domingo, 14 de marzo de 2021

TRAFALGAR, DE BENITO PÉREZ GALDÓS. (LOS EPISODIOS NACIONALES)


“Trafalgar”, de Benito Pérez Galdós, es el arranque de la primera de las cinco series que conforman la magna obra que conocemos como “Los episodios nacionales”, compuesta por 46 novelas.
 La leí antes que el “Cabo Trafalgar” de Pérez-Reverte. Son dos estilos totalmente diferentes, aunque tienen un enfoque parecido; ambas logran introducirnos en lo que fue aquella derrota frente a las costas del cabo Trafalgar de la mano de sus protagonistas (Reverte se inventa un navío que introduce en la batalla, y Galdós embarca a sus protagonistas en el buque insignia de la Armada Española, el “Santísima Trinidad”).
 El relato está narrado en primera persona y “en el ocaso de la existencia”, por Gabriel de Araceli, un muchacho gaditano que consigue salir del mundo de la picaresca, entrando a formar parte del servicio de un oficial de la marina en la reserva, D. Alonso Gutiérrez de Cisniega, de su esposa, Doña Francisca, y de su hija Rosita, joven y bella muchacha de la que se enamorará.
 Gabriel subirá a bordo del “Santísima Trinidad”, el navío más grande de su tiempo, junto a su amo, y en contra de los deseos de Doña Francisca (de hecho, ambos abandonan la casa familiar a hurtadillas mientras ella acude a misa). Les acompañará en su aventura, Marcial, un marinero tullido, amigo de D. Alonso. También se enrolarán para la lucha Rafael Malespina, Oficial de artillería y prometido de Doña Rosita, y su padre, D. José María Malespina, Coronel de artillería retirado, que hará las delicias del lector con sus continuas mentiras, exageraciones y fantasmadas (Galdós nos aporta una sutil pincelada de fino humor en medio de la tragedia de la guerra)
 En cuanto a los hechos históricos, Galdós introduce sus personajes entre los reales protagonistas de la historia, los centenares de marineros que perdieron la vida en aquella batalla, muchos reclutados a la fuerza y sin experiencia alguna, auténticos héroes, capitaneados por lo más granado de la Marina española, Gravina, Valdés, Alcalá Galiano, Churruca, o Álava. Parece ser que Galdós completo sus conocimientos sobre los acontecimientos gracias a sus conversaciones con un viejo marinero que vivió la batalla.
  Supongo que, por ignorancia literaria, me esperaba un texto más duro de leer. Me ha sorprendido Galdós con una narrativa elegante, intensa y muy entretenida. Se me ha desvelado también un Galdós antibelicista que pone en boca del joven Gabriel la idea de que los pueblos nunca se enfrentarían entre ellos si no fuera por los gobernantes que los guían.
      Me han llamado la atención varias cosas más:
    –El pueril idealismo de Gabriel, un niño que acude a la guerra con curiosidad e ilusión, que descubre el sentido de la palabra “patria”, y su cruel despertar a la realidad de la guerra (me parece especialmente interesante el momento en el que Gabriel asiste atónito a como los marineros esparcen arena por la superficie del barco con el objetivo de prevenir resbalones con la sangre derramada sobre la cubierta, ante la certeza de que se producirá una escabechina).
     –El fuerte sentido del deber de Don Alonso, débil y entrado en años, el de su amigo Marcial, el veterano marinero al que le falta una pierna, el de Rafael Malespina, incluso el de su embustero progenitor.
   –El profundo respeto de Galdós hacia los marinos ingleses y a su gran comandante, el Almirante Nelson, fallecido con honor en la batalla.
      –La atmósfera de fatalismo que envuelve el enfrentamiento militar desde sus prolegómenos. Galdós pone en boca del Brigadier Churruca el reconocimiento de la superioridad de la Armada Británica y la situación esperpéntica de la marina española, mal pagada y peor preparada y pertrechada. Además, nos relata el heroico sacrificio de algunos de nuestros comandantes como fue el caso del mismo Churruca, quien fuera un sabio admirado internacionalmente, cuando, mientras se batía con su navío, el San Juan Nepomuceno, contra seis buques británicos ordenó “clavar la bandera”, y que no se rindiera el barco hasta su muerte.
    En definitiva, el autor logrará, con gran verosimilitud, transportarnos en el tiempo, y llevarnos sobre las agitadas aguas de la costa gaditana aquella terrible jornada del 21 de octubre de 1805. Y lo haremos en un entorno maravilloso, a bordo del “Santísima Trinidad”, el orgullo de nuestra armada, él único navío de su tiempo con cuatro puentes y 140 cañones a bordo. Espero que os animéis y disfrutéis de su lectura.


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