domingo, 28 de enero de 2018

EL CARDENAL INFANTE D. FERNANDO DE AUSTRIA.

El Cardenal Infante D. Fernando de Asutria, obra de Anton Van Dyck

        Ante la innata tendencia que tenemos de olvidarnos de nuestros héroes y de aquellos que han protagonizado nuestra historia, sin ánimo de acudir a nostalgias patrioteras (a veces tampoco nos vendría mal), si no solamente de recordar, he pensado abrir una ventana en mi blog a personajes de nuestra larga existencia como país que merecen ser recordados, al menos desde mi modesto y humilde punto de vista.
Cuando el Conde-Duque de Olivares se enteró de lo sucedido en 1634 en Nördlingen, exclamó: “La mayor victoria que se ha visto en estos tiempos”. A muchos no les sonará siquiera ese nombre, ni qué es lo que sucedió allí, ni los protagonistas de aquella victoria de las armas hispano-austríacas, mucho menos el nombre de quién comandaba el ejército español, aquel que se pusiera al lado de su primo Fernando de Hungría (futuro Emperador Fernando III de Habsburgo) para propiciar una severa y definitiva derrota a las armas suecas en la Guerra de los 30 años. Estoy hablando del Cardenal-Infante Fernando de Austria, hermano menor del rey Felipe IV.
        Fernando nació en el Escorial en 1609, un año importante dentro del reinado de su padre, Felipe III, porque es el año en que se firmó la tregua de los 12 años con las Provincias Unidas del Norte, es decir, la parte de Flandes rebelde al poder español, que ya era de hecho independiente, aunque oficialmente no lo lograría hasta la firma del tratado de Westfalia en 1648, al finalizar la Guerra de los 30 años.
        Criado en la etiqueta borgoñona de la corte austríaca, primero de su padre, Felipe III, y luego de su hermano, Felipe IV, el infante pronto sería nombrado Cardenal y Arzobispo de Toledo, con tan sólo 10 años. Lo cierto es que nunca le atrajo la vida eclesiástica, algo que no pasaba con la caza (recordemos el cuadro que pinto Velázquez del Cardenal infante D. Fernando, cazador para el pabellón de caza de la Torre de la Parada y que se puede ver en el Museo del Prado) o con la vida militar. (De hecho, nunca llegó a ser ordenado sacerdote, algo que, según parece, también era habitual entre personas de la realeza y aristocracia que detentaban cargos dentro de la Iglesia)
        En 1632 salió de la corte madrileña para no volver. Tras un breve período como Virrey de Cataluña, donde también fracaso en el intento de conseguir que los catalanes contribuyeran al proyecto monárquico(en esto creo que estamos condenados a repetir nuestra historia cada cierto tiempo), viajó a Italia, vía Génova, como única manera segura de acceder a los Países Bajos utilizando el famoso “camino español” que unía Italia con Flandes y  que atravesaba toda Europa (recordemos que el gran potencial marítimo de las Provincias Unidas del Norte dificultaba cada vez más el socorro de la parte de Flandes española vía Canal de la Mancha) para hacerse cargo del gobierno en sustitución de su tía Isabel Clara Eugenia (hija de Felipe II y otro de esos grandes personajes de nuestra historia) que había regido los destinos de aquella parte de la herencia borgoñona de los Austrias desde 1598 hasta 1633 año en el que falleció (junto a su marido el Archiduque Alberto hasta 1621, fecha de la muerte de éste último)
        El Cardenal Infante pasó entonces a ser una pieza clave del entramado político que se diseñara en Madrid para intervenir en Alemania en la Guerra de los 30 años. Primero se hizo cargo del gobierno en Milán (1633) mientras su gobernador, el Duque de Feria (Gómez Suárez de Figueroa, probablemente nuestro mejor general del momento y otro personaje a recordar) penetraba en Alemania para apoyar al Duque de Baviera y liberar Renania con la toma de Breisach, clave para mantener abierto ese “camino español”, escena inmortalizada por Jusepe Leonardo para el Salón de Reinos de Felipe IV en el lienzo El Socorro de Breisach, uno de esos 12 magníficos cuadros de batallas –se conservan 11- que, con la Rendición de Breda de Velázquez a la cabeza, adornaba las paredes del mítico salón del Palacio del Buen Retiro, algo que seguro que con el tiempo dé para un artículo que tengo pensado escribir (está en marcha el proyecto que pondrá en valor ese antiguo espacio con la práctica totalidad de las obras de arte que lo ornamentaban).
        El Cardenal Infante tardó un tiempo en reunir más tropas para entrar en escena y apoyar al Duque de Feria, quién murió aquel mismo invierno y cuyo ejército prácticamente se desintegró, pero finalmente lo hace uniéndose al contingente de su primo Fernando de Hungría y derrotando de manera rotunda a los suecos en Nördlingen (hecho magníficamente representado por Rubens en su cuadro El cardenal Infante Fernando de Austria en la Batalla de Nördlingen, retrato ecuestre donde destaca el contraste entre la serenidad y el estatismo de D. Fernando de Austria ataviado como comandante militar, respecto al nervio del equino, con la alegoría de la venganza con un rayo en la mano acompañada del águila de los Austrias). Esta victoria provocará el final de la intervención sueca en Alemania y precipita la decisiva entrada de Francia en la Guerra de los 30 años.
        Desde Alemania el Cardenal-Infante se dirigió a Flandes donde fueron espectaculares los desfiles triunfales en Gante, Bruselas y, sobre todo, en Amberes (en estos desfiles se preparaban estructuras efímeras con arcos triunfales, arquitecturas, esculturas y pinturas. En la organización de este último participó Pedro Pablo Rubens, algo que debió de ser digno de ver) Allí se hizo cargo del gobierno e intervino militarmente contra Francia con la toma de la Plaza fuerte de Corbie, cerca de Paris, haciendo saltar todas las alarmas en la corte gala.
Y este es el punto de inflexión en la guerra. A partir de aquí las armas españolas comenzarán a perder terreno; cayeron Breda, Arrás y algunas otras plazas fuertes importantes en Flandes, se produjeron desastres navales de importante calado y se desató la crisis interna en España con el levantamiento de Portugal y Cataluña. Todo ello aceleró el fin del dominio español en Europa.
Paralelamente a esto surgieron ciertos rumores, (recuerda mucho a lo sucedido entre D. Juan de Austria y Felipe II) de que el Cardenal Infante quería independizar Flandes de la corona española con el apoyo de Francia.
En medio de esta situación crítica, D. Fernando cayó enfermo tras una de las múltiples batallas que libró en los Países Bajos y murió el 9 de noviembre de 1641, muy joven, con tan solo 32 años, probablemente de viruela (según Henry Kamen en su libro Poder y gloria. Los héroes de la España Imperial), de una úlcera de estómago dicen otros autores, aunque, como suele ser habitual en estos casos en los que se reúne el componente dramático de la juventud y los enemigos maldicientes de la corte, se habló incluso de que pudo ser envenenado.

N. B.- Los cuadros que cito los dejo enlazados para que se puedan ver si se quiere.

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