“El fantasma de Canterville”, de
Oscar Wilde, es una entretenida y divertida novela corta que se desarrolla en
el Castillo de Canterville, cerca de Ascot en Inglaterra.
La
familia Otis, perteneciente a la materialista burguesía americana, decide
comprar el castillo a Lord Canterville, rancio y honorable aristócrata inglés,
que no duda en advertirles que en el inmueble mora el fantasma de Simón
Canterville, algo que insiste en incluir en el contrato de compraventa.
Esta
singular y práctica familia americana está encabezada por Mr. Otis, un hombre
moderno y realista, y su republicana mujer Lucrecia, con quien ha tenido cuatro
vástagos: Washington, la bella rubia Virginia, y dos traviesos gemelos,
apodados barras y estrellas como la bandera norteamericana.
Los
Otis enseguida comienzan a sufrir las visitas del fantasma a las que hacen
frente con flema; lejos de asustarse, logran que el estado de ánimo del
fantasma, herido en su amor propio, pase del enojo a la depresión por ser
incapaz de incomodarlos.
Simón Canterville,
morador por más de trescientos años del Castillo tras asesinar a su esposa
Eleonore, será objeto de las burlas y bromas de los revoltosos gemelos, de la
constancia de Washington a la hora de limpiar con un producto milagroso la
mancha de sangre “de color mutante” que reaparece todas las mañanas, y del pragmatismo
de Mister Otis, quien llega a recomendarle un frasco de lubricante para
engrasar las cadenas para que no meta ruido al deambular por las noches.
Finalmente,
el fantasma encontrará la solución a su patética existencia junto a los nuevos
dueños del castillo de la mano de la bella Virginia a la que desvelará la causa
de su trágica muerte, y le hará partícipe de su deseo de morir dignamente y de
descansar para siempre en un cementerio.
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