Basílica Superior de San Clemente. Roma. Nave central.
–¿Qué
planes tienes para esta tarde? –pregunté a mi preciosa guía mientras trataba de
asimilar, admirado, todo lo posible sobre el complejo de Letrán.
–De momento ninguno. Vayamos a comer
esos fettuccine, y luego veremos.
Sara me llevó a una hostaria en la misma calle San Giovanni in Laterano, cerca ya del
Coliseo; la silueta que viéramos a lo lejos, casi desde Letrán, se había
agrandado considerablemente; era un monumento majestuoso. Comimos bien, los fettuccine al burro, con un toque de
pimienta magistral, estaban muy sabrosos, como había aventurado mi anfitriona.
La ensalada que pedimos como entrante, con mascarpone
en lo alto, también estuvo bien. El café, esta vez nos pasamos al capuccino, lo acompañamos con una bomba
calórica, un maritozzi, una berlina o
un bollo frito que hubiera dicho yo, eso sí, relleno de nata.
–Este bollo, Maritoñi, está buenísimo.
–¡Maritozzi! Serás tontito –Sara rio.
–Siempre imaginé que Roma tendría mucho
que ver, pero me parece que me quedé corto –cambié de conversación, poniéndome
algo serio, mientras trataba de eliminar el azúcar que el maritozzi me había dejado en las manos con un par de servilletas de
papel.
–A Roma hay que venir a vivir una
temporada. Yo creo que, al menos, hay que disfrutarla un par de meses. Es una
ciudad que invita a ser paseada, despacio, sin ninguna prisa, deteniéndote en
aquellos lugares que encuentres abiertos. Y vas tomando nota de los que no
puedes acceder para estudiar horarios y demás. Hay tantas cosas que visitar…
–Imagino que debes de tener razón. Me
estoy fijando en ese muro de enfrente. Detrás habrá una hermosa iglesia que
seguro que no veremos porque hay otros monumentos más importantes.
–Detrás hay una “cápsula del tiempo”.
–¿Y eso?
–Este es uno de los lugares más
sorprendentes de Roma.
–¿Vamos a verlo? Me estás intrigando.
–No hay nada previsto, así que, si
quieres, entramos. Creo que abren hasta las seis de la tarde.
–Pues venga, ya estamos tardando.
Sin haberlo planeado entramos en aquel
recinto; Sara comenzó con sus explicaciones.
–Estamos en la Basílica de San Clemente.
Como te decía, es una auténtica cápsula del tiempo. En ningún lugar en Roma se
puede observar tan detalladamente la evolución de un lugar a lo largo de más de
dos mil años. Vamos a hacer una cosa –Sara ya había activado plenamente su virtuoso
gen de guía turístico mientras yo digería con alguna dificultad los fetuccine y, sobre todo, el Maritozzi–. Vamos a bajar para hace una
visita cronológica, creo que es más interesante. El templo de planta basilical
que estamos pisando, y que veremos al final, es del S. XII; fue mandado
edificar por el Cardenal Anastasio. Pero, vayamos hasta la sacristía y compremos
las entradas para acceder a los secretos arqueológicos de este monumento.
Seguí a Sara hasta la taquilla y
comenzamos a bajar una serie de tramos de escaleras.
–La figura clave que explica este lugar
fue el dominico Irlandés Padre Mullooly, quien fuera Prior de San Clemente al
que, a mediados del s. XIX, le dio por cavar –Sara me dedicó una expresión de
admiración, al menos eso interpreté–. Los trabajos fueron lentos, y los
continuaron sus sucesores. En definitiva, más de cien años de excavaciones
revelaron lo que vamos a contemplar.
Al llegar al espacio más profundo Sara
retomó su disertación, tras un breve silencio mientras dejábamos atrás los
últimos peldaños.
–Estamos veinte metros por debajo del
nivel de suelo actual de la basílica.
–¡Caray! –exclamé realmente sorprendido.
–Mira. El nivel más bajo de estratos que
se han encontrado es el de una vivienda que se quemó en el famoso incendio de
Nerón del verano del 64 d.c. Sobre ella, casi de inmediato, se edificaron otras
dos viviendas separadas por una calle estrecha –Sara me iba llevando por las
excavaciones para indicarme lo que me explicaba–. Cómo puedes ver, una vivienda
es de ladrillo, se cree que era una insulae,
algo así como una casa de apartamentos, con un templo mitraico en el patio. Al
otro lado de la calle hay un edificio cimentado en sillares de toba, lo que
indica una construcción de más calidad. Era la casa del noble y político romano
Tito Flavio Clemente, sobrino del emperador Domiciano que es posible que fuera martirizado
por ser cristiano; quizá se tratara de una de esas Domus Eclesiae de las que te hablé en Letrán. Los cristianos no
podían edificar templos y celebraban el culto en casas privadas.
