La
novela está ambientada en la España del último Austria, Carlos II (finales del
S. XVII). La trama arranca en el momento en el que el Obispo de Zamora manda
llamar al noble, médico, erudito y pseudo-detective, D. Fernando de Zúñiga,
para que investigue un asesinato. La peculiaridad que presenta el homicida es
que ha tomado como modelo para el rostro de un crucificado de madera, el
semblante de su víctima en el momento de su agonía. D. Fernando inicia la
búsqueda del autor del crimen junto a Pelayo, criado del Obispo, una aventura
que les conducirá sobre la pista de un escultor portugués, hombre atormentado
por el pasado de su familia, que al parecer ha ido dejando su sello de artista
en diferentes crucificados con sus correspondientes muertes violentas, lo que les
obligará a seguir su rastro en diferentes ciudades como Salamanca, Madrid o
Sevilla. En Madrid recibirá el apoyo personal de la reina viuda Doña Mariana
con la que guarda un gran secreto, como médico real, sobre su hijo, el rey
Carlos II. Los sentimientos de la reina viuda chocarán con los de D. Fernando y
sus tristezas y añoranzas; su vida quedó irremediablemente marcada por la
prematura muerte de su amada esposa y la voluntaria entrada en un convento de sus dos
hijas. Será en Sevilla, la decadente metrópolis a orillas del Guadalquivir,
ciudad que languidece inmersa en el barroco, donde se produzca el desenlace de
la narración.
En definitiva, es una historia entretenida,
fácil de leer y seguir, y creo que muy bien ambientada, con un buen
conocimiento tanto de la época como de los lugares que visitan los
protagonistas.
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