domingo, 21 de abril de 2019

PASEOS CON SARA. UN MOMENTO PERFECTO EN LA PIAZZA DI SPAGNA.


      Piazza di Spagna y Trinitá dei Monti
      Cogidos de la cintura, en silencio, transitamos la Vía Sistina hasta desembocar en la Piazza della Trinitá dei Monti. Allí Sara me llevó hasta el muro que asomaba a la escalinata de la Piazza di Spagna.
        –¡Menuda sitio y menudas vista! –exclamé–.
Cúpula de San Pedro del Vaticano al fondo. En primer plano la de la Basílica de San Ambrosio y San Carlos en el Corso.
        –La cúpula del fondo es la de San Pedro del Vaticano, la que está en primer plano es la de la Basílica de San Ambrosio y San Carlos en el Corso, situada junto al Mausoleo de Augusto y cerca del Ara Pacis. El lugar es precioso, sí, pero, de la compañía… ¿no dices nada? –Sara se agarró de mi brazo derecho con ambas manos, y apoyó su cabeza en mi hombro en un gesto que mi hizo gracia por resultarme melindroso. Instantes después, se colocó de espaldas a la escalinata, apoyada en la balaustrada, y me rodeo el cuello con sus brazos.
        –La compañía me es grata, pero claramente mejorable  –bromeé, mientras ella apoyaba la cabeza en mi pecho–.
     –¿No te parece que hay lugares que embellecen situaciones y momentos? –me preguntó enigmática y seria.
     –Supongo que un sitio bonito siempre lo hace. Hace ahora diez años que soñé con UN MOMENTO PERFECTO, y lo escribí, de hecho, el relato acabó premiado en el concurso literario de Guardo. Ni que decir tiene que el momento nunca llegó a producirse, quedó en mi imaginación como un deseo profundo inalcanzado.
        –Pues para mí hoy si se ha hecho realidad. He estado aquí decenas de veces, y nunca he sentido la Piazza di Spagna y su entorno como hoy.
        –Bueno, he de decir en mi favor, que hoy te presentas aquí ante la influyente sociedad romana con un tipo inteligente y atractivo como pocos. No quiero alarmarte, pero hay varias turistas que me están comiendo con los ojos, tienen cara de decir “mío, mío que yo le vi primero –Sara rio y me besó suavemente en los labios–. La verdad es que… en este momento concreto, el lugar está pasando a un segundo plano, vamos…que me empieza a importar una higa –ambos reímos y nos besamos de nuevo.
        –Pues te he traído aquí para que lo conocieras. Luis, te presento a la Piazza di Spagna –Sara se giró y extendió su brazo derecho con pomposidad, mostrándome las vistas.
        –Encantado de conocerla doña Piazza. No quiero ofenderla, es usted muy mona, pero prefiero seguir besando a esta señorita que está de tan buen ver, y mejor catar.
        –Tú sí que eres un mono. Me parece que voy a bajar la ración da cata –Ella me sonrió resignada–.  Anda, so borriquillo, date la vuelta que te voy a contar alguna cosa de este sitio. El monte Pincio.
–A eso tampoco pondré pegas. Pinchos los que quieras. Me gusta tomar la cerveza con cualquier cosa –comenté con guasa.
        –¡Qué bobo! –añadió ella divertida, dándome un cariñoso golpe en el hombro, comenzando sus explicaciones con formalidad –. A esta zona se la llama Monte Pincio. Engloba este alto de Trinitá dei Monti Pincio, ese es su nombre completo, y continúa hasta la Piazza del Popolo, con su mirador, los jardines de Villa Borghese…etc. Aquí al lado está también la Villa Medicis, un lugar muy interesante para visitar. Una de sus fachadas fue inmortalizada por el gran paisajista Claudio de Lorena.
Paisaje con Villa Medici de Claudio de Lorena
        –Pues te va a sorprender el asunto porque sé de qué cuadro me hablas. “Paisaje con la Villa Medicis”, y pertenece a la Galleria degli Uffuzi. ¿Cómo se te ha quedado el cuerpo? La verdad es que esta pregunta es bastante obvia, el cuerpo se te ha quedado perfecto, como siempre. –Ambos reímos.
        –¡Qué listo es mi niño! –exclamó ella con resignada ñoñería, dándome un pellizco en un moflete.
        –¿Sabes? Me estoy deprimiendo un poco. Hay tantas cosas que ver que siento que me voy a perder la mayoría.
        –Roma es muy grande, y hay muchísimas cosas que visitar. Tendrás que volver.
–Si es contigo, me apunto.
–Pensaré en ello, quizá tenga algún hueco en mi agenda para un viejecito. Ya en serio…Sólo templos católicos tienes novecientos que visitar.
        –Caray. Si me diera por ir a misa un día en cada uno, me pasaría aquí dos años y medio. Caro me lo fías. Imagino que ser la capital de la cristiandad tuvo como consecuencia eso. –Nuestra conversación tomaba un camino menos trivial.