En el s. IV se construyó la basílica
inferior para lo que se rellenó el terreno hasta la altura del primer piso de
las edificaciones romanas, lo que sirvió para cimentar la primitiva iglesia.
Esta construcción resistió el paso del tiempo, pero no el de los normandos de
Roberto Guiscardo que debió de arrasar esta zona con cierta inquina en el año
1084. El caso es que, años después, el Cardenal Anastasio decidió erigir la
basílica superior, la actual, sobre los restos de la inferior. El resultado
final es que, ochocientos años después, la basílica inferior había caído en el
olvido hasta que entró en lid el Padre Mullooly.
Mitreo. Basílica de San Clemente
–Me estoy acordando de la redescubierta
Puerta del Vado en Toledo.
–Buen ejemplo. Enterrada y desaparecida
durante siglos. Y ya ves, yacía debajo de la Puerta Nueva, en el barrio de la
Antequeruela. Comencemos por la parte más antigua del complejo, la romana. Como
te decía, había dos tipos de viviendas diferenciados. En la ínsulae destacaba el Mitreo. El culto a Mitra
lo trajeron los soldados romanos de oriente. Mitra fue designado por Apolo como
una especie de creador. Para ello la mitología dice que debía ir a la luna y
matar a un enorme toro. Con su sangre regaría la tierra y brotaría con ello
todo tipo de vida; plantas, animales y el hombre. Fue una religión que arraigó
entre las tropas imperiales. Prometía una buena vida más allá de la muerte,
pero poseía ese tinte ocultista que a la postre le impediría expandirse como el
cristianismo; religión que no distinguía entre razas ni clases sociales. Finalmente,
su culto fue prohibido a finales del s. IV. Mitra nació en una caverna, por eso
su liturgia se hace en ese tipo de lugares. Se le representa con gorro frigio
una capa y un cuchillo que es con el que mató al toro. A pesar de que los
cristianos se quisieron diferenciar de la religión mitraica tengo que
destacarte una serie de similitudes que, cuando menos, pueden indicar ciertas
influencias. Mitra nació en una cueva y fue adorado o visitado por pastores. Nació
el día del solsticio de invierno, el 25 de diciembre, el Dies natalis solis invicti, la fiesta del nacimiento del sol
invencible, cuando los días comienzan a triunfar sobre las noches. En las
celebraciones los iniciados se tumbaban en un triclinio para participar de un
banquete donde se tomaban pan y vino…En fin.
–Visto desde ese punto de vista hay
muchos parecidos.
En cuanto a la casa del noble romano,
Tito Flavio Clemente. Es evidente que la construcción es de mayor calidad. Hay
quien confunde a su propietario con San Clemente, dicen que pudo ser la misma persona.
Otros afirman que San Clemente pudo ser un esclavo hebreo y cristiano propiedad
del político romano y que, al ser manumitido por su amo, pudo adoptar su
nombre, cosa muy habitual en la época. Yo no creo que fueran la misma persona, así
que me quedo más con la posibilidad de que pudiera ser un esclavo hebreo que
consiguió su libertad, un liberto. Ahora, subamos un nivel.
Accedimos a la planta superior. Las
columnas de la iglesia inferior que debían sustentar la basílica de arriba
estaban incrustadas en sólidos muros. Algunas pinturas decoraban las paredes.
Sara enseguida retomó sus enseñanzas.
