miércoles, 5 de agosto de 2020

POR EL MUSEO DEL PRADO CON SARA. EL SUEÑO DEL PATRICIO JUAN DE MURILLO


FUNDACIÓN DE SANTA MARÍA LA MAYOR. EL SUEÑO DEL PATRICIO JUAN DE BARTOLOMÉ ESTABAN MURILLO

        Durante el confinamiento me arranqué con una serie de relatos (creo que me quedaron entretenidos a la vez que instructivos) que nos acercaron a las espectaculares colecciones del Museo del Prado. Lo que empezó como un análisis de un cuadro en particular acabó en una larga saga de encuentros con magníficas obras de arte de la mano de Sara, que es la especialista en la materia, dentro de la curiosa pareja que formamos. Hoy es el día 5 de agosto, día de Nuestra Sra. de las Nieves, y en estos momentos en los que parece que lo que se intenta es que nos olvidemos de nuestras tradiciones y nuestra cultura, de innegable tradición judeocristiana, aunque le pese a más de uno, quiero recordar lo que ella me contó en el Museo en relación a dos extraordinarios lienzos de Murillo…

        –¿Viste la Iglesia de Santa María la Blanca de Sevilla? –Sara me ponía a prueba de nuevo.

        –Inolvidable. Viendo la fachada no te imaginas la que hay dentro.

        –Pues estos dos cuadros ocupaban los laterales del altar bajo la cúpula.

        –Y lo que hay allí son copias. Recuerdo que algo leí sobre eso preparando la visita –apunté.

     –Al igual que una parte importante de las obras artísticas sevillanas, estos cuadros fueron expoliados por el Mariscal Soult, durante la Guerra de la Independencia.

        –Leí que el muy capullo llevaba una lista pormenorizaba de lo que se quería llevar. Sabía lo que buscaba.

        –Exacto. Pero déjame que te “ilustre” –Sara me sonrió socarrona–, sobre la historia de los cuadros. Verás, en 1661 el Papa Alejandro VII se pronunció a favor de la Inmaculada Concepción de la Virgen, algo que fue muy celebrado en España, en Sevilla particularmente, donde se estaba acometiendo una remodelación en Santa María la Blanca que había sido mezquita y sinagoga antes que iglesia. Murillo tuvo una relación de amistad y de mecenazgo con un canónigo de la Catedral de Sevilla, Justino de Neve, que provenía de una familia flamenca enriquecida con el comercio de las Indias. Justino vivía muy cerca de esta iglesia y, dado que el templo dependía de la Catedral, intervino con mucho interés en su restauración, quizá animado por la propia advocación del templo a la Virgen de las Nieves o Virgen Blanca, asociada a su Inmaculada Virginidad, o quizá también porque su apellido, Neve, es nieve en italiano. Por eso Murillo, por encargo del canónigo, pintó varios cuadros para su interior, incluidos los que vemos aquí. Las obras permanecieron en la Iglesia hasta que llegaron los gabachos a principios del s. XIX, como te dije antes. Y fueron llevados a Francia donde se les añadieron esos dorados que rodean los arcos de medio puntos originales. Cuando regresaron a España, ya no se los quitaron, porque ya no volvieron a Sevilla, sino que se quedaron en Madrid, creo recordar que expuestos en la Academia de San Fernando hasta que pasaron al Museo del Prado en 1901.

        –¿Recuerdas lo que te conté en Roma sobre la fundación de Santa María la Mayor?

        –Contigo estoy examinándome continuamente –comenté travieso–, aunque mejor refréscame la memoria.

        –Bueno… –Ella me sonrió y se agarró a mi brazo izquierdo, frente a uno de los grandes lienzos de Murillo, el que representaba “el sueño del Patricio Juan”–. Pues te pondré al día frente a estos cuadros. En éste de la izquierda, Murillo representó la primera parte del milagro. En él una pareja de acaudalados romanos, que no tenían descendencia y que pretendían donar su fortuna a la Virgen, tiene un sueño mientras duerme una plácida siesta; observa que el patricio está sentado en un sillón y apoyado en una mesa, y su esposa aparece sentada sobre un cojín, traspuesta, tras, probablemente, haber realizado alguna tarea de costura, como indica el cesto de la izquierda. La composición la domina una línea diagonal que parte de la cabeza del patricio, pasa por la de su mujer y acaba en el costurero. Y esta parte del cuadro, poco iluminada, contrasta con el rompimiento de Gloria en el que aparece la Virgen con el niño. Fíjate en la Virgen que señala al Patricio el lugar donde ha nevado en la colina del Esquilino, milagrosamente un 5 de agosto, escena que aparece separada de la principal por esa arquitectura, y en el niño que dirige su mirada a la mujer del noble romano.

        –Recuerdo que me dijiste que el 5 de agosto llueven pétalos de flores dentro de la basílica romana.

        –Sí, es parte de la celebración. A mí el cuadro me proporciona una gran sensación de serenidad. Murillo representa el momento del sueño en medio de una escena real de una casa sevillana del s. XVII, algo muy típico en él, acercar lo religioso a lo cotidiano.  Vamos con algún detalle… Pintó el interior de una acomodada estancia hispalense con la gran cama del fondo, muy típica de la época, una mesa con un gran libro, ropajes del s. XVII, no de la época romana, incluso añade ese perrillo, símbolo de fidelidad. Las vestimentas son muy hogareñas, el patricio Juan incluso lleva unas zapatillas, y los colores se repiten, los rojos de la mesa a la derecha, en las vestimentas de la noble romana en el centro y en el cojín de la izquierda, los blancos y azules en los ropajes de la virgen y la noble romana, incluso el tostado de la vestimenta del Patricio se reproduce en las pastas del libro y el bordado de la tela sobre la mesa, y en el fondo del rompimiento de Gloria y el leve velo que porta la Virgen sobre el cuello.

        –Eso ya es fijarse mucho. Es más difícil de ver. Pero se aprecia esa repetición de cromatismo sobre la penumbra de la escena.

        –Puede ser… ¿Vemos el otro cuadro? En la iglesia estaría enfrente. El efecto de simetría se apreciaría mucho más.

        –Creo que me lo podré imaginar hermosa patricia romana  –concluí sonriéndole, haciéndole una cariñosa carantoña, tomándola por la cintura y dándole un golpecito con un dedo sobre su preciosa nariz.


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