        –Es evidente. Pues bien…esta zona, que denominamos ahora Piazza di Spagna, fue el lugar donde se escenificó la rivalidad en la ciudad entre dos de las potencias dominantes en la Edad Moderna, España y Francia. El aspecto que tiene actualmente dista mucho de parecerse al de hace quinientos años, cuando unos cuantos eremitas de la orden de los Mínimos habitaban esta colina.
        –Los Mínimos. Suena a grupo musical.
        –Eran los Mismos, tonteras –Sara rio–. Y, por edad, anciano conquistador, seguro que conoces sus canciones; El puente, María Isabel, Guarda tus besos para mí…
        –Pues seguro que las conozco, pero ahora no caigo. Cómo bien dices, ya que me consideras un hombre entrado en años, pero un galán fascinante… –Sara rio mi pretenciosa exposición.
–¡Vaya rollo tienes!
–Para mostrarte lo cautivador que puedo llegar a ser, me gusta el título de la tercera canción, por aquello de que “guardaré todos los besos que quieras para ti”, espero que tengas el mismo detalle conmigo. –Sara me sonrió.
        –Hecho. Serán todos para ti. Pero ahora, sigamos con lo nuestro.
        –Ya… los Mínimos –añadí conformista.
        –Era una rama de la orden franciscana muy estricta. Fue fundada por San Francisco de Paula, e iban más allá en sus votos de pobreza, castidad y obediencia, porque incluían un cuarto voto, el de no comer carne y otros productos de origen animal. El Santo fundador adquirió mucha fama por los milagros que iban atribuyéndole. Carlos VIII de Francia construyó esta iglesia de la Trinitá dei Monti para su congregación en agradecimiento a su fundador, que acudió en auxilio espiritual de su padre Luis XI, reconfortándolo en su enfermedad. La fachada de la iglesia es de Jacomo de la Porta y, si no fuera por el lugar privilegiado que ocupa, no es nada del otro jueves. Dentro de la iglesia destacan algunas obras como los frescos del manierista Danielle da Volterra. Te enseñaré en el móvil un par de ellos, para que te hagas una idea. A estas horas ya está cerrada la iglesia. Mira… la Asunción y el Descendimiento de Cristo.
La Asunción de Danielle da Volterra, "Il Braghettone"
        –Tienes razón. Me gusta mucho la Asunción. Ahora que lo pienso…Este no es el que se pasó un tiempo tapando las partes pudendas de los desnudos de Miguel Ángel en la capilla Sixtina…Cómo era… ¿“Il Braghettone”?
        –Cierto –Sara asintió sonriéndome–. Fue un buen pintor, pero se le recuerda más por ese trabajo. Algunos creen que la Asunción es su obra cumbre. El obelisco lo mando erigir aquí Pio VI en 1789, se lo trajo de los jardines de Salustio, el mismo año que se produjo la revolución francesa. Los revolucionarios italianos contagiados por esa agitación importada de Francia, hicieron de las suyas por aquí, aunque fue Napoleón, años después, quién se llevó la palma. Trinitá dei Monti tuvo que ser restaurada por completo. Pero, vayamos bajando por la escalinata, te contaré alguna cosa más sobre el lugar.
        –Usted primero, bella dama –hice un gesto excesivamente afectado que a ella le resultó simpático. Luego le di la mano y, juntos, comenzamos a bajar.
        –Cómo te iba diciendo, esta zona fue de continuo enfrentamiento entre España y Francia. Ambas naciones rivalizaban por dar las mejores fiestas y saraos para celebrar nacimientos de príncipes, triunfos en batallas y guerras… etc. Los fuegos artificiales, los repartos de monedas de oro, construcción de arquitecturas efímeras…etc. estaban a la orden del día. Al final se llevó el gato al agua España.
        –Imagino que por eso se quedó con el nombre.
        –El acierto de los españoles fue situar aquí su embajada ante la Santa sede y la Orden de Malta. Sigue siéndolo. Luego nos acercaremos.
        –O sea, que si pierdo el pasaporte…
        –No. Para eso está la embajada española en Italia situada en el Palacio Borghese, se entra por la fachada que da al Tíber para más señas. Espero que no la necesites para nada. Será la palmaria demostración de que no te has metido en ningún lío –Sara ensayó entonces una supuesta mirada reprochadora para acompañar su ampulosa frase.
        –No me dejes mucho tiempo sólo, soy un peligro –añadí saleroso.
        Mientras bajábamos la espectacular escalinata, ella me fue explicando su historia.
        –La escalinata fue diseñada por Alessandro Specchi y Francesco de Sanctis. Fue financiada por los franceses, y construida entre 1723 y 1726. Es una obra de gran efecto escenográfico. Hoy en día se sigue usando como fondo para desfiles de moda y campañas publicitarias, por ejemplo. El lugar alcanza su máximo esplendor en primavera, cuando su arquitectura se ve eclipsada por el color de las azaleas que la adornan; algo espectacular que no vamos a ver en esta ocasión, la estación acaba de comenzar. La escalinata fue inaugurada por Benedicto XIII, quien se negó a que una estatua de Luis XIV presidiera el monumento.
