domingo, 14 de enero de 2018

CISNEROS, EL CARDENAL DE ESPAÑA, DE JOSEPH PÉREZ


     Este fin de semana tenía previsto dedicarlo al Cardenal Cisneros. Las inclemencias del tiempo no me han permitido ir a Toledo, quería ver la exposición que le dedica la Catedral para conmemorar el 500 aniversario de su muerte. Ya en octubre tuve la oportunidad de acudir a una de las conferencias que, patrocinadas por el Arzobispado, se han ido desarrollando sobre su persona y obra, algo que comenté en el artículo (NOS ATRA CAVA CIRCUMVOLAT UMBRA) donde compartía con vosotros la sensación que experimenté al escuchar las interesantes reflexiones sobre el Cardenal que hizo el Profesor Carlos Vizuete en un escenario incomparable, la Iglesia de San Juan de los Reyes, para mí, la catedral del Gótico Isabelino,
        Estas últimas semanas he visto algunas conferencias más por internet sobre el Cardenal (tengo algunas otras pendientes, como por ejemplo las patrocinadas por la Casa de América o las de la Universidad de Alcalá) y, como en mi biblioteca aguardaba un libro en espera de una lectura atenta, detallada y reposada, aproveché que el tiempo no era el más apropiado para callejear por Toledo para adentrarme en el texto del hispanista francés Joseph Pérez: “Cisneros, el Cardenal de España”.
        Tengo cierta debilidad por este historiador porque dos de sus libros me sirvieron mucho, tanto para escribir el relato con el que gané el 1er Concurso de Relatos, Diarios de Sefarad, en Jerte, “LOS DÍAS DEL ADIÓS publicado en la Web Tarbut Sefarad, como para escribir mi novela “TIEMPOS DE SOMBRAS” que espero que más pronto que tarde, y por obra y gracia de Editorial Andalusiya, vea finalmente la luz.
        Pero…centrémonos en el libro:
        Joseph Pérez analiza la vida y obra de Cisneros, el hombre, el político y el religioso. El historiador francés nos presenta un personaje cuya biografía permanece casi a oscuras desde su nacimiento hacia 1436 (no se sabe exactamente cuándo) en Torrelaguna, al norte de Madrid, hasta que es elegido confesor de la reina Isabel I, la Católica, en el año 1492. Por tanto, nos encontramos con muy pocas noticias sobre su persona a lo largo de casi 60 años. Es a partir de aquí y, sobre todo, desde 1495, cuando es nombrado Arzobispo de Toledo tras la muerte del insigne Cardenal Mendoza, cuándo su figura se agranda. Dos años después, en 1497, es nombrado Cardenal e Inquisidor General del Reino, llegando a desempeñar el cargo de Regente del Reino entre 1506-1507 y 1516-1517, es decir, a la muerte de Felipe el Hermoso y hasta que Fernando el Católico se hace cargo del gobierno a su regreso de Italia, y tras el fallecimiento de este último hasta la llegada de su heredero y nieto Carlos desde Flandes, el futuro Carlos V.
        Su figura humana no podemos desligarla de la religiosa; partimos del hecho de que era fraile franciscano. Su vida dio un giro radical hacia 1484. De ser un intrigante calculador, ansioso por medrar en el escalafón eclesiástico pasa a observar la regla franciscana en toda su extensión y rigor, algo que a lo largo del resto de su vida le hará chocar con la pompa y boato de los cargos que irá desempeñando. Se mostrará entonces como un firme defensor de la fe y partidario de la renovación de la Iglesia, de la reforma de las ordenes mendicantes (apostaba radicalmente por la observancia frente a los claustrales o conventuales y cumplía fielmente con los votos de pobreza, castidad y obediencia), y de la mejora en la educación y preparación de los clérigos, lo que redundaría en una mejora de la enseñanza y la predicación sobre la población. Contrasta el perfil del Cardenal Cisneros en el ejercicio de la Mitra toledana con el de su antecesor el Cardenal Mendoza. (Se cuenta de este último una anécdota muy curiosa y llamativa; presentaba a sus hijos naturales a la misma Reina diciendo:” Estos son mis pecados”)
Como datos ilustrativos de la personalidad del Cardenal Cisneros acudiré a algunas peculiaridades sobre su vida que recogen los cronistas. Se cuenta que siendo ya confesor de la reina viajaba en borrico, “el Benitillo”, acompañado por un secretario, el joven Francisco Ruiz, (finalmente llegaría a ser Obispo de Ávila, cuya hermosa tumba fue destruida y expoliada en 1936 por extremistas de izquierda junto al precioso Convento de San Juan de la Penitencia en Toledo, situado tras la Iglesia de San Justo) quién iba mendigando el sustento para los dos por los pueblos que pasaban. Otra curiosa anécdota reza que bajo su cama del arzobispado, Cisneros tenía un jergón que sacaba para dormir y ocultaba al levantarse, deshaciendo la cama “oficial” para dar a entender que había dormido en ella; otras nos cuenta como su cargo (esto le llevó a recibir incluso la reprimenda del Papa) le obligaba a mantener una espectacular mesa para sus comensales pero que él comía, frugalmente y aparte, cosas sencillas, o que bajo las ricas y vistosas vestimentas de Arzobispo y Cardenal vestía el tosco hábito, el cordón y las sandalias franciscanas.
        Su pensamiento y su figura política es la de un humanista, según el historiador francés Pierre Vilar “el más progresista de su tiempo” (curioso es el gran concepto que tienen en Francia sobre el Cardenal Cisneros, cuya figura ensombrece a la del mismo Richelieau). Firme y fiel partidario de la fortaleza del poder Real, se enfrentó con autoridad y determinación a las intrigas y ansias de poder de los grandes del Reino Reino y a la corrupción omnipresente en personajes tan importantes como Francisco de los Cobos, Lope de Conchillos o el Obispo Fonseca (relacionado con esto último tampoco podemos olvidar que se le acusa de cierto nepotismo al favorecer de manera obvia a algunos de sus familiares). Además, dedicó los inmensos recursos del Arzobispado Toledano a dos obras monumentales: en política exterior, su ideal de cruzada le llevará a financiar y dirigir la Conquista de la plaza norteafricana de Orán, inmortalizada en la Capilla Mozárabe de la Catedral Primada de Santa María de Toledo por Juan de Borgoña, y a la creación de la Universidad de Alcalá y la edición de la famosa Biblia Políglota Complutense.
        En definitiva, Joseph Pérez nos presenta a un auténtico y fervoroso servidor público en busca del bien común del Reino por encima de las luchas e intrigas de las poderosas facciones nobiliarias, partidario de una monarquía moderna y enfrentado a la visión dinástica y patrimonial que los Austrias finalmente implantaron. Lamentablemente para España su buen hacer, su visión moderna, renovadora y reformadora de hombre del renacimiento no cuajó. Su muerte el 8 de noviembre de 1517 en Roa y la llegada de la corte flamenca de Carlos I supondrá el fin de su ideario y de su obra. Merece la pena la lectura pausada del libro, nos da una idea de la categoría humana, política y religiosa de Francisco Jiménez de Cisneros, el llamado, con todo merecimiento, Cardenal de España.
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