Plaza Mayor de Chinchón
Dejamos atrás Colmenar de Oreja la tarde del 22 de noviembre con su patrimonio
monumental y cultural expresado en el sorprendente Museo Municipal Ulpiano Checa, en su hermosa Plaza porticada con el Ayuntamiento, el Pósito y la imponente
figura de la Iglesia-fortaleza de Santa
María la Mayor, en los hermosos Jardines
del Zacatín con el túnel y Arco que preceden al lavadero, en la
sorprendente Ermita patronal del Cristo
del Humilladero, en el coqueto Teatro
Dieguez…
Encantados por lo acertado de la
decisión de haber visitado Colmenar de Oreja nos dirigimos a Chinchón, donde
nos alojaríamos en el flamante Parador
Nacional, antiguo Convento de los Agustinos. La tarde, ya avanzada, no nos
dio más que para tomar posesión de nuestras habitaciones (todo hay que decirlo,
un lujo de aposentos, calculo que entre 35-40 metros cuadrados cada una), adentrarnos,
dando un breve paseo nocturno, en la espectacular Plaza Castellana, símbolo principal y centro de la noble villa
madrileña, y callejear algo en derredor. No nos olvidamos de entrar en la
Oficina de Turismo, en cuyo exterior se sitúa un bello lavadero, para confirmar
nuestra asistencia a la visita guiada que días atrás nos habían propuesto en
sesiones de mañana y tarde; tuvimos la suerte de poder unirnos a un grupo de
Talavera de la Reina.
Nos retiramos pronto, sin saber todavía
que el "Gastro-Pack", que nos iba a estropear parcialmente el viaje, estaba a punto
de cebarse con el pequeño de la expedición. Cayó aquella misma noche.
Al día siguiente, me homenajeé con un
pantagruélico desayuno de Paradores (mis acompañantes fueron más frugales), ensombrecido
por la incomprensible carencia de café expreso, algo que no es de recibo dada
la categoría del establecimiento.
Por la mañana comenzamos la visita guiada
dirigiéndonos al Convento de las Clarisas,
donde entramos en la austera iglesia de estilo herreriano S. XVI-XVII. Lástima
que lo más destacable no lo pudimos ver, el panteón de mármol de los V Condes
de Chinchón, con lo que pierde gran parte de su interés. Sí que se puede ver en
una exposición temporal que abre únicamente los fines de semana.
Tras entrar en la Ermita barroca del patrono de la localidad, San Roque, presidida
por una valiosa, bella y llamativa talla del Santo con su inseparable perrito
enmarcada en un colorido retablo, nos dirigimos a la Ermita de Nuestra Sra. Del Rosario, antigua iglesia del convento de
los Agustinos, aneja al Parador Nacional. De estilo barroco también, de una
sola nave con capillas laterales, sorprende por sus espectaculares dimensiones.
El altar estaba adornado con ricas telas gracias a que había sido la
celebración de la fiesta de la Virgen del Rosario a finales de septiembre (aún
no las habían retirado). La iglesia, aparte de ser cárcel durante la guerra
civil, se vio privada de algunas de sus capillas que pasaron a formar parte del
Parador o incluso de particulares. Son curiosas las pinturas murales barrocas de
motivos vegetales que se han rescatado de las paredes.
Y acabó la visita guiada de la mañana en
la monumental Plaza. Se presenta como una de las más bellas del mundo y lo es.
Soportalada y porticada casi en su totalidad presenta la friolera de 240
balcones que allí llaman “claros”. Está construida sobre un entramado de arcadas
góticas que canalizan el agua y rellena con albero. Es el centro neurálgico del
pueblo y se puede aparcar entre semana (algo que es bueno para el acceso
al centro de los chinchonetes o chinchoneses (sobre el gentilicio hay cierta
polémica), pero que estropea la foto de recuerdo del turista). Al igual que en
otras plazas castellanas, el tema de la propiedad de los “claros” provoca
más de un conflicto puesto que muchos son los casos en los que el balcón tiene
un dueño, y la vivienda por la que se accede otro, quién, además, está obligado
a dejar pasar por su casa al dueño del balcón cuando lo desee, que normalmente
es cuando la Plaza se convierte en Plaza de toros o cuando alberga algún otro
fin, como fue el caso de feria de ganados.
