Josh
Cohan es un arqueólogo americano que, viajando por Israel y guiado por un
instinto o percepción especial, encuentra una vasija con un manuscrito que
podría resultar ser un descubrimiento fascinante si la datación lo autentifica
como escrito por el propio Jesucristo; podría cambiar la historia del
cristianismo.
El arqueólogo se pone en contacto con la
AAI (Autoridad de Antigüedades de Israel) para comunicar el hallazgo, algo
obligatorio para no incurrir en delito en ese país. Allí negociará su inclusión
en el grupo de especialistas que se encargarán de investigar sobre el curioso y
preciado descubrimiento; entre los miembros de este equipo están Moshe y su
bella hija Danielle, de la que se enamorará el arqueólogo americano.
La existencia del manuscrito despierta
el interés de una organización secreta, los Guardianes, una secta extremista,
peligrosa y violenta cuyo origen se remonta a la época de los primeros
cristianos, que siguen unas enseñanzas supuestamente próximas a San Pablo.
Ellos intentarán hacerse con el manuscrito y no dudarán para ello en recurrir
al secuestro, la extorsión y al asesinato.
La historia transcurre por tanto entre
el deseo del protagonista por llevar a buen puerto su investigación y dar a
conocer el contenido de su hallazgo y la lucha que mantiene por proteger a su
amada y por mantener fuera del alcance de los Guardianes su hallazgo
La narración se desarrolla en Jerusalén
y sus alrededores. Al autor ha ambientado la novela en el Israel actual, lugar
de donde se mezclan culturas y se suceden conflictos desde épocas inmemoriales.
Además, parece conocer bien la ciudad y sus alrededores, sus monumentos y
edificios.
Desde que junto palabras con cierto
sentido literario, me gusta leer y fijarme en la verosimilitud de los hechos. En
esta novela hay varias cosas que me han resultado chocantes cuanto menos. Por ejemplo,
que Danielle, vigilada y custodiada por la seguridad israelí abandone un piso
franco, aunque sea con guardaespaldas, para dar un paseo e ir de compras lo que
propicia que la vuelvan a secuestrar (creo que es impensable un fallo de
seguridad de ese calibre), o que el protagonista salga a correr y haga una especie
de visita turística a diferentes monumentos cercanos a Jerusalén en busca de la
fuerza interior para acometer el tramo final de la historia, sabiéndose
vigilado. Parece una forma poco normal de proceder para una persona que vive un
momento crítico y peligroso de su vida; esta parte parece más un alarde del
autor sobre el conocimiento de los lugares que pisa el protagonista que otra
cosa.
Salvo estos pequeños detalles es un libro
que se lee fácil. La acción se sucede construida en torno a capítulos de corta
duración que lo hacen ameno y fluido.