La campana de Huesca o la leyenda del rey monje, del palentino José Casado del Alisal
Hoy, no tengo idea del porqué, me he
levantado con el cuadro del insigne pintor palentino, José Casado del Alisal, “La
campana de Huesca”, metido en la sesera.
Si alguna vez vais a Huesca capital,
algo que, indiscutiblemente, merece la pena, (nosotros lo hicimos hace unos
años), no dejéis de visitar lugares tan emblemáticos como sus restos
amurallados, su Catedral y Museo Diocesano, el Monasterio de San Pedro el Viejo
con su fantástico claustro, la Plaza de Luis López de Allué, también llamada
Plaza del Mercado, con algunos establecimientos comerciales nostálgicos que
evocan otros tiempos como la tienda de ultramarinos la Confianza, o Almacenes
San Juan (allí compramos unos excelentes paños de cocina), el parque Miguel
Servet con las famosas pajaritas de Ramón Acín, sin duda un bonito símbolo para
la ciudad, la vistosa Plaza de Navarra con el Casino de Huesca en uno de sus
costados… Y dos lugares que relacionaré en este breve artículo a propósito del
cuadro; el Museo de Huesca situado en el antiguo Palacio de los Reyes de Aragón,
donde supuestamente sucedieron aquellos hechos legendarios, y el Ayuntamiento,
en cuyo Salón de Justicia figura expuesta la fantástica pintura histórica de Casado
del Alisal que, sin duda, ha contribuido a que la leyenda perdure en la memoria
oscense, aragonesa y española.
Primero haré referencia a lo que nos
cuenta la historia de forma muy breve. Ramiro II, el monje, (1134-1137) como su
propio apelativo indica, no había nacido para ser rey, sino para dedicar su
vida a la iglesia. A la muerte de su hermano Alfonso el Batallador, Ramiro se vio
obligado a abandonar su vida religiosa para hacerse cargo del trono desde donde
tuvo que hacer frente, al parecer con éxito, a una nobleza rebelde y levantisca
que trató de aprovechar la supuesta debilidad de un monarca que no había sido
preparado para ejercer como tal.
Vayamos ahora con la leyenda.
Ramiro II había pasado parte de su vida
en el Monasterio de San Pons de Thomieres y tenía en mucha consideración la
opinión de su maestro Fray Frotardo. Ante la grave situación del reino, Ramiro
vacila sobre la forma de hacer frente a la nobleza díscola que le rodea y envía
un emisario para pedir consejo a su mentor. Fray Frotardo, tras leer la carta
de Ramiro II invitó al correo a seguirle hasta el huerto donde el religioso cogió
una guadaña con la que, enérgicamente, cercenó las hojas de las coles que más sobresalían.
El emisario regresó con la orden de contar a su rey lo que había visto en aquel
jardín.
El
monarca, como buen discípulo, tomó nota de aquel consejo y decidió convocar
cortes en Huesca donde aprovecharía para hacer ostentación de una fabulosa
campana que se podría oír en todo el reino. Ramiro invitó a la aristocracia a
Palacio e hizo pasar a la sala donde se encontraba el supuesto artilugio, en
primer lugar, de uno en uno, a los nobles más poderosos, quienes fueron
decapitados sin contemplaciones a medida que entraron. Después Ramiro II ordenó
disponer aquellas cabezas en el suelo formando un circulo, en cuyo centro,
colgando del techo a modo de badajo de la campana, situó la testa del Obispo
Ordás, supuestamente el más importante de los insurgentes.
Fue entonces cuando el rey convocó allí al
resto de la nobleza para enseñarles cruelmente el camino de la sumisión. Es
este momento el que inmortalizó el pintor palentino en su cuadro en 1880.
Ramiro II, junto a su fiel mastín de aspecto amenazante, enseña a la
aristocracia superviviente con su mano derecha aquel macabro círculo de restos
humanos sanguinolentos, mostrándoles así lo que les podría suceder si insistían en
la insubordinación. El autor hace patente gran parte de su talento en el
detallismo de los ropajes y en el realismo de las diferentes expresiones de los
rostros de los Señores aragoneses que se agolpan en las escaleras de acceso a
la sala, rostros de ira, miedo, indignación, sorpresa, deseo de venganza, resignación…etc
La leyenda como tal nació dos siglos más
tarde, durante el reinado de Pedro IV de Aragón, ya en el s. XIV. Sera descrita
en la Crónica de San Juan de la Peña o Crónica Pinatense, obra de Tomás de
Canellas, secretario del rey, quien recopiló la historia del reino.
Probablemente el autor de esta narración se basó en la obra del cronista
musulmán Ibn Idari que habla de la ruptura de una tregua por parte de algunos
nobles aragoneses y la reacción de Ramiro II decapitando a siete de ellos por
sediciosos. El más que seguro conocimiento de los clásicos por parte del autor
de la Crónica Pinatense llevaría al adorno literario que toda leyenda o mito
lleva consigo. El profesor Laliena, catedrático de historia Medieval de la Universidad
de Zaragoza, cree ver la influencia clásica de obras de Heródoto, Dionisio de
Halicarnaso o Valerio Máximo que relatan versiones de cuentos parecidos en los
que, tras pedir un consejo, éste se acaba fabulando cortando plantas como en la
leyenda de la Campana con las coles.
No dejéis de visitar Huesca y, por
supuesto, no se os olvide pasar por el Salón de Justicia del Ayuntamiento para
ver el extraordinario cuadro del palentino Casado del Alisal, y la Sala de la
Campana del Museo de Huesca que, aunque construida después del reinado de
Ramiro II, quien sabe si en sus cimientos guarda algún resto de la sangre de
aquellos nobles decapitados.
Feliz
domingo. Saludos
Luis, has conseguido que lea algo que no sean noticias deportivas.
ResponderEliminarTe deseamos feliz navidad y felices fiestas.
Un abrazo del "polémico" de Finestrat.
WooooWWWWW….. cómo se las gastaba Ramiro II, jijiji!
ResponderEliminarEsta historia, que debía de ser verídica, impresiona; pero gracias a esta pintura, cuyo título tiene delito, comprendes mejor cómo debieron sentirse cada uno de los protagonistas. Me llama la atención sobre todo el noble que está en primer lugar al pie de la escalera, la expresión de su cara lo dice todo.. menuda mezcla de sensaciones que irradia.
Muchas gracias por compartir esta historia-leyenda.
Un saludo!
Marta Botella