Una vez finalizada la visita, y
citándonos para continuar por la tarde, montamos en el tren turístico que nos
dio una vuelta por la localidad mientras nos ilustraba sobre los principales monumentos
con un conciso relato muy similar al contenido en el folleto turístico que proporcionan
en la oficina de turismo, pero que sirve para hacerse una idea de la historia
de la Villa. Además, el tren nos acercó al Castillo,
construcción actualmente no visitable. Destruido en la Guerra de las
Comunidades en 1520 fue reconstruido por el III conde de Chinchón. Sufrió luego
los avatares de la Guerras de Sucesión e Independencia, incluso recientemente
fue sede de una fábrica de licores. Es algo a recuperar para el pueblo de
Chinchón, su silueta preside, majestuosa, la localidad.
Tras comer con cierta frugalidad, el “Gastro-Pack”
no permitía muchos alardes a algunos de los expedicionarios, nos dispusimos, ya
por la tarde, a realizar la segunda parte de la visita guiada que nos llevaría
a la parte alta de la ciudad. Comenzamos con la monumental Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Realizada entre los S.
XVI y XVII presenta una mezcla de estilos como pasa en gran parte de los
nuestros templos. Pasa por el gótico, el plateresco, el renacimiento y culmina
en el barroco. Lo más destacable, dado que la iglesia sufrió un gran incendio
en la Guerra de la Independencia a principios del S. XIX es el grandioso y
espectacular lienzo que preside el altar mayor, La Asunción de la Virgen obra
de Francisco de Goya.
De allí pasamos al edificio de al lado,
donde estuvo en su día el Palacio de los Condes de Chinchón destruido en la
Guerra de Sucesión, ahora está situado allí el Teatro Municipal Lope de Vega. Sorprendente Teatro en el que
destaca un enorme lienzo que representa al pueblo y que hace las veces de telón,
obra de Luis Muriel. Decir que el Teatro fue construido y financiado por la
Sociedad de Cosecheros a finales del S. XIX, organización ligada al cultivo del
vino; tierra de vinos esta zona de Madrid.
Finalizada la visita guiada nos
dispusimos, antes de que cayera la noche, a visitar por nuestra cuenta otra
serie de lugares de interés como la Torre
del Reloj que pertenece a la desaparecida Iglesia de Ntra. Sra. De Gracia del S.XIV. Curioso el dicho que
tienen en Chinchón de que tienen “una
iglesia sin torre y una torre sin iglesia”; la Asunción no tiene torre.
Luego nos dimos un paseo por la parte alta y nos acercamos a la románica Ermita de San Antón (en restauración
imagino, estaba rodeada de verjas y bastante descuidada), a la Ermita de la Cueva, que cuesta
encontrarla puesto que no es más que una gran hornacina en la fachada de una
casa, y a la barroca Ermita de la
Misericordia ya de regreso hacia la Plaza Mayor.
Y terminamos nuestra visita a Chinchón disfrutando de las vistas nocturnas de la localidad desde diferentes ángulos de la Plaza y fijándonos, frente al Parador, en el exterior de la Casa de las Cadenas, edificio barroco, compacto de tres cuerpos con puerta adintelada que tiene como dato histórico interesante haber sido alojamiento de Felipe V a su paso por la localidad, el 25 de febrero de 1706 en plena Guerra de Sucesión.
Por
último, dedicamos un tiempo, tanto por la tarde-noche como a la mañana
siguiente, a disfrutar del Parador que alberga un bello Claustro barroco y unos
espectaculares jardines donde me llamó la atención un pozo restaurado con una
rueda de cangilones. Desde luego es un lugar extraordinario para hospedarse y
disfrutar de la historia, a pesar de que, según nos contaron en el pueblo, se
han cometido algunas aberraciones arqueológicas, como el tapado de algunas
pinturas del claustro. Y dejamos Chinchón, mejoraba algún expedicionario,
comenzaba a empeorar algún otro. Aranjuez nos abría sus puertas de nuevo.
Aranjuez…una ciudad que invita al romanticismo, al menos así me lo imaginé en
la novela que próximamente me publicarán.