        Una vez abajo, Sara me invitó a girarme.
        –Luego te cuento cosas sobre la fuente. Verás, este entorno se hizo muy famoso desde que los españoles instalaron su embajada aquí. Incluso tenían jurisdicción propia y daban ventajas fiscales a aquello que abrieran restaurantes o alojamientos. Así, con el tiempo, se convirtió en lugar preferido de artistas, escritores, pintores…etc. Fue el epicentro del romanticismo en la ciudad; te sonaran nombres como Lord Byron, Stendhal, Shelley, Keats, List, Chateaubriand, Gogol, Ibsen…etc. El poeta Keats murió en la llamada “Casina Rosa”, dónde también vivió su amigo Shelley, es esa de la derecha –Sara me la señaló–. Hoy es museo.
        –La situación del obelisco parece acentuar la verticalidad de la escalinata, ¿no crees? –interrumpí su ilustrada narración.
        –Sí. A mí también me lo parece
        –¿Y, la fuente?
Fontana della Barcaccia. Piazza di Spagna.
–Fue un encargo de Urbano VIII a Pietro Bernini, el padre de Gian Lorenzo, construida entre 1627 y 1629. Algunos piensan que la obra fue autoría de su hijo por su calidad; lo que es casi seguro es que ayudó a su padre.  Representa una barca vieja zozobrando, y dicen que se inspiró en las inundaciones que se produjeron en 1598 en las que el agua llegó a ocupar esta zona. La leyenda dice que aquí apareció una barca varada. El agua que la alimenta procede del acueducto Acqua Vergine que también alimenta a la Fontana di Trevi y a la Piazza Navona. De hecho, es la conducción del acueducto la que da nombre a la Vía Condotti, que es la que está a nuestras espaldas; una de las calles más comerciales de la ciudad dónde se encuentran las firmas de moda más importantes del mundo y cafés como el Greco, el más famoso por ser frecuentado por escritores, artistas y músicos del romanticismo. En este lugar se cruza con la Vía del Babuino que viene desde la Piazza dil Popolo. La fuente está decorada con soles y abejas que eran los emblemas de los Barberini.
–Las abejas ya las vimos antes en la Fontana del Tritón, ¿No?
–Correcto, querido aprendiz. –Sara me obsequió con un gesto de satisfacción.
        Me giré unos instantes para ver las dos vías que me había señalado. Luego ella me llevó hasta el edificio de la Embajada Española ante la Santa sede y la Orden de Malta.
        –Esta legación funciona desde 1647, algunos dicen que es la representación más antigua de un país en otro sin que haya cambiado de sede. Está ubicada en el Palazzo di Spagna o Palacio Monaldeschi. Al instalarse aquí y, dado que los franceses tenían su iglesia en la Trinitá dei Monti, los españoles construyeron la suya para no ser menos, en la Vía Condotti, la iglesia de la Trinidad de los Españoles. Se puso bajo la protección de la corona en época de Felipe V, y es de planta elíptica, con bóveda ovalada, y siete capillas intercomunicadas. En el altar mayor hay un óculo, algo parecido a lo que vimos en Sant’Andrea al Quirinale. En fin…que no te voy a contar mucho más porque probablemente no nos dé tiempo a verla. Respecto a la embajada, el momento de máximo esplendor lo tuvo cuando el titular de la misma era el Cardenal Acquaviva, y su secretario, el famoso aventurero y seductor Giacomo Casanova.
        –¿Puedo ser tu Casanova personal? –dije tomándola por la cintura con la intención de que respondiera a mi arrumaco.
        –No es necesario. Estoy seducida del todo –Sara rio y me besó en la mejilla. El aprendiz de Casanova no había recibido la recompensa que esperaba, pero ella quería enseñarme la columna que estaba frente a la legación española para acabar la explicación del entorno de Piazza di Spagna.
Columna de la Inmaculada y la Embajada española ante la Santa Sede y la Orden de Malta.
        –Y esta columna fue encontrada en el s. XVIII en el campo de Marte, en el Monasterio de Santa María de la Concepción. En 1857 se colocó aquí para servir de pedestal a esa estatua que representa a la Inmaculada Concepción cuyo dogma había sido proclamado por Pio IX en 1854. Está representada sobre la media luna, y con una corona con doce estrellas. En la base se esculpieron con monumentalidad a Moisés, el rey David, y los profetas Isaías y Ezequiel. Y ahora echemos un último vistazo al atardecer en la plaza. Luego nos acercaremos a la Fontana di Trevi, estará preciosa.
        Durante unos instantes permanecimos allí, junto a la Fontana della Barcaccia, abstraídos en la contemplación de aquel momento perfecto, admirando los reflejos de la mortecina luz primaveral del atardecer sobre la escalinata, el obelisco y la fachada de la Trinitá dei Monti. Minutos más tarde, Sara se cogió a mi brazo izquierdo y, apoyando su cabeza sobre mi hombro tiró de mí, invitándome a buscar un nuevo instante especial en la Fontana di Trevi, la obra maestra de Nicola Salvi.

2 comentarios: