El Cardenal Infante D. Fernando de Asutria, obra de Anton Van Dyck
Ante
la innata tendencia que tenemos de olvidarnos de nuestros héroes y de aquellos
que han protagonizado nuestra historia, sin ánimo de acudir a nostalgias
patrioteras (a veces tampoco nos vendría mal), si no solamente de recordar, he
pensado abrir una ventana en mi blog a personajes de nuestra larga existencia
como país que merecen ser recordados, al menos desde mi modesto y humilde punto
de vista.
Cuando
el Conde-Duque de Olivares se enteró de lo sucedido en 1634 en Nördlingen,
exclamó: “La mayor victoria que se ha visto en estos tiempos”. A muchos no les
sonará siquiera ese nombre, ni qué es lo que sucedió allí, ni los protagonistas
de aquella victoria de las armas hispano-austríacas, mucho menos el nombre de
quién comandaba el ejército español, aquel que se pusiera al lado de su primo Fernando
de Hungría (futuro Emperador Fernando III de Habsburgo) para propiciar una severa
y definitiva derrota a las armas suecas en la Guerra de los 30 años. Estoy
hablando del Cardenal-Infante Fernando de Austria, hermano menor del rey Felipe
IV.
Fernando nació en el Escorial en 1609,
un año importante dentro del reinado de su padre, Felipe III, porque es el año
en que se firmó la tregua de los 12 años con las Provincias Unidas del Norte,
es decir, la parte de Flandes rebelde al poder español, que ya era de hecho
independiente, aunque oficialmente no lo lograría hasta la firma del tratado de
Westfalia en 1648, al finalizar la Guerra de los 30 años.
Criado en la etiqueta borgoñona de la
corte austríaca, primero de su padre, Felipe III, y luego de su hermano, Felipe
IV, el infante pronto sería nombrado Cardenal y Arzobispo de Toledo, con tan
sólo 10 años. Lo cierto es que nunca le atrajo la vida eclesiástica, algo que
no pasaba con la caza (recordemos el cuadro que pinto Velázquez del Cardenal infante D. Fernando, cazador
para el pabellón de caza de la Torre de la Parada y que se puede ver en el
Museo del Prado) o con la vida militar. (De hecho, nunca llegó a ser ordenado
sacerdote, algo que, según parece, también era habitual entre personas de la
realeza y aristocracia que detentaban cargos dentro de la Iglesia)
En 1632 salió de la corte madrileña para
no volver. Tras un breve período como Virrey de Cataluña, donde también fracaso
en el intento de conseguir que los catalanes contribuyeran al proyecto
monárquico(en esto creo que estamos condenados a repetir nuestra historia cada
cierto tiempo), viajó a Italia, vía Génova, como única manera segura de acceder
a los Países Bajos utilizando el famoso “camino español” que unía Italia con
Flandes y que atravesaba toda Europa (recordemos
que el gran potencial marítimo de las Provincias Unidas del Norte dificultaba
cada vez más el socorro de la parte de Flandes española vía Canal de la Mancha)
para hacerse cargo del gobierno en sustitución de su tía Isabel Clara Eugenia
(hija de Felipe II y otro de esos grandes personajes de nuestra historia) que
había regido los destinos de aquella parte de la herencia borgoñona de los Austrias desde 1598 hasta 1633 año en el que falleció (junto a su marido el
Archiduque Alberto hasta 1621, fecha de la muerte de éste último)
El Cardenal Infante pasó entonces a ser
una pieza clave del entramado político que se diseñara en Madrid para
intervenir en Alemania en la Guerra de los 30 años. Primero se hizo cargo del
gobierno en Milán (1633) mientras su gobernador, el Duque de Feria (Gómez
Suárez de Figueroa, probablemente nuestro mejor general del momento y otro
personaje a recordar) penetraba en Alemania para apoyar al Duque de Baviera y
liberar Renania con la toma de Breisach, clave para mantener abierto ese
“camino español”, escena inmortalizada por Jusepe Leonardo para el Salón de
Reinos de Felipe IV en el lienzo El Socorro de Breisach,
uno de esos 12 magníficos cuadros de batallas –se conservan 11- que, con la
Rendición de Breda de Velázquez a la cabeza, adornaba las paredes del mítico
salón del Palacio del Buen Retiro, algo que seguro que con el tiempo dé para un
artículo que tengo pensado escribir (está en marcha el proyecto que pondrá en
valor ese antiguo espacio con la práctica totalidad de las obras de arte que lo
ornamentaban).
El Cardenal Infante tardó un tiempo en
reunir más tropas para entrar en escena y apoyar al Duque de Feria, quién murió
aquel mismo invierno y cuyo ejército prácticamente se desintegró, pero
finalmente lo hace uniéndose al contingente de su primo Fernando de Hungría y derrotando
de manera rotunda a los suecos en Nördlingen (hecho magníficamente representado
por Rubens en su cuadro El cardenal Infante Fernando de Austria
en la Batalla de Nördlingen, retrato ecuestre donde
destaca el contraste entre la serenidad y el estatismo de D. Fernando de
Austria ataviado como comandante militar, respecto al nervio del equino, con la
alegoría de la venganza con un rayo en la mano acompañada del águila de los
Austrias). Esta victoria provocará el final de la intervención sueca en
Alemania y precipita la decisiva entrada de Francia en la Guerra de los 30
años.
Desde Alemania el Cardenal-Infante se
dirigió a Flandes donde fueron espectaculares los desfiles triunfales en Gante,
Bruselas y, sobre todo, en Amberes (en estos desfiles se preparaban estructuras
efímeras con arcos triunfales, arquitecturas, esculturas y pinturas. En la
organización de este último participó Pedro Pablo Rubens, algo que debió de ser
digno de ver) Allí se hizo cargo del gobierno e intervino militarmente contra
Francia con la toma de la Plaza fuerte de Corbie, cerca de Paris, haciendo
saltar todas las alarmas en la corte gala.
Y
este es el punto de inflexión en la guerra. A partir de aquí las armas
españolas comenzarán a perder terreno; cayeron Breda, Arrás y algunas otras
plazas fuertes importantes en Flandes, se produjeron desastres navales de
importante calado y se desató la crisis interna en España con el levantamiento
de Portugal y Cataluña. Todo ello aceleró el fin del dominio español en Europa.
Paralelamente
a esto surgieron ciertos rumores, (recuerda mucho a lo sucedido entre D. Juan
de Austria y Felipe II) de que el Cardenal Infante quería independizar Flandes
de la corona española con el apoyo de Francia.
En
medio de esta situación crítica, D. Fernando cayó enfermo tras una de las
múltiples batallas que libró en los Países Bajos y murió el 9 de noviembre de
1641, muy joven, con tan solo 32 años, probablemente de viruela (según Henry
Kamen en su libro Poder y gloria. Los héroes de la España Imperial), de una
úlcera de estómago dicen otros autores, aunque, como suele ser habitual en
estos casos en los que se reúne el componente dramático de la juventud y los
enemigos maldicientes de la corte, se habló incluso de que pudo ser envenenado.
N. B.- Los cuadros que cito los dejo enlazados para
que se puedan ver si se quiere.