojarse; se pudrió generando un hedor insoportable durante semanas. Sucedió en los años 50. Pero…sigue con la historia de Dinio… o ese…
–¡Sisinio! No tienes remedio ­–Sara sonrió resignada y continuó con su interesante narración después de mi pobre chascarrillo–.  San Clemente, al enterarse del infortunio sufrido por Sisinio, fue a verle y lo sanó. Sisinio, recuperado e iracundo, en vez de apaciguado, envió a sus criados a prender al Papa. Entonces fueron los criados los que sufrieron las consecuencias. Quedaron ciegos y sordos, como su amo anteriormente, y agarraron a una columna en vez de al religioso, sin poder moverla del sitio. Eso expresa la pintura.
–Eso parece una viñeta –algunas palabras parecían salir de la boca de Sisinio.
–Eso mejor no traducirlo. Sisinio suelta por la boca toda su frustración. Lo magnífico de estas pocas letras es que en ellas se puede evidenciar el paso del latín a la lengua romance, aunque sea a base de tacos.
–¡Ostras! Esto se entiende casi del todo. El tal Sisinio dice “Fili dele Pute traite”.–Sara rio con mi comentario.
–Cierto. Se puede interpretar que está gritando a sus criados ¡Hijos de puta, tirad! Y aparecen los criados tratando de mover la columna, en vez de haber apresado a San Clemente.
Deambulamos un buen rato disfrutando de aquel espacio arquitectónico y pictórico, recuperado gracias al primitivo empeño del Padre Mullooly. Sara me explicó como habían excavado el relleno y apuntalado la estructura para que pudiera soportar el peso de la basílica superior. Pudimos comprobar la diferencia de las plantas sobre La misma superficie. El ábside de la Basílica inferior era más grande y se podía acceder a él por una abertura. También pudimos comprobar que conservaba parte del suelo original de la vieja basílica.
–Vamos con el plato fuerte, la basílica superior. Empecemos desde el patio.
Portada, patio y atrio de la Basílica de San Clemente.
En el piso de arriba salimos al patio porticado que daba acceso al templo de forma frontal.
–Este es el atrio o nártex de la basílica. Es un lugar donde se respira paz.
–Después de haberme enterrado vivo allí abajo durante casi una hora, respirar… respiro.
–¡Desagradecido! ¿Y todo lo que has aprendido?
–Se me ha quedado grabada en la mente la historia de “Dinio” y la bonita manera de llamarle “hijo de las cuatro letras” a alguien, a caballo entre latín e italiano.
–Veo que estoy fracasando como guía. No sé si seguir –Sara me miró fijamente, sonriendo, sabía perfectamente que estaba disfrutando como un crío con zapatos nuevos de sus explicaciones y de su compañía–.
–Tú continúa, que algo más quedará en esta cabeza. Por tamaño…algo tendrá que almacenar. –Sara rio.
Tras pasar unos breves instantes en silencio disfrutando de aquel espacio húmedo, sentados en uno de los bancos situados en el pórtico, observando la fuente en medio del patio con el musgo asomando entre las piedras del suelo, entramos en la basílica superior de nuevo, después de cruzar el atrio de columnas jónicas sobre el que se situaba el frontón de la fachada.
–Yo creo que, a pesar de los añadidos y restauraciones del S.XVIII que ordenara Clemente XI a Carlo Stefano Fontana, sobrino del gran Carlo Fontana, en la fachada, la torre y la decoración interior, evidentemente de estilo barroco, la basílica conserva su extraordinario aspecto medieval. Te voy a destacar algunas cosas para no cansarte. Me voy a centrar en el bello ábside, la Schola cantorum o coro que hay en la nave central, el suelo y la Capilla de Santa Catalina. Empezaré por esta última que la tenemos aquí a la derecha.
        –Cómo te dije esta mañana en Letrán, Martín V…
        –El papa del fin del Cisma de Occidente.
        –Exacto. Veo que me prestas algo de atención –Sara me guiñó–. Martín V trajo a Roma los mejores artistas del momento. Uno de ellos fue el autor de estas espectaculares pinturas que, aunque recuerdan en parte la estética medieval, tienen una importancia enorme por ser, eso dicen los expertos, la introducción del renacimiento en Roma, con la aparición de una nueva percepción de la profundidad y la perspectiva, por ejemplo. El pintor al que me refiero es Tommaso di Cristoforo Fini, más conocido como Masolino da Panicale.
–Conocido…lo que se dice conocido…. Aunque aquí me voy a dar de nuevo charol. Te voy a sorprender. Ya sabía de este pintor. En Florencia estuve en Santa María del Carmine, y vi los frescos de la famosa Capilla Brancacci, en los que colaboró con el gran Masaccio.
–Muy bien, lo mismo que aquí. Se cree que Masaccio también le echó una mano en este trabajo. Buena memoria, querido pupilo. Admito mi sorpresa –Sara sonrió–.
Permanecimos un buen rato en la Capilla de Santa Catalina hasta que Sara se agarró de mi brazo y me llevó a la nave central.
Schola Cantorum, ciborio y ábside de la Basílica de San Clemente.
–Los suelos, y aquel candelabro pascual, son obra de la famosa familia Cosmati, elaborados en el S. XII. Las columnas son recicladas de otras construcciones romanas, y la Schola Cantorum, que ves en el medio, típica de las basílicas medievales, fue ordenada subir de la basílica inferior, donde estaba situada en origen, por el Cardenal Anastasio. El ciborio es medieval y, bajo él, están las reliquias de San Clemente que se trajo San Cirilo de Crimea, que está enterrado en aquel lateral de allí. Acabaremos la explicación con los bellísimos mosaicos medievales de gran calidad técnica, según los expertos, y claras influencias paleocristianas. Mira. La cruz es más que un símbolo de martirio, es el árbol de la vida del que brota una exuberante vegetación que lo llena todo. Cristo crucificado aparece flanqueado por la Virgen y San Juan Evangelista. Las influencias paleocristianas se ven en las doce palomas de la cruz que simbolizan a los apóstoles, o el friso de abajo con trece corderos, el “agnus dei” en medio, Cristo, rodeado por sus doce discípulos de nuevo, algo muy representado en el primer cristianismo. Debajo hay unos frescos repintados con la representación de Cristo con la Deésis y los doce apóstoles otra vez
–¿Tesis?
–No. Deésis. Es la representación de Cristo en majestad flanqueado por la Virgen y San Juan Bautista. En el arco de triunfo que abre el ábside aparece Cristo, de nuevo, flanqueado por el tetramorfos.
–Los evangelistas. Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Es decir, el hombre, el león, el toro y el águila respectivamente. Eso me lo sé -afirmé orgulloso. Sara asintió.
–Y ahora paseemos el lugar durante un rato. Si nos da tiempo te llevaré a otro sitio antes de que acabe la tarde. Seguro que te gustará.

Con el enigma de donde me llevaría Sara para rematar la inmejorable visita guiada que me había llevado aquel domingo a disfrutar, hasta el momento, del fantástico complejo de Letrán por la mañana, y de la sorprendente cápsula del tiempo de San Clemente por la tarde, disfrutamos de aquella maravillosa iglesia de porte medieval durante unos minutos más antes de salir en dirección al Coliseo.

1 comentario:

  1. Ya no me hace falta visitar Roma. Como siempre ameno e instructivo.
    Bravo.

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