El fin de semana pasado leí un par
de libros. Me he propuesto adentrarme en otros “mundos literarios”, alejándome
un poco de mi género preferido, la novela histórica. Y dado que a los clásicos
los tengo abandonados del todo, me he puesto a la tarea. Vamos con el primero.
“El
tulipán negro” de Alejandro Dumas, además de un clásico, es una novela
histórica cuya acción se sitúa en Holanda, concretamente en 1672, en un momento
de fuerte convulsión política.
Una serie de
revueltas acabarán con la república encabezada por los hermanos Johan y
Cornelius De Witt, que son salvajemente ajusticiados, y conseguirán la
reinstauración del Estatuderato, encarnado en la persona de Guillermo III de
Orange; algo muy similar a una monarquía.
La novela
arranca en este momento concreto de la historia holandesa, y nos narra las
vicisitudes del ahijado del asesinado Cornelius de Wilt, Cornelio Van Baerle,
hombre que se ve comprometido por su padrino, al haberle convertido en
depositario de unos importantes papeles que le vinculaban con Francia, enemigo
encarnizado de las Provincias Unidas. Cornelio Van Baerle, ajeno a toda
actividad política, se dedicaba a cultivar tulipanes, planta de moda en toda
Europa.
Es entonces, en
aquel momento de tulipomanía, cuando la Sociedad Hortícola de Haarlem ofrece
100.000 florines al primero que consiga el ansiado y mítico primer tulipán
negro. Los planes de Cornelio de ser quien se lleve el premio se verán
entorpecidos por la vinculación a su padrino, y por la inquina y envidia de su
vecino, también cultivador de tulipanes, que harán que acabe en prisión. Allí
conocerá a la hija de su cruel carcelero, Rosa, con la que vivirá una preciosa
historia de amor. Y hasta aquí os cuento porque la novela merece ser
disfrutada.
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