El Expolio del Greco. Sacristía de la catedral de Toledo
Mañana se
me acabarán las vacaciones. Volveré al trabajo, a ese mundo excrementicio donde se desperdician mis neuronas y del que ojalá
salga pronto; después de 26 años de
servicio, uno ya no está para aguantar infantilismos de falsos y mediocres,
de vulgares y holgazanes (salvo honrosas y apreciadas excepciones). Pero no quiero dedicar ni
un segundo más a mi decadente y ominosa vida postal. Hoy es un día para el
recuerdo. Ayer mi Padre hubiera cumplido 79 años, se nos fue hace ya casi 12. Y
en este ambiente de tristeza y melancolía, entre unas cosas y otras, no sé
porqué, vuelvo mi vista hacia Toledo. Creo que allí, sin darme cuenta, en poco
menos de dos años, dejé demasiado de mí, quizá lo fundamental, dejé lo que pudo
ser y nunca será.
Llevo varios
años visitando mi amado rincón manchego en solitario en octubre. Este año no lo
he hecho por diversas circunstancias y hoy, cargados de nostalgia, se me vienen
a la cabeza tantos recuerdos, tantas horas de paseos, de descubrir tesoros y redescubrir
rincones…
Esas
evocaciones mías, en ocasiones demasiado vivas y lacerantes, me llevan con
cierta irremediable frecuencia a la sacristía de la Catedral de Toledo. Hay lugares
especiales que le ponen a uno los pelos como escarpias; para mí, este es uno de
ellos.
La sacristía
es una pinacoteca en toda regla. La cantidad y calidad de obras de arte, principalmente
pictóricas, que allí se conservan es de tal magnitud que por sí sólo podría
considerarse uno de los museos más importantes de España.
Ya
en la antesacritía nos encontramos con la talla gótica de la Virgen del Tesoro
y el magnífico San Francisco de Pedro de Mena. Dominando la estancia, dos
monumentales obras pictóricas, un San Andrés de Carducho y la crucifixión de
San Pedro, de Cajes…¡Menudo aperitivo!
La
sacristía está cubierta por la fantástica bóveda de Luca Giordano. Después de
su reciente restauración para el año Greco (2014)…nos deja sin palabras (destacar
en ella la imposición de la casulla a San Ildefonso, ¿hay algo más toledano que
esa representación?. Y debajo de ella 18 Grecos, uno de sus Apostolados al
completo, un San Pedro en lágrimas, un San Francisco orando, un San Francisco y
el hermano León meditando, un crucificado, un San José con el niño…y el mejor y
motivo de mis más palmarios recuerdos, uno de los mejores Grecos, el Expolio.
Volveré sobre él, porque hay obras en esta sala también importantes como un
prendimiento de Goya cerca del Expolio físicamente y en la temática del cuadro.
En Salas adjuntas encontramos obras de los hermanos Bassano, de Van Dyck, Un
magnífico San Juan Bautista de Caravaggio, la bella Virgen del pañuelo de
Rafael, El Paulo III de Tiziano, el cardenal Borja de Velazquez, varias obras
del “divino” Luis de Morales como una bella Dolorosa, y así hasta completar una
magnífica colección con obras de Giovanni Bellini, Martínez Montañés, Ribera, Pedro
Berruguete, Claudio Coello, anónimos flamencos de gran calidad… y un largo etc.
Pero
yo siempre me quedo un buen rato extasiado ante el Expolio, es mi debilidad y
mi pasión. El cuadro, enmarcado en un retablo de mármoles y bronces obra de
Ignacio Haan, el mismo que abrió la Puerta llana en la Catedral (ahora puerta
de acceso al turista), destaca sobremanera al fondo de la sacristía. Impresiona
la potencia del carmesí de la túnica de cristo, es lo que atrae ya desde la
entrada del recinto. El Greco aúna en el cuadro la influencia bizantina con la
superposición y apelotonamiento de las figuras tras el monumental cuerpo de
Jesús y la veneciana, patente en la rotundidad y la fuerza del color de las vestiduras.
Solamente os señalaré algunos detalles para que los tengáis en cuenta: el bello
rostro de Cristo elevando dolorosamente su mirada al cielo con el detallismo de
su barba y pelo y esas lágrimas que se anuncian con una leve pincelada
magistral; la delicadeza de las tres Marías, a sus pies, con la sobria Madre doliente en
medio, con ese genial tratamiento de los velos, y el fuerte protagonismo de la figura
de María Magdalena, de espaldas, con la luminosidad de su formidable manto y
el minucioso y soberbio acabado de su pelo (una verdadera maravilla); la prodigiosa
y anacrónica armadura del caballero que está al lado de Cristo cuyos brillos y
reflejos hacen tan real, el imposible escorzo del hombre que clava el clavo en
la cruz, el detallismo del pie de Cristo que levanta el dedo gordo para no
pincharse con una piedra…etc.
En
fin, nostalgia pura en un día aciago. Mejor os dejo, si os apetece, con uno de los mayores especialistas
en el Greco, al menos uno de los que ha estado más cerca de sus pinturas puesto
que ha restaurado más de 80 obras de este autor, el toledano, Rafael Alonso
quién, en 10 minutos, nos detalló, hace ya 4 años, el proceso de restauración
de una de las obras cumbre de la pintura española. Y nada más…a apechugar.
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