–Además
del espacio en sí, merecen la pena analizar un momento las pinturas medievales datadas
entre los s. VI y XI. En
ellas se reflejan historias y leyendas como la de San Clemente, San Alejo, o el
pretor Sisinio. Empezaremos por el Santo que da nombre a la Iglesia. San
Clemente fue el cuarto Papa de la historia. Con toda seguridad fue discípulo de
San Pedro. Es un personaje que cabalga entre la historia y la leyenda. Como
hecho histórico conocemos su carta a los Corintios, ejemplo de la autoridad que
el Obispo de Roma tuvo desde un principio sobre el resto de la cristiandad. Se
trata de una extensa epístola que merece la pena ser leída en la que aboga por
la reconciliación, la paz y la unidad. San Clemente fue desterrado a Crimea
donde siguió predicando entre las gentes hasta que los soldados se cansaron de
él y, tras atarlo a un ancla, lo arrojaron al mar. Ahora viene la parte
legendaria en la que se nos cuenta que, al retirarse las aguas del mar de
Crimea, apareció un sepulcro que había sido labrado por ángeles en el que
yacían los restos del santo. Además, años más tarde, un niño desapareció
engullido por las aguas y lo encontraron dentro de ese sarcófago, milagrosamente
vivo, cuando las aguas se retiraron de nuevo. Eso es lo que cuentan, más o
menos, estas pinturas.
–Lo del sepulcro es un poco fantasioso.
–Dos hermanos nacidos en Tesalónica, la
actual Salónica griega, Cirilo y Metodio, santos del siglo IX viajaron a Crimea
donde recuperaron las reliquias del santo y las trajeron aquí. Están bajo el
altar de la basílica superior.
–Las sacaron del sepulcro, imagino. Me
pregunto si las reliquias del santo le hicieron un sitio al niño ese que se
cayó para salvarlo –ironicé ante aquella fábula.
–No seas bobo. Son leyendas, historias
que ahora nos pueden parecer fantásticas, pero que en los primeros momentos del
cristianismo movían a la fe y la devoción.
–Cirilo está enterrado aquí en San
Clemente, luego te digo donde. Este santo dio nombre al alfabeto que se usa en Europa
oriental, alfabeto cirílico y, junto a su hermano, es el patrono de nuestro
continente; ambos fueron los evangelizadores del pueblo eslavo, algo que debió
de tener mucho mérito.
–El amigo Cirilo parece un tipo
importante.
–Sí. Ahora pasemos a esas otras pinturas
que representan la bonita historia de San Alejo. Alejo era un noble romano que,
llamado por la piedad y la fe, decidió irse a oriente y convertirse en eremita.
Sobre el modo en que tomo esa decisión hay más de una versión: una dice que
renunció a su matrimonio, y otra, que su mujer, que era una virtuosa, le
convenció para que se fuera.
–¡Leñe!
La última suena a que la virtuosa se deshizo de su marido
–Lo
cierto es que viajó a Siria, y tal fue el grado de fama y santidad que alcanzó
en su retiro, que su vida cambió porque la gente acudía a visitarlo. Tras diecisiete
años de vida ascética, Alejo decidió volver a Roma, y lo hizo ataviado como un
mendigo. Fue entonces a pedir limosna a casa de su padre, y allí no le
reconocieron, ni siquiera su esposa o la que iba a serlo en su día. Contratado
por su progenitor para realizar las tareas más humildes vivió en un cuarto,
bajo una escalera, otros diecisiete años. A su muerte, el Papa lo identificó
por un pergamino que logró arrancarle de la mano. Destacan las pinturas que
narran el momento de su regreso cuando nadie lo reconoce, y el de su muerte,
con el difunto amortajado, y su padre y esposa lamentándose por no haberlo reconocido.
San Alejo ha quedado en el imaginario popular cristiano como un ejemplo de
humildad.
–Un santo virtuoso. Si señorita. Aunque
me escama un poco el tema de la esposa. Las mujeres podéis llegar a ser muy
sibilinas si os lo proponéis. Y esto te lo digo en tono muy bajo no sea que,
según está el tema actualmente, se me pueda acusar de sexista o algo por el
estilo.
Pintura sobre la leyenda del Pretor Sisinio. Basílica de San Clemente.
–Pues claro, te he entendido machote
–Sara rio–. Hay otro relato sobre el momento de su muerte que cuenta que renunció
al matrimonio para consagrar su vida al altísimo en Siria, lugar donde se le
veneró durante mucho tiempo, y que, poco antes de morir, reveló su origen noble.
Y ahora vayamos con la singular crónica de Sisinio que se narra en aquellos otros
frescos. –Mi cicerone me guio hacía otra zona de la basílica inferior
–El nombrecito se las trae…
–A buen seguro que la historia no se te
olvidará, también está relacionada con San Clemente. Te cuento. Sisinio era un
prefecto romano que sospechaba que su mujer asistía a celebraciones cristianas.
