No sé
las veces que habré leído “La sombra del águila” de Arturo Pérez Reverte. Lo
hago de vez en cuando (hoy, por ejemplo) y me sigue divirtiendo. Lo tengo como
uno de esos “libros de culto” junto a mi venerada serie de libros sobre el Capitán
Alatriste, (el primero de los cuales os presentaré pronto porque lo releí esta
semana pasada, ¡una vez más!).
“La
sombra del águila” es una breve, pero ágil y densa novela bélica escrita con
ese estilo directo y coloquial, salpicado de diálogos y situaciones chocantes tan
propias del autor, donde se nos narra una trágica historia humana con una alta
dosis de humor y sarcasmo.
Es una historia ficticia enmarcada en la
realidad de la batalla de Sbodonovo en la que la “Grande Armée” francesa se
enfrentó al ejército ruso a las puertas de Moscú en 1812. Los verdaderos protagonistas
de la novela son los soldados españoles integrantes del segundo batallón del 326
regimiento de Infantería de Línea, reclutado a la fuerza, a punto de desertar
en medio de la batalla. El hecho de que esta peculiar y original tropa se
dirija en línea recta al enemigo es tomado como un ataque mitad valeroso, mitad
suicida, por parte del estado mayor francés. Napoleón decide entonces apoyarlos
ordenando una carga de caballería al mando de un parodiado Mariscal Murat.
La carga-deserción finalmente se
convierte en una victoria napoleónica y las tropas francesas entran en Moscú,
donde los españoles incluso serán condecorados. Pocos días después la ciudad será
pasto de las llamas y Napoleón ordenará la retirada al encontrarse a las
puertas del invierno y con un ejército sin víveres. Se produce entonces uno de
los desastres militares más grandes de la historia; las tropas francesas serán diezmadas
por el frío intenso, la falta de víveres, la hostilidad de la población local,
las continuas emboscadas y pequeñas escaramuzas, y las cargas de los cosacos. El
autor nos detalla la magnitud de la catástrofe humana y se detiene a relatarnos
uno de los momentos bélicos más dramáticos en el cruce del río Beresina.
Finalmente, tras la derrota francesa y la caída de Napoleón, un puñado de
españoles supervivientes, débiles y enfermos, cruzará los Pirineos regresando a
España.
En resumen, el libro es una sobrecogedora
narración de los crudos hechos de guerra enmarcada por el humor presente a través
de la variopinta tropa de españoles cabreados deseosos de abandonar el campo de
batalla a toda costa y pasarse al enemigo, y la descripción grotesca de las
tropas rusas (ejemplo claro es la semblanza que hace de los cosacos o del
príncipe Rudolfkovsky) y del alto mando francés. Pérez-Reverte nos presenta una
variedad de personajes con sus diferentes personalidades donde sobresale la gran
fuerza de Napoleón, al que la soldadesca española apoda como “el enano” o “le
petit cabrón”, rodeado de un servil y esperpéntico estado mayor donde divierte
el trato caricaturesco con el que nos presenta al Mariscal Murat, (recordemos
que fue el artífice de la represión en Madrid del 2-3 de Mayo de 1808 que
inmortalizara Goya en: ”El
2 de mayo de 1808 en Madrid o la lucha con los Mamelucos” y en “El
3 de mayo en Madrid o los Fusilamientos”). De la singular tropa española
destacan Pedro el Cordobés con su guitarra, el recio y duro Capitán García con
sus rudas patillas de boca de hacha y el fusilero Mínguez, homosexual
perdidamente enamorado del Capitán, al que defenderá hasta la muerte en el
puente del río Beresina.