Un día la siguió, y la sorprendió asistiendo a una misa oficiada por el Papa.
Al acceder al recinto con intención de llevarse a su esposa, se quedó ciego y
mudo.
–Eso le pasó por correr detrás de una
mujer –Reí–. Espero que no me pase eso contigo aquí en Roma. He de atarte corto,
más que nada porque aquí estoy más perdido que el barco del arroz que diría un
gaditano. –Volví a reír.
–¿Qué es eso del barco del arroz? –Ahora
la que preguntaba era Sara, para variar.
–Un dicho sobre el que se disputan su
origen Cádiz, Málaga incluso Sevilla. Yo me inclino por la versión gaditana que
es la más extendida, aunque en Málaga afirman también tener su barco del arroz.
La gaditana reza así… Voy a “darle charol” al asunto ya que, normalmente, predicas
tú –Sara rio, mientras yo engolaba un poco la voz para iniciar mi explicación–.
Un barco argentino, “el Alcatraz“, cargado de alimentos, encalló en Sanlúcar de
Barrameda, gran parte de su carga era arroz y se echó a perder al mojarse; se
pudrió generando un hedor insoportable durante semanas. Sucedió en los años 50.
Pero…sigue con la historia de Dinio… o ese…
–¡Sisinio!
No tienes remedio –Sara sonrió resignada y continuó con su interesante
narración después de mi pobre chascarrillo–.
San Clemente, al enterarse del infortunio sufrido por Sisinio, fue a
verle y lo sanó. Sisinio, recuperado e iracundo, en vez de apaciguado, envió a
sus criados a prender al Papa. Entonces fueron los criados los que sufrieron
las consecuencias. Quedaron ciegos y sordos, como su amo anteriormente, y agarraron
a una columna en vez de al religioso, sin poder moverla del sitio. Eso expresa
la pintura.
–Eso
parece una viñeta –algunas palabras parecían salir de la boca de Sisinio.
–Eso
mejor no traducirlo. Sisinio suelta por la boca toda su frustración. Lo
magnífico de estas pocas letras es que en ellas se puede evidenciar el paso del
latín a la lengua romance, aunque sea a base de tacos.
–¡Ostras!
Esto se entiende casi del todo. El tal Sisinio dice “Fili dele Pute traite”.–Sara rio con mi comentario.
–Cierto.
Se puede interpretar que está gritando a sus criados ¡Hijos de puta, tirad! Y aparecen
los criados tratando de mover la columna, en vez de haber apresado a San Clemente.
Deambulamos
un buen rato disfrutando de aquel espacio arquitectónico y pictórico,
recuperado gracias al primitivo empeño del Padre Mullooly. Sara me explicó como
habían excavado el relleno y apuntalado la estructura para que pudiera soportar
el peso de la basílica superior. Pudimos comprobar la diferencia de las plantas
sobre La misma superficie. El ábside de la Basílica inferior era más grande y
se podía acceder a él por una abertura. También pudimos comprobar que
conservaba parte del suelo original de la vieja basílica.
–Vamos
con el plato fuerte, la basílica superior. Empecemos desde el patio.
Portada, patio y atrio de la Basílica de San Clemente.
En
el piso de arriba salimos al patio porticado que daba acceso al templo de forma
frontal.
–Este
es el atrio o nártex de la basílica. Es un lugar donde se respira paz.
–Después
de haberme enterrado vivo allí abajo durante casi una hora, respirar… respiro.
–¡Desagradecido!
¿Y todo lo que has aprendido?
–Se
me ha quedado grabada en la mente la historia de “Dinio” y la bonita manera de
llamarle “hijo de las cuatro letras” a alguien, a caballo entre latín e
italiano.
–Veo
que estoy fracasando como guía. No sé si seguir –Sara me miró fijamente,
sonriendo, sabía perfectamente que estaba disfrutando como un crío con zapatos
nuevos de sus explicaciones y de su compañía–.
–Tú
continúa, que algo más quedará en esta cabeza. Por tamaño…algo tendrá que
almacenar. –Sara rio.
Tras
pasar unos breves instantes en silencio disfrutando de aquel espacio húmedo, sentados
en uno de los bancos situados en el pórtico, observando la fuente en medio del
patio con el musgo asomando entre las piedras del suelo, entramos en la
basílica superior de nuevo, después de cruzar el atrio de columnas jónicas
sobre el que se situaba el frontón de la fachada.
–Yo
creo que, a pesar de los añadidos y restauraciones del S.XVIII que ordenara
Clemente XI a Carlo Stefano Fontana, sobrino del gran Carlo Fontana, en la
fachada, la torre y la decoración interior, evidentemente de estilo barroco, la
basílica conserva su extraordinario aspecto medieval. Te voy a destacar algunas
cosas para no cansarte. Me voy a centrar en el bello ábside, la Schola cantorum o coro que hay en la
nave central, el suelo y la Capilla de Santa Catalina. Empezaré por esta última
que la tenemos aquí a la derecha.
–Cómo te dije esta mañana en Letrán,
Martín V…
–El papa del fin del Cisma de Occidente.
–Exacto. Veo que me prestas algo de
atención –Sara me guiñó–. Martín V trajo a Roma los mejores artistas del
momento. Uno de ellos fue el autor de estas espectaculares pinturas que, aunque
recuerdan en parte la estética medieval, tienen una importancia enorme por ser,
eso dicen los expertos, la introducción del renacimiento en Roma, con la
aparición de una nueva percepción de la profundidad y la perspectiva, por
ejemplo. El pintor al que me refiero es Tommaso di Cristoforo Fini, más conocido
como Masolino da Panicale.
–Conocido…lo
que se dice conocido…. Aunque aquí me voy a dar de nuevo charol. Te voy a
sorprender. Ya sabía de este pintor. En Florencia estuve en Santa María del
Carmine, y vi los frescos de la famosa Capilla Brancacci, en los que colaboró
con el gran Masaccio.
–Muy
bien, lo mismo que aquí. Se cree que Masaccio también le echó una mano en este
trabajo. Buena memoria, querido pupilo. Admito mi sorpresa –Sara sonrió–.
Permanecimos
un buen rato en la Capilla de Santa Catalina hasta que Sara se agarró de mi
brazo y me llevó a la nave central.
Schola Cantorum, ciborio y ábside de la Basílica de San Clemente.
–Los
suelos, y aquel candelabro pascual, son obra de la famosa familia Cosmati, elaborados
en el S. XII. Las columnas son recicladas de otras construcciones romanas, y la
Schola Cantorum, que ves en el medio,
típica de las basílicas medievales, fue ordenada subir de la basílica inferior,
donde estaba situada en origen, por el Cardenal Anastasio. El ciborio es
medieval y, bajo él, están las reliquias de San Clemente que se trajo San Cirilo
de Crimea, que está enterrado en aquel lateral de allí. Acabaremos la
explicación con los bellísimos mosaicos medievales de gran calidad técnica,
según los expertos, y claras influencias paleocristianas. Mira. La cruz es más
que un símbolo de martirio, es el árbol de la vida del que brota una exuberante
vegetación que lo llena todo. Cristo crucificado aparece flanqueado por la Virgen
y San Juan Evangelista. Las influencias paleocristianas se ven en las doce
palomas de la cruz que simbolizan a los apóstoles, o el friso de abajo con trece
corderos, el “agnus dei” en medio, Cristo,
rodeado por sus doce discípulos de nuevo, algo muy representado en el primer
cristianismo. Debajo hay unos frescos repintados con la representación de
Cristo con la Deésis y los doce apóstoles otra vez
–¿Tesis?
–No.
Deésis. Es la representación de Cristo en majestad flanqueado por la Virgen y
San Juan Bautista. En el arco de triunfo que abre el ábside aparece Cristo, de
nuevo, flanqueado por el tetramorfos.
–Los
evangelistas. Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Es decir, el hombre, el león, el
toro y el águila respectivamente. Eso me lo sé -afirmé orgulloso. Sara asintió.
–Y
ahora paseemos el lugar durante un rato. Si nos da tiempo te llevaré a otro
sitio antes de que acabe la tarde. Seguro que te gustará.
Con
el enigma de donde me llevaría Sara para rematar la inmejorable visita guiada
que me había llevado aquel domingo a disfrutar, hasta el momento, del
fantástico complejo de Letrán por la mañana, y de la sorprendente cápsula del
tiempo de San Clemente por la tarde, disfrutamos de aquella maravillosa iglesia
de porte medieval durante unos minutos más antes de salir en dirección al
Coliseo.
Ya no me hace falta visitar Roma. Como siempre ameno e instructivo.
ResponderEliminarBravo.